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Diario YA


 

convencernos a los españolitos de a pie que cautivas y desarmadas las tremendas secuelas de la lamentable gestión económica zapateril, las fuerzas liberales había alcanzado sus últimos objetivos

¿Milagros económicos peperos o el timo del crecepelo?

José María Carrera*. Desde que comenzó la precampaña electoral, las terminales mediáticas del Gobierno del PP se afanaron en conseguir el más difícil todavía, como era convencernos a los españolitos de a pie que cautivas y desarmadas las tremendas secuelas de la lamentable gestión económica zapateril, las fuerzas liberales había alcanzado sus últimos objetivos y por tanto, la crisis ha terminado.

Da igual que el receptor del mensaje, un padre de familia de la casi extinta clase media, siguiera en el comedor de caritas, o que el ama de casa llevase a los niños al Ikea a hacer la única comida al día que podía ofrecer a sus hijos y que consiste en compartir las doce albóndigas de nombre impronunciable que los almacenes suecos ofrecen a 1 euro. Da igual que la mitad de los jóvenes españoles no tengan empleo, la tasa de paro supere el 20% y la precariedad laboral haga que se trabaje para sobrevivir en el sentido más estricto de la palabra. La crisis ha terminado y punto. Y estos días nos desayunamos con la ministra Fátima Yáñez, que nos informa que el Gobierno va echar mano de nuevo en 2016 del fondo de la Seguridad Social, es decir, de la hucha de las pensiones. 6.200 millones de euros más, que sumados a los anteriores 37.700 millones, suman la friolera de casi 44.000 millones de euros, o lo que es lo mismo, la mitad del fondo de las pensiones. Uno cree que si la crisis ha terminado y suben tanto las afiliaciones ese fondo crecería, pero mire usted por donde, no.

El Gobierno pese a la subida de las afiliaciones más las previstas en 2016, se ha pulido en esta legislatura la mitad, si la mitad de lo ahorrado en ese fondo. ¿Por qué será? A eso le unimos que la deuda pública, lo que España debe, está en el entorno del 100% del PIB , de los dineros que generamos. Dijo el señor Rajoy, que cualquier ama de casa, sabe que no debe gastar más de lo que ingresa, sin embargo el déficit público del estado parece incontrolable y se sigue gastando más de lo que se ingresa fundamentalmente porque aquí nadie es capaz de sujetar el desbocado gasto autonómico. Pues menos mal que la crisis quedó atrás... Y muchos echan la vista atrás y piensan en la cacareado milagro Aznar, que con Rato a la cabeza, y en situación similar, en cuanto a la lamentable herencia socialista, "sacaron" a España de la engorrosa situación que se encontraron. Y uno, sin saber mucho del tema, observa que el "milagro" se hizo en parte, a base de vender las joyas de la corona, empresas públicas de alto valor estratégico, que aportaban ingresos y a la vez garantizaban servicios públicos básicos, se sacaron 30.000 millones. Qué curioso. Estos gobiernos siempre privatizan los beneficios y nacionalizan las deudas (sanear la banca creo que lo llaman ahora).

La otra parte fue vender la soberanía a Europa a cambio de los fondos estructurales. Pero a mí eso me suena a pan para hoy y hambre para mañana...por lo menos para las cuentas españolas, que obtienen un incremento en sus balances importante el año en que se vende la empresa, pero cuyos saldos al año siguiente vuelven a los ingresos anteriores a la venta, pero con la empresa pública privatizada, en manos de algún viejo compañero de pupitre, y habiendo perdido el poder en sectores que afectan a la vida cotidiana y bienestar de los españoles. Pero él hambre para mañana no ha sido precisamente para el señor Aznar que posteriormente fichó por la eléctrica que el privatizó a razón de 200.000 euros año, sino que ha sido para todos los españoles pagan hoy un 80% más del recibo de la luz que cuando el Estado participaba esta empresa. Este dato no es poca cosa, porque no es solo el rejón que supone a las maltrechas familias en crisis, sino también a la factura eléctrica de las empresas, que hace que una compañía pague un 64% más en Burgos que en Kentucky (EEUU). Luego dirán que la falta de competitividad es evidentemente, culpa del trabajador, claro. Y de milagro, nada.

Conclusión. Que se observa en la gestión económica, tanto de Rajoy como de Aznar, ciertos puntos en común para "arreglar" sus respectivas y tremendas herencias socialistas. Ninguno de los dos tomó medidas que pudiesen generan un tejido productivo firme que pudiera permitir a España crecer, pero crecer de verdad, a los trabajadores también, y ser capaz de resistir futuras épocas de vacas flacas. Ninguno de los dos se enfrentaron al sistema productivo impuesto por Bruselas, no regeneraron el tejido industrial y fiaron nuestro futuro a los ingresos de un turismo cada vez más de borrachera y sexo y que nos convierten no ya en la Florida de Europa, sino en la Gomorra de Occidente.

Tampoco se tomaron medidas respecto a la tremenda dependencia energética del exterior que España tiene, ni ninguno de los dos tocaron el sistema autonómico, auténtico tragadero sin fin de gasto sin control, cueva de corruptelas, sostén del ingente número de políticos que padecemos, y creador de desigualdades y debilitador de la unidad de España. Uno, vendió empresas públicas, el otro mete al país en deudas inasumibles. Uno jugo con una burbuja inmobiliaria para subir vía impuesto de transmisiones, los ingresos públicos de forma puntual, el otro mete mano a la caja de los pensionistas hasta pulirse la mitad de lo ahorrado, en solo una legislatura.

En resumidas cuentas, de la crisis no nos están sacando los políticos, de la crisis se saldrá por los titánicos esfuerzos de las familias españolas, breadas a impuestos, destinados a sostener un gigantesco entramado burocrático repleto de poltronas, en donde los políticos de uno y otro signo, se ponen de acuerdo, sacan partiditos nuevos para que los votos que pierden por su nefasta acción de gobierno, les reviertan en forma de pactos con las "fuerzas emergentes", lo que viene a ser "cambiarlo todo para que nada cambie". Démonos cuenta de una vez, que no se trata de cambiarle el collar al perro, se trata de una renovación total del estado de las cosas. Un replanteamiento individual de cómo estábamos y como estamos ahora. De lo que fuimos y de lo que queremos ser. No tener miedo a reflexionar ni miedo a los hombres del saco que nos sacan cada 4 años para que votemos con la nariz tapada o nos mantengamos en la abstención. Y sobre todo, no tener miedo a la reacción ni a ser valientes para decir lo que pensamos y vivir conforme a ello. Esto es una responsabilidad de cada uno de nosotros. Y así, solo así, podremos sacudirnos nuestros males, cambiar el futuro terrible que se avecina y sobre todo, dejar de vivir como una nación de cobardes y recuperar la dignidad de una vez. Que ya es hora.

*José María Carrera es miembro de Alternativa Española (AES)

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