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Diario YA


 

Durante la primavera árabe se asesinaron a unos mil cristianos coptos

Soy cristiano

Monseñor Bashar Mati Warda

Emilio Durán. Durante la primavera árabe se asesinaron a unos mil cristianos coptos, se bombardearon unas cincuenta iglesias y se arruinaron más de quinientos negocios. Todo ello sucedió bajo el silencio cómplice de los medios de comunicación. En este tiempo, millares de cristianos, pero no sólo, porque también miembros de otras minorías religiosas, se han visto obligadas a huir de sus casas para proteger su vida y las de sus familiares del fundamentalismo del Estado Islámico. La última barbaridad cometida contra los cristianos fue la matanza de 148 hermanos cometida en la Universidad de Garissa el pasado 2 de abril, día de Jueves Santo. Todo ello sin contar con el crimen contra la humanidad que supone la destrucción sistemática de vestigios histórico artísticos cristianos o, simplemente no musulmanes, para borrar cualquier huella distinta de la faz de la tierra. Si la matanza de armenios a manos de los turcos puede ser considerado el primer genocidio del siglo XX, como dijo el Santo Padre, la persecución a los cristianos en Siria e Irak podría ser considerado como el primero del siglo XXI.

El Arzobispo de Erbil, Monseñor Bashar Mati Warda durante la homilía del Viernes Santo, dijo, al explicar la situación en la que se encuentran la mayoría de los 300.000 cristianos que aún permanecen en Irak, que “Estamos preparados para el martirio, esa es la realidad de nuestra situación” Lejos de ser una llamada de atención y un grito de socorro, es simple y llanamente la triste realidad en la que viven nuestros hermanos cristianos en la antigua Asia Menor. Todo porque, como dijo el Papa Francisco, en la homilía de Jueves Santo, aún hoy vemos a nuestros hermanos decapitados, perseguidos y crucificados por sus creencias religiosas y todo ello pasa bajo nuestros ojos con el silencio como respuesta.

Observo con consternación y rabia ese silencio cómplice con que la mayoría de los medios tratan estas noticias. Es algo lamentable ver cómo con su silencio, o según de quien se trate, con su difusión, crean muertes de primera y de segunda. En consecuencia, crean ciudadanos de primera y de segunda. Todos vimos a los máximos mandatarios mundiales asistir a una manifestación en respuesta a los execrables y repudiables asesinatos cometidos en París contra los dibujantes y redactores de la revista Charlie Hebdo. Respondiendo de este modo al llamamiento realizado por los medios de comunicación. En cambio, observamos el  silencio por respuesta en el caso de los cristianos perseguidos. Los dirigentes no pueden asistir “motu proprio” y los medios no realizan llamamiento alguno. Curiosamente la mayor parte de esos medios claman por la igualdad de todos los ciudadanos y, cuando tienen la oportunidad de dar una lección de igualdad, faltan a tan preciado valor por no sabemos muy bien qué interés.

Como cristiano que soy, respeto la vida en todas sus manifestaciones y de absolutamente todas las personas, por lo que no puedo concebir que haya medios y gente que son capaces de despreciarla de manera tan miserable. La primera reacción que provocan, unos con sus actos y otros con su silencio, es la de una rabia incontenible, centuplicando mis ganas de levantarme contra ellos y ponerme a su altura con mi mayor vehemencia. No obstante, ese no es jamás el camino a seguir por un cristiano. Y, con gran esfuerzo, contengo mi rabia y con lágrimas en los ojos, me arrodillo a rezar para que todo esto se solvente como debe. Pues, como dice la Biblia en Romanos 21:12 y repite la Madre Prado del convento de las Agustinas de la Conversión que está en Sotillo de la Adrada, hay que vencer al mal con el bien. Cuánto más mal te hagan, más bien debes ofrecer en respuesta. Es muy sencillo de decir y terriblemente difícil de conseguir porque va en nuestros genes eso de revolverte y responder al ataque. Desde que los primeros hombres poblaron la tierra llegaron a un mundo hostil, en el que había que defenderse para no ser devorados. Eso no ha cambiado. Pues hoy día vivimos en una sociedad feroz y agresiva en la que nos enseñan a competir y a ser más que el de al lado, poniéndole si hace falta, la zancadilla para adelantarle. Hay que estar despiertos y alerta continuamente de modo que se hace terriblemente difícil no responder del mismo modo en el momento que se es agredido. No obstante, bien pensado, ese dogma de responder con bondad al mal sería el único modo de ir desterrando la hostilidad, la violencia y la agresividad de nuestras vidas. Responde al mal con bien y, paulatinamente, ese mal que busca un fin, al no encontrar ese fin, se irá diluyendo. Hasta que, de ese modo, se consiga que el mal no tenga cabida en nuestros días. Pero esa lección no es de ahora.

Los cristianos a lo largo de la historia hemos tenido que soportar muchas tropelías. Desde insultos y agresiones a persecuciones o asesinatos por nuestras creencias religiosas. Ahora en nuestros días también, no se vayan a creer, y no nos referimos a gran escala pues, a pie de calle, cuando digo que soy cristiano y que voy a misa todos los Domingos, me suelen mirar como si viesen un extraterrestre y, marchan con una sonrisa de suficiencia en los labios. Aunque a veces den ganas de responder a su suficiencia y falta de respeto, la mayoría de las veces puede la conciencia y no respondo intentando seguir haciendo el bien y yendo de frente con la verdad por bandera. Sirviendo de ejemplo para los demás. Pues es éste un rasgo característico del cristiano. De hecho, ya en la antigua Roma algunos emperadores se sorprendían de los salmos entonados por los cristianos a punto de ser devorados por las fieras y otras aberraciones a las que los sometían por diversión. Esos cánticos provocaban que la reacción del emperador contra el cristiano fuese cada vez más virulenta y vehemente. Otros se reían de la debilidad del cristiano al ser incapaz de defenderse. Confundiendo confianza en Dios con cobardía. De modo que ahí quedaron los martirios de los primeros cristianos que con su fortaleza de ánimo y valentía ante la muerte nos dieron una lección que aún hoy perdura.

Digo que perdura y digo bien. No hay más que ver el tremendo testimonio de los cristianos keniatas cuyos familiares fueron asesinados el pasado 2 de abril, al decir una y otra vez que no buscan venganza y que, aunque el dolor por la pérdida sufrida es inmenso, no dudan en expresar su perdón a los asesinos llegando a pedir que se rece por ellos para que rectifiquen y cambien su actitud. Por todo ello, por esta lección que dan mis hermanos; por esa entereza con que se afrontan las situaciones más adversas; por esa verdad que llevamos en el corazón y por esas lecciones de vida que da el cristianismo, me siento orgulloso de decir que yo también soy cristiano.
 

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