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Los Domingos de Manuel Bru en Diario YA

Una Iglesia más Paulina

Manuel Bru. Venir a Roma, a venerar a los santos apóstoles Pedro y Pablo, es algo que, por mucho que se repita, nunca se exagera. No sólo por poder rezar ante la tumba de Pedro, en la Basílica de la colina Vaticana. O por poder rezar ante la tumba de Pablo, en la esplendorosa Basílica Extramuros de la Ciudad de Roma. Sino porque Roma es Pedro, es la Roca firme de la fe, es la sede donde siempre encontrar al Sucesor del Pastor de Galilea, al Viario de Cristo en la tierra. Porque Roma es la comunión de la Iglesia. Y porque Roma es Pablo, es la multiplicidad de los carismas, es el ardor evangelizador, es el encuentro con los gentiles, es decir, con los alejados, de todo tiempo y lugar, es la misión de la Iglesia.

            Hoy el Santo Padre Benedicto XVI clausura un Año Santo que ha sido una bendición de Dios. Sólo en España han sido incontables los congresos y semanarios organizados para profundizar en la teología paulina, las ocasiones aprovechadas en las parroquias, en las congregaciones religiosas, y en los movimientos eclesiales, para rezar con los textos paulinos, los libros, artículos, documentales y reportajes publicados sobre él, y hasta no pocos los musicales con los que mostrar, desde la belleza del teatro y de la música, la grandeza de un figura como la suya, central no sólo para la vida cristiana y para la historia de la Iglesia, sino desde ellas, para el pensamiento y el diálogo cultural de todos los pueblos de la tierra. Una Iglesia más paulina será siempre una Iglesia más centrada en Cristo, más intrépida, más valiente, más ardorosa, más genuina, más convencida, más auténtica, más misionera, más provocativa. Sólo Pablo, el teólogo de la gracia y la libertad cristianas, el decisivo último apóstol, sabe hasta que punto la Iglesia de este año del Señor habrá luchado para que la lluvia de este tiempo jubilar haya empapado y removido la tierra.

En uno de sus panegíricos San Juan Crisóstomo hizo una original comparación entre San Pablo y Noé, expresándose así: san Pablo “no colocó juntos los ejes para fabricar un arca; más bien, en lugar de unir tablas de madera, compuso cartas y así no extrajo de las aguas a dos, tres o cinco miembros de su familia, sino a toda la ecumene que estaba a punto de perecer”. Dice Benedicto XVI, comentando esta comparación, que precisamente esto es lo que puede hacer aún, y siempre, el apóstol san Pablo. Y que por tanto, acudir a él, tanto a su ejemplo apostólico como a su doctrina, será no sólo un estímulo, sino una garantía, para la consolidación de la identidad cristiana de cada uno de nosotros y para el rejuvenecimiento de toda la Iglesia.

 

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