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La marcha de Rusia de Siria salva los muebles de su intervención en el Mediterráneo

Rusia vuelve al poder blando

José Luis Orella. La marcha de Rusia de Siria salva los muebles de su intervención en el Mediterráneo. El país árabe es uno de los últimos eslabones que le queda del fenecido imperio soviético, junto a Cuba y Vietnam. La caída del régimen baasista hubiese significado el establecimiento de un régimen islámico favorable a las monarquías del golfo y el fin de las minoráis religiosas y étnicas existentes en el país desde hace más de dos milenios.

La intervención militar rusa ha salvado su presencia en la base naval de Tartus y la base aérea de Jmeimim, y ha asegurado la permanencia de Bashar al-Asad al frente del Estado, como única alternativa ante los yihadistas, sean de Daesh, Al Quaeda o la espada del islam… La permanencia de un fuerte contingente de intervención ruso, por el contrario, contraía tres graves problemas. El fuerte gasto económico, el aumento de bajas en el contingente y mayor enfrentamiento con las potencias occidentales de la OTAN. La salida de Rusia se hace en el momento justo para sostener su imagen de potencia renacida y evitar descubrir sus pies de barro.

Durante este tiempo, el ejército sirio ha recuperado su capacidad de actuación, rearmado por los rusos, entrenado por los iraníes, y auxiliado por millares de voluntarios chiíes procedentes del orbe satélite de Irán, para hacer frente a los brigadistas yihadistas de los suníes rebeldes. A su vez, los kurdos reaparecen como un elemento querido por rusos y norteamericanos, mientras coquetean con un débil poder central sirio y agudizan su tensión contra Turquía.

El poder neoturco de Erdogan, financiado por las monarquías, ha quedado en entredicho por la intervención rusa, y ahora afronta una fuerte revitalización del terrorismo kurdo en su país. Un status quo entre Irán y Arabia Saudí en la región es lo único que puede enfriar sus ansias guerreras, presionados por Rusia y EEUU que quieren reducir los puntos de confrontación. Una futura paz en Siria exige que Arabia y sus aliados pongan fin a su apoyo al yihadismo violento, para que veamos su extinción en Siria e Iraq.

Pero Irán, que vuelve a la escena internacional como “dueña” de los países del Tigris y el Eufrates, debe asegurar lo propio con Hezbollah y otros grupos con respeto a Israel. La paz se juega en las cancillerías y los refugiados serán invitados en Europa a volver para la reconstrucción de sus países y evitar el ascenso de los nuevos populismos.

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