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Diario YA


 

¿Generación perdida?

Luis Ortega. Quizás no debiera ser yo quien estuviese detrás de estas líneas. Quizás no soy el más indicado para estarlo. Pero ¿Quién sabe algo a ciencia cierta en un tiempo tan confuso como el nuestro?
En innumerables ocasiones he escuchado aquello de que “formo parte de la generación perdida". No. No creo que tal generación exista. España, Europa, el Orbe entero está perdido. La juventud; esa juventud a la que tristemente pertenezco, sigue siendo la misma juventud “cauta, pálida y escurridiza" de hace siglos. La sociedad democrática con la que soñaron nuestros ancestros se ha convertido (de la mano de las urnas) en una férrea dictadura de lo pasajero y de lo relativo. Esa filosofía que proclama “que todo es discutible", que intentaron derribar nobles idealistas volcando su pasión y sus esperanzas no ha hecho sino asentarse día a día desde hace décadas.
Y este idílico sistema progresista que gira a nuestro alrededor nos obliga a abandonar nuestro estilo y, para mayor ludibrio, a meter nuestros corazones en el congelador:
“Se os da libertad para elegir el camino que queráis, pero si escogéis el camino de la Vida Eterna moriréis de asco y soledad, porque muy pocos lo escogen y está muy mal visto"... “Puedes tener las ideas que quieras, pero si no respetas la Constitución eres un fascista y un retrógrado" ... “Tranquilo, ya no se queman las iglesias. Ahora quemaremos tu alma y te exprimirán hasta la última gota de espiritualidad" ...“Cada uno puede expresarse cómo y dónde quiera, pero antes te enseñaremos a pensar y a censurar lo políticamente incorrecto. La televisión hará el resto" ...  “Profesad la fe que queráis, pero no olvidéis que el dinero es el único Dios, " ... Un largo etcétera precede a estos sencillos ejemplos.
Pero hay jóvenes que queremos crecer, creer, conquistar, superar, abrir puertas y ventanas hacia el horizonte de nuestra poesía siempre inacabada. Tenemos sed de Historia. Sed de Imperio. Sed de gloria. Y cando llegue nuestra hora y perfume nuestros cuerpos el dulce aroma de la muerte, confiar en que nuestra Patria celestial está cercana.
Sin embargo la inclusiva y acogedora partitocracia nos deja al margen, nos aparta, nos elimina y censura porque no pensamos lo que ella piensa, porque sentimos la vida. Porque nos brotan rosas del alma y sabemos que lo esencial es invisible a los ojos.
Las dos posturas económicas, políticas y sociales que han dominado y dominan la Tierra desde hace tiempo (que aun vendiéndose como opuestas son bien análogas) constituyen en sí mismas un inicuo y salvaje materialismo que enarbolando las banderas de la Libertad y del Progreso, oprimen y suprimen al individuo y lo convierten en un gélido número engendrador de números aún más gélidos.
Es triste. Es muy triste que quien abandone el  rebaño y no quiera ser oveja, sino humano, sea tachado de lobo.
No. No hay ninguna generación perdida. Hay una España perdida al borde del suicidio.  Olvidamos que una Patria no es una lengua, ni una raza, ni un conjunto de ríos, tierras y hombres, sino que permanece unida por una fuerza de índole muy superior llamada destino. Destino al que estamos llamados todos. Olvidamos que sobre nosotros hay inscrita en los luceros una empresa común, histórica y universal que realizar. Miremos hacia dentro, hacia nuestra esencia más íntima, hacia nosotros mismos. Y encontrémonos, por supuesto.
Ya es hora de que unidos, libres y fuertes seamos los únicos señores de nuestro futuro y de nuestro pasado (tan manchado, confundido y adornado por faramallas, sofismas y falacias diversas).
Como joven y como español creo que debemos rescatar la figura del hombre como portador de valores eternos, y rescatar el entusiasmo de una juventud cruel y apagada. Esa es la misión colectiva que nos toca asumir en estas sórdidas horas de perdición. Que no se nos recuerde ni como la generación, ni como la España perdida.

 

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