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Diario YA


 

Como era de esperar, los podemitas blasfemos quieren acabar con la Semana Santa. Y nada menos que en Sevilla

Si asaltan nuestros cielos, arrasaremos sus infiernos

Laureano Benítez Grande-Caballero. Y ahora vienen a por Ángela de la Cruz, mi Ángela de la Cruz, la santa de mi Sevilla, la santa de la gente, la santa del pueblo, la sevillana más universal después de la Macarena y la Esperanza de mi Triana natal. Mi Ángela, la santa de los pobres, rescatadora de «la gente de abajo», Ángela de los necesitados, cuyo nombre quieren quitar del callejero estos mamarrachos que pertenecen a una horda especializada no en comedores sociales, ni en hospitales para pobres como mi Ángela, sino en gulags, campos de exterminio, purgas y genocidios; expertos en orgías de totalitarismo y sangre, de horror y miseria, con la que han mandado a los infiernos a «la gente», mientras hablan de rescates, de camaradas, de proletarios, de los parias de la tierra.

Ya lo venía anunciando en artículos anteriores, pero no había que ser ningún profeta para suponer que esta chusma luciferina abriría de par en par las puertas de su infierno en la Semana Santa. Y, claro, han desembarcado en su capital, en su «sancta sanctorum», en mi Sevilla. No se andan con rodeos: directos y al corazón. Cinco concejales pretenden imponer sus blasfemias y su laicidad luciferina a una ciudad como Sevilla: el progrerío contra el tronío, el laicerío contra el señorío, el diablerío contra el poderío de mi Macarena, de mi Esperanza trianera, de mi Ángela de la Cruz.

Ya había advertido que intentarían resucitar las procesiones ateas para provocarnos, pero, dada la obsesión que esta gentuza tiene por la genitalidad femenina, no había caído en la cuenta de que intentarían ir del coro religioso al caño ―perdón, coño― insumiso, organizando una procesión de genitarte, una geniprocesión, otra genifiesta: ya tenemos nuevamente a las madresnuestras haciéndole el juego a Aquel de cuyo nombre no quiero acordarme, como vestales del inframundo, como ninfas del Averno, pues ya en el 2011 organizaban sus aquelarres en la «Complotense» describiéndose a sí mismas como «las nietas de todas las brujas que no pudisteis quemar». Lo que sucede es que, al decirlo claramente, la gente piensa que lo de «brujas» tiene

que ser una simple metáfora. Ya dice la frase que «si quieres esconder algo, ponlo a la vista de todos». Por cierto, estas féminas ―claro antecedente de las madresnuestras coñeras― pertenecían a «Contrapoder», el grupúsculo radikal fundado por… sí: Pablo Heyglesias. Y explico que pongo eso de «Hey» delante porque este señor no se merece el apellido de Iglesias. Además, me parece que a él tampoco tiene que gustarle, y se lo habría cambiado si no fuera por el rédito que le saca a llamarse igual que el fundador del PSOE. Estas madresnuestras inventaron una nueva hermandad en Sevilla, «La hermandad del sagrado coño insumiso», creada por el colectivo «Aquelarre Feminista Sevillano». O sea, que de nuevo ellas mismas reconocen a quién sirven, no estamos tampoco ahora ante otra metáfora del genitarte. Y, claro, toda Hermandad quiere procesionar, y por eso exhibieron una enorme vagina de plástico por las calles de Sevilla los días 10 de abril y 1 de mayo de 2014, llevándola en andas igual que si fuera una Virgen. Se da además la pasmosa circunstancia de que el secretario de la Confederación Nacional del Trabajo (CGT) ―convocante de las manifestaciones en las que se introdujo la procesión blasfema, titulada «Procesión del santísimo coño insumiso y del santo entierro de los derechos socio-laborales»―, era Miguel Sevillano… ¡Vaya apellido!: un verdadero guiño del destino, equiparable al apellido de don Pablo. Y es que esta chusma blasfema hasta con sus apellidos.

