Javier García Isac. No tengo nada claro lo que sucederá en la próxima cita electoral del 20 de Diciembre. Me preguntan sobre mi opinión, mi pronóstico y lo cierto es que no sé qué decir, excepto que pase lo que pase, suceda lo que suceda, será España y los españoles los que salgamos perdiendo. El Partido Popular lleva meses ofreciendo un espectáculo calamitoso.

Pareciera que esto no fuera con ellos. Ministros que se insultan en público, secretarías generales y vicepresidentas que no se dirigen la palabra, Rajoy ausente, perdida incesantes de votos y apoyos en cada elección. Mensajes confusos y contradictorios. Se interpuso recurso en el constitucional contra la ley de matrimonios homosexuales y se acude a la boda gay de uno de sus más insignes dirigentes. Todo parece un patio de colegio. Obligan a dimitir a Arancha Quiroga, la niña mona del PP vasco, por su “plan de convivencia pacífica” con Bildu, cosa que me parece escandalosa.

Arancha Quiroga es la evolución lógica de este PP. Ella solo se ha limitado a imitar a sus jefes, los de la liberación de etarras, los del acercamiento a sus domicilios de los asesinos, los que permitieron que ETA este en las instituciones, los del insulto permanente a las víctimas. Les aseguro que si Arancha Quiroga hubiera realizado estas declaraciones hace unos meses o una vez transcurrida la cita electoral, nada de esto hubiese pasado. El Partido Popular cree que la regeneración consiste en un cambio de caras, en poner nuevos rostros, gente más o menos joven, más o menos guapa. Se equivocan.

El Partido Popular necesita un rearme ideológico y moral. No basta con un lavado de cara, un lavado de imagen, un retoque de logo. No es suficiente con sustituir personas, si las que vienen piensan y dicen exactamente lo mismo que las anteriores. Arancha Quiroga debe de estar perpleja. Todavía debe de estar preguntándose qué es lo que hizo mal. Lo hemos trivializado todo. Se insulta a la Hispanidad, a España, a los españoles, a Dios, a la Virgen, se insulta a nuestros héroes, a nuestros mártires, a nuestras victimas, se tergiversa la historia, se amenaza a nuestras creencias, y no existe respuesta contundente por parte de aquellos que tienen la obligación de darla. Nos llevan al hartazgo, al sopor, a la desidia. Nos conducen a la apatía. Nos convierten en testigos mudos, en pasmarotes para acabar dando por valido unos hechos, una situación inadmisible. Sabemos lo que es el Partido Socialista, conocemos su pasado de corrupción y crimen.

Son lo que son. Un día te hablan de España y al siguiente llevan flores al genocida Companyns. Te hablan de paz y hacen “Doctor Honoris Causa” al carnicero de Paracuellos. Claman por la honradez y siguen tapando los “eres” en Andalucía. No engañan a nadie, excepto a aquellos que desean ser engañados. Nada podemos exigirles, solo combatir su “Himalaya” de falsedades y corruptelas. Me acusan de atacar constantemente al Partido Popular, de meterme con ellos y de ser muy permisivo con la izquierda y con el PSOE. Nada más lejos de la realidad. No soporto a la izquierda, soy profundamente anti comunista. Conozco de sus crímenes y su terror, es una peste que nos azota, adoptando diversas caras y formas según convenga.

Son los responsables de la muerte de más de 100 millones de personas durante el siglo XX. Son camaleónicos, peligrosos. Su principal arma en el siglo XXI son los populismos baratos y demagógicos disfrazados de colegueo y perro flautas, y que nadie tenga la menor duda, de que cuando llegue el momento, formaran todos ellos un bloque monolítico. Bloque al que no se le vence con tibieza y medias tintas, con componendas y pactos, con consenso y malos acuerdos. No se le vence con la política que propone el Partido Popular.