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Editorial Una Hora en Libertad

Vamos al insulto permanente hacia España y los españoles

Javier García Isac / Una Hora en Libertad. No Entiendo la política española, o quizá porque la entiendo demasiado, la detesto profundamente. Vamos de despropósito en despropósito, de insulto en insulto, de miserable en miserable, de ruina en ruina. Vamos hacia el insulto permanente hacia España y los españoles. Se culmino la traición, la ignominia, la felonía. Artur Mas se echo a un lado para dejar paso al delfín del delfín. Arreglaron en los despachos lo que no ganaron en las urnas.

El nuevo presidente de la generalidad catalana, el inclino Puigdemont, más conocido en los ambientes como el del mocho, se invento una fórmula para prometer el cargo que rompe toda norma y obligación que contiene la ley española. Nuestro presidente de gobierno en funciones, en un mensaje poco tranquilizador, nos aseguro que la ley se cumplirá en Cataluña y que todo el peso de la misma recaerá sobre todos aquellos que la incumplan. No sé por qué deberíamos de creerle ahora. La ley española lleva ya muchos años siendo violada en Cataluña con la permisividad de todos los gobiernos que han pasado por la Moncloa.

Vivimos tiempos difíciles, extraños, complicados, esperpénticos. La legislatura que comienza es un circo de tres pistas donde no falta de nada: Tramoyistas, músicos, ciclistas, tetas, tontos y tontas, imbéciles e imbecilas. Ingredientes que a buen seguro no dejaran indiferente a nadie y ayudaran a una crispación colectiva todavía mayor de la existente en este momento. Pensé que la capacidad de imbecilidad del ser humano estaba ya agotada. Me volví a equivocar. La imbecilidad humana parece no acabar nunca, parece no tener fin. La imbecilidad se ha convertido en un calificativo muy ligado a los tiempos que nos ha tocado vivir. La imbecilidad no es ajena a nuestro día a día y tampoco es ajena a la política española, tan cargada de personajes mediocres, de personajes siniestros, de personajes pusilánimes y de medio pelo.

Solo así se explica que un Don nadie como Patxi López presida el tercer organismo más importante del estado como es el congreso de los diputados. Patxi López o Patxi Nadie se tendrá que esforzar mucho si desea evitar que se repita la payasada del pasado miércoles en el hemiciclo de la carrera de San Gerónimo. Para gran parte de la izquierda de este país, el mal gusto, la vestimenta de mercadillo veraniego y los modales y comportamientos poco ortodoxos y algo rústicos son sus señas de identidad. Están reñidos con la elegancia, el buen gusto y el saber estar. No sé quién es su estilista, ni quien les dice que llevar esa pinta de guarros y exageradamente desaliñados está de moda. Sostengo desde hace mucho tiempo que la izquierda cree ser poseedora de una superioridad moral de la que en verdad carecen.

Desean imponernos sus formas, sus ropajes, su estilo y sus tendencias políticas. Se creen poseedores de la verdad, y los que no piensan como ellos deben ser reeducados y pasan a formar lo que ellos denominan el Bunker. El Bunker puede ser parlamentario o extra parlamentario. Eso es lo de menos. Tenemos que tragar con su visión y tergiversación de la historia y de las cosas. Sorprende ver como aquellos que más nos hablan de libertad, son los que más desean mantenernos callados.

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