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Diario YA


 

Rojo y gualda, no blanco y negro, señor Sánchez

Miguel Massanet Bosch.
Mucha gente, civilizada, entusiasta, enardecida y patriota, la suficiente para dejar claro que se puede teñir la plaza de Colón, de Madrid, de la alegría polícroma de ver ondear al  viento miles de enseñas rojas y amarillas, símbolo de la unidad nacional.

Seguramente, los organismos oficiales pretenderán entrar en la disputa de siempre de si son tantos o cuantos, muchos o pocos; no ha existido nunca manifestación, concentración o mitin en las que el número de asistentes no haya sido puesto en cuestión por aquellos a los que ha contrariado que se hayan celebrado, sobre todo si los opinantes han sido el objetivo sobre el que han recaído las protestas, las críticas o las censuras de los asistentes al evento. No importa, porque de todos es sabido que es más fácil conseguir reunir a un numeroso grupo de antisistema, de descontentos con la sociedad capitalista, de fanáticos del comunismo radical o de aquellos que, por su gusto, se suprimiría cualquier autoridad y declararían al país lugar libertario o liberticida, según se quiera ver, en el que cada cual hiciera lo que se le antojase y fuera la ley del más fuerte, el más ladino o el menos escrupuloso, la que acabaría por hacerse con el poder.

El hecho es que, cada vez que sale la ciudadanía a la calle, cuando lo hace en apoyo de una causa justa; de un proyecto sano y decente; del mantenimiento de la Constitución, votada mayoritariamente por todo el pueblo español, o en defensa de la unidad de la nación española, siempre la manifestación tiene un carácter festivo, de camaradería, de ilusión en los principios que se sale a defender, principios que se sabe son compartidos por todos y cada uno de los que han acudido al acto; aunque mantengan ideas distintas en otros temas que no afecten a los valores fundamentales del país, aquellos que, a través de la historia de España, se han mantenido intactos y que constituyen el vínculo que ha contribuido a que, todos los pueblos que la forman, hayan querido permanecer unidos bajo una misma bandera.

Precisamente, cuando una parte del país, una de sus autonomías ha pretendido desvincularse del resto de las que forman parte esencial de la nación y, por una serie de lamentables circunstancias, se ha encontrado con un gobierno débil, minoritario, no elegido en las urnas, en una situación delicada que lo tiene contra las cuerdas; ha sido cuando se ha conocido la noticia de que el propio presidente del gobierno de la nación, simplemente por conseguir el apoyo a unos presupuestos, los PGE, que comprenden una serie de modificaciones sustanciales que ponen en peligro la senda de la economía española hacia una recuperación que ya teníamos en las manos, pero que, en manos de este gobierno socialista, es obvio que lleva camino de que, en unos meses, sea el incremento del gasto público, exagerado, irracional, el que sea puesto en duda por Bruselas; sabiendo que supone un aumento de los impuestos para el pueblo y la creación de otros nuevos, con lo que se quiere contribuir a subvencionar el aumento del gasto, a pesar de que, desde todos los sectores públicos y privados del país y de la CE, incluido el Banco de España u otros organismos especializados en el análisis de las cuentas públicas, se ha puesto en duda el que las cantidades que se pretenden recaudar, según el Gobierno, sea imposible que puedan alcanzarse en la realidad.

Haría bien, el señor Pedro Sánchez, en hablar menos de la crispación que les atribuye a los partidos políticos que critican los métodos del PSOE y su gobierno, encaminados a conseguir el apoyo de los separatistas, aunque ello signifique ir accediendo y haciendo promesas a los políticos catalanes de futuras nuevas cesiones que, si se conocieran por la ciudadanía, con toda seguridad el rechazo hacia semejante política se le haría insoportable al actual Gobierno. No parece, por las palabras que le hemos escuchado al señor Sánchez desde su mitin en Santander, que se muestre dispuesto a rectificar, al menos en el sentido de que convoque elecciones, como se le está pidiendo, algo a lo que parece que no está dispuesto a ceder, al menos, mientras le quede un ápice de esperanza de que, el día 12, en el que se empiezan a discutir los PGE en el Parlamento de la nación, los partidos catalanes separatistas decidan apoyarle, aunque se deba tragar todos los sapos que han ido lanzando intentando chantajear al Gobierno que, si no se ha dejado chantajear, no ha sido por no estar dispuesto a ello sino, precisamente, por el gran clamor que se ha levantado en contra de las negociaciones que se estaban llevando a cabo con los nacionalistas catalanes. Clamor que hoy se ha manifestado, públicamente, en las personas que han acudido de toda España para dar testimonio de su rechazo a cualquier concesión que se pretenda hacer a quienes buscan, una vez más, la división de España.