Los dos dirigentes sindicales organizadores y las tres feministas que portaron la vagina fueron imputados por la Asociación de Abogados Cristianos. Este año vuelven a la carga, pero más crecidos, más envalentonados, algo lógico si tenemos en cuenta la escalada de blasfemias y persecuciones al catolicismo que esta tribu ha protagonizado desde que pisaron la moqueta del poder. Lógico: para eso les pusieron ahí las élites plutocráticas luciferinas que rigen el mundo, y ellos se limitan a cumplir con su trabajo. Esa procesión diabólica es una medida más de una serie de propuestas que esos cinco concejales quieren proponer para intensificar la laicidad, palabra sagrada para la progresía maligna que atormenta a los católicos de mi Sevilla y mi España: prohibición a alcalde y ediles de participar en procesiones; retirar la condición de autoridad pública al arzobispo; quitar el nombre de calles a religiosos e imágenes devocionales y promover un callejero laico y aconfesional; apoyar la procesión denominada «coño insumiso» en Semana Santa y retirar la denuncia contra los cinco procesados por llevarla a cabo el año pasado. O sea, que el siguiente paso será quitar los nombres cristianos a todos los sevillanos bautizados con uno de ellos. ¿El final? Pues se lo pueden imaginar: una noche de imágenes rotas, de coños abiertos y procesiondos, de pirómanos desatados, de capillas asaltadas. O sea, el Armageddón sevillano.

¿Quién está detrás de estos ataques que tienen como víctimas no solo a los sevillanos, sino a los católicos de toda España? ¿A qué Señor sirve esta batería de medidas anticatólicas? Para saberlo, basta recurrir a la famosa pregunta: «¿Qui prodest?». Es decir: ¿a quién beneficia? No piensen en Pablo Iglesias, aunque sea el lacayo mayor, el primer chambelán de las titirifláuticas de los coños insumisos. Porque aunque la provocación de las vaginas insumisas no sea ningún espectáculo de títeres del genitarte ―puesto que quienes la quieren hacer son de carne y hueso―, estos maléficos personajes son realmente marionetas siniestras manejadas desde el Averno por quien todos sabemos, por quien se «dispintina» a mandíbula batiente al ver cómo sus íncubos y súcubos quieren enseñorearse de las calles sevillanas, de las plazas de España. ¡Qué gran tirititero, pues nadie se apercibe de su presencia, del apestoso olor a azufre que quiere desterrar el incienso y el aroma a azahar de mi ciudad!

Les he llamado de todo, les he descalificado y atacado con tantas frases y adjetivos que cada vez me cuesta más trabajo encontrar palabras nuevas, pero, de esa amplia panoplia, me quedo con la expresión que mejor les cuadra, una expresión que probablemente a muchos les haya podido parecer metafórica, pero que siempre he usado con pleno conocimiento de causa: horda luciferina. Son malencarados, malcriados, maleducados, y ahora les añado el calificativo final: malnacidos: «Pablo, Pablo, Pablo de la rojería. El día que tú naciste, grandes señales había: estaba el Averno abierto, la luna estaba crecida. Rojo que en tal signo nace, nunca entrará en Sevilla». Pablo es «El hijo del blues», la canción de «Mago de Oz», en la cual se dice que «el día que tú naciste nacieron las coliflores, por eso los albañiles llevan zapatillas blancas». Traducido, diría algo así como «El día que tú naciste nacieron las coliflores, y por eso las madresnuestras tienen coños insumisos». Éstas son las mañanitas que cantaba un Rey que yo me sé, de cuyo nombre no quiero acordarme. Mas quien avisa no es traidor, y este conserje de las puertas del Averno ya había dicho que quería «asaltar los cielos».

Muchos creyeron que se refería metafóricamente a la Moncloa, pero yo ya había advertido que era necesario tomar la frase literalmente. Por eso desplegaron sus baterías infernales en Madrid ―de Madrid al cielo―, y ahora están sitiando mi Sevilla con sus madresnuestras y sus orcos, con sus engendros de pesadilla, al mando del Saurón de la coleta. Pero, si de Madrid se va al cielo, desde Sevilla se irán al Averno de donde vienen. Y así también esta horda luciferina podrá decir con propiedad y comprender de una vez lo que significa el lema de mi ciudad: «Nomadejado». O sea: ¡No pasarán! Sí, aquí vienen los ejércitos de Aquel de cuyo nombre no quiero acordarme. Pero en mi Sevilla encontrarán la más deshonrosa de las derrotas, porque si ellos quieren asaltar nuestros cielos, nosotros ―los sevillanos y los españoles― arrasaremos sus infiernos, en nombre de Aquel de cuyo nombre sí me acuerdo: en el nombre de Dios.

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