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Diario YA


 

Viviendo en el pasado

Paco Ochoa. 27 de febrero.

Viviendo en el pasado. Así se llamaba un precioso disco -portada incluida- que Jethro Tull editó en sus días de gloria. Aquel Living in the Past (1972) era, en realidad, una recopilación de singles bastante recientes y jugaba con un título engañoso. Más de tres décadas después, ha resultado profético. Los mismísimos Jethro Tull han realizado una nueva versión de su histórico Aqualung, Wishbone Ash han recreado su no menos clásico Argus y el gran Lou Reed ha hecho una gira y ha publicado un disco en directo que reproduce íntegramente su esplendido Berlin de 1973. El último, por el momento, ha sido el hiperactivo Van Morrison, que acaba de grabar en directo nada más y nada menos que aquel Astral Weeks que cambió la historia de la música popular hace 40 años.

Un poco de historia. Por aquel entonces, 1968, Van The Man comenzaba su carrera en solitario. No hacía mucho que había dejado a Them y ya había grabado algo por su cuenta -la imperecedera Brown Eyes Girl- pero quedaba la obra maestra. En noviembre de 1968 llegaba a las tiendas Astral Weeks, un disco con un lenguaje nuevo y un  torrente de emociones que parecían escapar de cada surco. Entre el folk sin dueño, el jazz iconoclasta, alguna pincelada de rythm and blues y toneladas de instrumentos acústicos, la voz de Van acariciaba, rezaba, suplicaba y amenazaba en una sucesión de canciones inmensas - Cypruss Avenue, Madame George, Beside You- que dejaban sin respiración y agotaban calificativos. No se vendió mucho, pero a partir de su edición nada volvió a ser lo mismo.

Ahora, el veterano León de Belfast ha vuelto a interpretar íntegramente esta maravilla, en el Hollywood Bowl, rodeado de grandes músicos y con una audiencia entregada. La interpretación es excelente, el sonido impecable y el disco funciona de principio a fin, con dos temas añadidos de la categoría de Listen To The Lion y Common One. Todo fantástico, pero, sinceramente, no le encuentro sentido.

La grandeza de Astral Weeks era su espíritu de improvisación, su voluntad de abrir caminos y la sorpresa que causó en aquel otoño de 1968. Todo eso se ha perdido, quedan la belleza de partituras e interpretación, pero me parece absolutamente gratuito a estas alturas del siglo XXI.

Por supuesto que sigo oyendo Astral Weeks y lo haré mientras siga en este mundo de nuestros pecados. Pero he escuchado, escucho y escucharé el primero y único. Las copias, aunque sean del propio autor, nunca se pueden comparar con el original.

 

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