Es una primera advertencia y haría mal el señor P.Sánchez si no tomara en cuenta lo que hoy se ha representado y dicho en la plaza de Colón, de Madrid. No debe olvidar que las personas moderadas, las de orden, las que habitualmente no son partidarias de salir en manifestación a las calles, las que no han podido acudir a la concentración y muchas de las que prefieren, en todo caso, manifestarse a través de las urnas, para escoger a quienes piensan que le pueden representar mejor sus intereses como ciudadano, suelen ser las mayoría del censo electoral. Esta mayoría que acude a votar, todavía, desde hace muchos años no ha puesto su confianza en el PSOE, que ha estado bajando el número de escaños de los que disponía hace años en el Congreso de Diputados para ir cayendo, elección tras elección, hasta la última vez en la que sólo fue capaz de conseguir 84 diputados, con los que intenta gobernar, a trancas y barrancas, debiendo de transigir con la extrema izquierda y los separatistas que son los únicos que, a causa de su rechazo visceral hacia la derecha, estarían dispuestos a cualquier cosa aunque, para evitar que salieran vencedores, tuvieran que continuar apoyando a un partido gobernado por un sujeto sin escrúpulos, dispuesto a enviar a su propia nación, a la bancarrota, con tal de poder seguir manteniéndose en el poder.

Lo que ha sucedido hoy en la plaza de Colón no debería ser más que el principio de una revolución pacífica de los que no están de acuerdo con la forma de gobernar de este ejecutivo socialista, compuesto por una serie de ministros radicalizados, a los que no les importa tener que amoldarse a los caprichos de su líder con tal de seguir aparentando que están capacitados para ocupar los puestos que actualmente tienen asignados. No entendemos que, los escasos valores que siguen en el gobierno y que, realmente, tienen los méritos para estar en él, sigan manteniéndose en su puesto. Borrell y Luque, como ya dije cuando fueron nombrados para sus respectivos ministerios, son unos versos sueltos dentro de un gabinete de sectarios. Si siguen manteniéndose en el Gobierno y no  renuncian a formar parte de un grupo que, lo único que busca es mantenerse hasta el marzo del 2020, esperando un milagro que los confirme en el poder; lo que es previsible que les pueda pasar es que salgan salpicados por los errores de sus compañeros y acaben participando de la vergonzosa derrota que les aguarda. Ninguno de los dos se merece acabar su vida política o profesional con semejante mancha deshonrosa en su hoja de servicios.

La ofensiva iniciada en contra de los fallos del actual gobierno, bajo el tutelaje de separatistas y comunistas bolivarianos, no debe tener solución de continuidad a partir de ahora ya que, en caso contrario, si los socialistas consiguen, ( y lo van a intentar) sembrar cizaña para ahondar en lo que los viene dividiendo, y la fórmula que han empleado para esta convocatoria, sin señales partidistas, se deshiciera por simples intereses de partido, seguramente ni en las elecciones de mayo ni en las que, de una forma u otra, antes o después, vayan a tener que celebrarse, sus posibilidades de dar el sorpaso a las izquierdas y al separatismo, unidos por sus objetivos comunes de acabar con nuestra democracia parlamentaria, van a quedar muy reducidas.

Y es que, al partido socialista le ha sucedido, aunque no quieran reconocerlo, lo mismo que al PP de Rajoy cuando confió en Soraya Sáez de Santamaría para el intento de negociación con los separatistas catalanes. Seguramente, el orgullo de ambas, su egolatría y su confianza en sus posibilidades como negociadoras, las hizo menospreciar a sus adversarios. La primera incluso presumía de sus buenas migas con el señor Junqueras, un zorro viejo que la trataba con mucha consideración, pero que no dejó de intentar llevarla a su redil. La señora Calvo, actualmente en horas bajas, desempeñando un papel ingrato debiendo intentar explicar aquello que no tiene explicación alguna, sobre la figura del “relator”. Los apuros que pasó esta señora con los periodistas, a los que intento explicar, sin éxito en qué consistía y qué misión le correspondía a esta figura en las reuniones entre la representación del Gobierno español y los partidos separatistas catalanes, la dejaron fuera de combate por un tiempo teniendo en cuenta que ella era la encargada de negociar con Torra y sus amigos.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos encontramos ante una situación que, seguramente, podría poner en algún aprieto al señor P.Sánchez aunque, por ahora, no los suficientes para obligarle a convocar elecciones (ya ha venido anunciando que, si era preciso, prorrogaría los actuales presupuestos para seguir gobernando). Otra cosa sería que el día 12, en la discusión de los PGE para el 2019, cuando se votara su aprobación o rechazo por el Parlamento, no obtuviera los apoyos suficientes para sacarlos adelante. Este sí que sería un revés grave al que le sería imposible ignorar y seguir intentando gobernar sin los apoyos necesarios para sacar adelante las leyes que tenga intención de presentar ante la cámara y que, seguramente, serían rechazadas por la oposición. Sin duda alguna, todavía nos quedan unos meses por delante, en los que vamos a tener que seguir con suma atención el desarrollo de los acontecimientos.