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Diario YA


 

Recuerdo una anécdota que me sucedió con un político muy admirado entre sus compañeros de profesión

Solo los viejos

Jose Vicente Rioseco. Recuerdo una anécdota que me sucedió con un político muy admirado entre sus compañeros de profesión que define a algunos de estos listos personajes, profundamente ignorantes para el sabio y extraordinariamente capaces para los papanatas que les votan. Durante meses, trataba yo de convencerle para hacer una pequeña transformación en una instalación deportiva (él era el encargado de la “cosa”) sin éxito alguno. Pasados los meses, un día el alcalde visito la instalación y yo le explique los beneficios que aquella pequeña transformación nos traería. Unos días después el político “encargado de la cosa” me llamó para decirme que se le había ocurrido, a él, que se podría hacer una transformación en la instalación que acarrearía muchos beneficios.

La transformación era la que el lector ya se puede imaginar. El “exitosos político” se había olvidado de las veces que yo le había hablado del tema (seguro que ni las tuvo en cuenta) y por supuesto no dijo que aquella idea brillante que él decía haber tenido él, no era más que la “insinuación” que el alcalde le había hecho. Hablando con un amigo, político también, pero hombre capaz, que llegó a la política después de haber triunfado profesionalmente en la vida privada, con dos carreras, profesor de universidad y que habla perfectamente francés e inglés, además de su lengua materna el español, me decía que yo ni me imaginaba el ínfimo nivel intelectual que tienen la mayoría de esos que se llaman clase política.

Y me lo decía una persona que está en el epicentro de la vida política actual, allí en la Villa de la Corte. Aristóteles abogaba por escoger entre los mejores a los dirigentes de la ciudad; y decía el griego: “Y si no quieren se les obligara” Hace unos días, uno de esos personajes, líder en su partido con millones de votos, decía que la causa de la derrota de su partido en Galicia era el voto de los mayores de 45 años; y un compañero suyo achacaba a la ignorancia de los votantes, el que su partido no fuese líder, tanto en Andalucía como en Galicia. A parte del concepto de democracia que demuestran tener personas que son capaces de decir tales barbaridades, lo que a me hace reflexionar, es como personas con estas características, son capaces de alcanzar puestos relevantes en la política española.

No coincido con aquellas personas que dicen que la mayoría de los políticos son unos vagos y torpes personajes que no son capaces de ganarse la vida como la mayoría de los mortales. Ni tampoco con los que creen, que entre los políticos hay más tontos y más amigos de lo ajeno que en la población normal. Por el contrario, creo que la mayoría son listos, activos y honrados. De hecho, la lucha para alcanzar un puesto relevante en un partido político requiere una serie de cualidades que le posibiliten ese triunfo. Generalmente el político que triunfa es una persona lista. Lista, astuta, práctica y que sabe lo que quiere; la mayoría de las veces únicamente medrar. Otra cualidad esencial en el político que triunfa es la capacidad para actuar. Sabe lo que quiere, sabe cómo hacerlo y lo hace. Suelen ser personas con una capacidad especial para moverse bien entre la gente y tienen gran habilidad para captar la realidad.

No analizan las situaciones, pero se dirigen con prontitud a la meta por ellos deseada. Los resultados, los quieren a corto plazo. Piensan en las próximas elecciones más que en el bien de las nuevas generaciones. El político suele ser avispado, perspicaz, sutil y atento a lo que está pasando. Le preocupa lo inmediato y separa los obstáculos que se encuentra sin preocuparles las consecuencias. Suelen tener buena capacidad de síntesis, lo que les favorece el poder actuar con prontitud ante cualquier conflicto. Se adaptan con facilidad al medio en que se encuentran. Son “llanotes”, campechanos y sencillos. Tienen más información que cultura, y son amigos de todos aquellos que a él le pueden beneficiar. Con mucha frecuencia el político esta pagado de sí mismo y cae en la vanidad. Pero esta cualidad no permite que la conozcan la mayoría de sus votantes, y solo los más cercanos a ellos son conscientes de ella.

En ningún caso he dicho yo que el político sea inteligente, ni tenga una razón nítida y clara. Su afectividad suele ser superficial. Sus grandes frases son citas de grandes personajes, de Churchill, de Kennedy, pero pocas veces de Don Quijote. No gozan con el conocimiento pero si con la acción. El mundo de las ideas y de los conceptos es un mundo incómodo para él. Prefiere el mundo de la realidad. No tiene esquemas previos de acción, por el contrario se adapta según el momento a la circunstancia. No tiene capacidad para desmenuzar los temas, escudriñarlos distinguiendo y puntualizando los matices. Sencillamente busca la solución. No son prudentes pero los errores que el déficit de ella les lleva a cometer, saben transformarlos en “victorias” aunque esta les obligue a rectificar la postura que previamente habían adoptado.

No destacan por ser creativos, pero saben escoger las mejores soluciones que otros ya practicaron. Esa capacidad de la que habla Goleman, de mezclar los sentimientos con la razón, corazón y cabeza, solo la manejan en beneficio propio, pocas veces en beneficio de las dos partes. En escasas ocasiones poseen orden, constancia, voluntad y motivación. Las grandes dificultades que encuentran surgen ante ellos mismos por su propia ambición. Más astutos que fuertes, más zorros que leones, sabios lo que se dice sabios, solo lo consiguen los que llegan a viejos. josevrioseco@gmail.com

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