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Diario YA


 

desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos el espejo de lo que fueron los últimos días de la II República

¿La izquierda piensa formar un nuevo Frente Popular contra la derecha?

Miguel Massanet Bosch. Supongo que muchas personas pueden considerar que dedicar unos momentos a reflexionar puede ser algo inútil, aburrido y poco práctico. No se trata de emular a Sócrates, Descartes, Platon o Aristóteles ni tampoco pretender ponerse a la altura de Einstein o del mismo Stephen Hawkins, los grandes genios pensadores de los últimos tiempos; no, señores, basta simplemente con intentar poner orden en nuestras ideas, intentar separar el grano de la paja y pasar por el cedazo el cúmulo de informaciones que, cada vez con más intensidad y cantidad, vamos recibiendo del Mundo que nos rodea. En ocasiones no resulta tarea fácil el conseguir descubrir lo que, de verdad, se oculta detrás de una oferta política; resulta problemático enfrentarse a una opinión ilusionada por un proyecto que les puede resultar original, simpático y lleno de ética, pero que puede encerrar trampas peligrosas. A este tipo de reflexiones me refiero, a estas cotidianas de las que puede depender que, una decisión, resulte acertada o errónea, que un voto contribuya a que, quienes nos van a gobernar, lo hagan acertadamente o sus errores nos conduzcan a situaciones de grave peligro o de que, una decisión que afecta a nuestra salud, sea la adecuada o la pifiemos.

Y es que, señores, uno a veces practica este ”vicio”, feo para algunos, de intentar comprender el por qué de lo que parece que se ve venir, si Dios no lo remedia, en esta España en la parece que los partidos y corpúsculos de izquierdas parecen brotar con lo misma rapidez que los hongos cuando la humedad y la falta de viento se lo permite. No puedo resistirme a acudir, una vez más, a la historia y recordar la firma que, el 15 de enero de 1.936, un mes antes de las elecciones, firmaron los distintos grupos de la izquierda republicana, para acabar con el Gobierno de derechas elegido en noviembre de 1.933. Firmaron el pacto: Izquierda Republicana; Unión Republicana; el PSOE, la UGT; las Juventudes Socialistas (de Carrillo), el PCE; el Partido Socialista próximo a los moderados de la CNT (creado por A.Pestaña) y el POUM (los marxistas adictos a Trotski); el resultado de esta operación fue el nacimiento del Frente Popular, un calco de los frentes populares que, con tato éxito, la URRS había organizado en todas las naciones en las que el PC tenía fuerza suficiente.

No queda más remedio que ver un cierto paralelismo entre la tesitura a la que se tuvo que enfrentar el jefe del Gobierno de derechas, señor Portela Valladares, y la a la que va a tener que hacer frente don Mariano Rajoy, si se consuma lo que parece cada vez más evidente, un avance de las izquierdas a causa del descontento de una parte importante de nuestra ciudadanía; debido, en gran parte, a la falta de explicaciones del Gobierno; a su inmovilismo ante determinados desafíos separatistas; a su retraso en cumplir con las promesas que hizo en su campaña electoral, por el temor de que la oposición, en minoría, no se alborotara ( algo que resulta poco menos que incomprensible con una mayoría holgada, como la que dispone en las dos cámaras) y, a su retraso en combatir el desempleo. Todo ello apenas a un año de las próximas legislativas.

No es que sea sólo fruto de nuestra imaginación, porque los movimientos de ciertos partidos de izquierdas, como la IU del señor Cayo Lara, que está viendo que le ha salido una competencia muy peligrosa con Podemos, ha movido ficha para intentar pactar con el señor Pablo Iglesias, para lo que ha encargado al diputado Alberto Garzón “la responsabilidad de asumir la dirección de la Secretaría Ejecutiva, desde donde negociará un "proceso constituyente" para España, con formaciones políticas como Podemos.”, según ha publicado la prensa. Un primer paso, que puede que signifique más que la absorción por IU de PODEMOS, lo diametralmente opuesto. Por otra parte, todo indica que ninguno de los tres candidatos que se disputan la Secretaría General del PSOE, vaya por el camino de la centralización del partido, antes bien, todo hace pensar que ninguno de ellos va hacia ello y tampoco, sea cual sea el elegido, parece que vaya a tener el “sentido de Estado” que el señor Mariano Rajoy les está pidiendo.

El panorama electoral, a la vuelta de la esquina, vuelve a situar al PP solo ante el peligro y con el riesgo, más que posible, de que deba hacer frente a una coalición de izquierdas, dentro de la cual nadie debería extrañarse que quisiera participar la ERC del señor Junqueras, si se les dieran garantías de que tendría el apoyo para pedir una reforma constitucional, que les permitiera obtener su ansiada independencia de España. El problema para el PP es que ha ido perdiendo todo el apoyo que se le otorgó el pueblo el 20N del 2011M; no tanto por las reformas que se ha visto obligado a llevar a cabo, sino por sus miedos a equivocarse y su obsesión para no hacer nada sin consenso, lo que, conociendo como se las gastan las izquierdas –que no aceptan la derrota por muy democrática que sea y, desde el día siguiente a las elecciones no han hecho otra cosa que intentar por todos los medios, legales e ilegales, derribar al legítimo gobierno de España – no ha sido la mejor opción que podría tomar.

El peligro de que se forme, en España, un nuevo frente popular de izquierdas, incluso con la participación de un PSOE, que sabe que, de otra forma, salvo que el nuevo Secretario general consiguiera el milagro (algo que no parece probable, sus resultados pueden llegar a ser incluso peores que los conseguidos en las dos últimas consultas; nos sitúa ante un panorama que nos recuerda tiempos pasados en los que, España, fue ingobernable, que se tomaron decisiones que nos situaron a los pies de los caballos y que, todas las pretendidas mejoras sociales para el pueblo, no fueron más que un espejismo que no tardó en desvanecerse cuando la crisis de las subprime americanas, nos devolvió a la realidad. Y lo peor del caso es que no vemos el medio de que, de aquí a las próximas elecciones (dando por descontado unos malos resultados en las municipales) legislativas, el PP logre dar un vuelco a la situación.

De hecho, se empiezan a notar movimientos entre lo que podríamos designar como barones del PP. La misma María Fernanda Rudí, uno de los activos de calidad del partido de Fraga, una mujer que nunca se salía de la ortodoxia del partido, ante el desbarajuste que se está formando dentro de la formación, ya ha querido advertir al PP que “ha arraigado una imagen de corrupción” que debe combatir “con determinación, transparencia y ejemplaridad”. Ha pedido a su partido que reflexione sobre los resultados de la europeas del 25 de mayo, exigiendo “renovación”, regeneración y “transparencia”, añadiendo que se debe evitar que “unos pocos se queden con lo que es de todos”. Ha insistido en que se “refuerce el perfil ideológico”. Ni más ni menos que lo que le venimos pidiendo, al señor Rajoy, aquellos que vemos, con incredulidad, como el legado del señor Aznar se va yendo por el desagüe de la alcantarilla.

Existe una parte importante de los españoles que no acabamos de creernos que el partido al que votamos, esté dejando que se le vaya de las manos aquel capital de confianza que consiguió cuando los españoles lo auparon al poder. Los mismo que vemos como, paso a paso, las izquierdas están logrando posicionarse para el asalto al poder, ante la aparente indiferencia de nuestros actuales gobernantes que, o no saben como reaccionar ante el nuevo vuelco de la sociedad o han decidido ignorar las amenazas hasta que concluya la legislatura, algo que sólo puede entenderse como una grave dejación de responsabilidades. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos el espejo de lo que fueron los últimos días de la II República.

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