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Diario YA


 

En España tenemos varias castas: la militar, la religiosa, la política, la sindical y la universitaria

Podemos, casta universitaria

Ramiro Grau Morancho. Abogado, Profesor Universitario de Derecho y Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. En España tenemos varias castas: la militar, la religiosa, la política, la sindical y la universitaria, fundamentalmente.
          El grupo dirigente de Podemos, es decir, la célula neocomunista que utiliza ese banderín de enganche de los descontentos, parados, marginados, en que se ha convertido el nuevo partido, es también casta, concretamente casta universitaria, que hoy por hoy es la peor que hay en España.
          En efecto, las universidades públicas han sido ocupadas por los partidos y sindicatos de izquierdas, y tanto el profesorado como el personal de administración y servicios, PAS, proceden en su mayor parte de esas militancias, ya que el acceso está fuertemente politizado y sindicalizado.
          Hoy por hoy es prácticamente imposible que una persona de derechas pueda acceder a puestos relevantes en el tinglado universitario, por lo menos si lleva su militancia de forma pública.
          Estamos ante una dicotomía: las universidades públicas, cada día peores, son el caldo de cultivo de las izquierdas, mientras que las universidades privadas son en su práctica totalidad de grupos religiosos o pseudoreligiosos, ideológicos, etc.
          Vistos los curriculum de los directivos de Podemos, hechos por ellos mismos, y por lo tanto bastante exagerados –siguiendo la tradición universitaria-, lo cierto es que se trata de un grupo de mediocridades, intelectualmente hablando: un simple profesor titular, Monedero, un interino, Pablo Iglesias, una asociada, Carolina Bescansa, que a pesar de llevar más de veinte años en la docencia ha sido incapaz hasta de obtener una simple titularidad de escuela universitaria, un becario de los que cobran pero no investigan nada, como Errejón (disfrutando de una beca en Málaga, pero viviendo en Madrid, a 530 kilómetros de distancia de su “trabajo”, que no se trata de investigar, sino de “disfrutar” de la canonjía), etc.
          En resumen, un conjunto de personas bastante incompetentes, y lo digo con conocimiento de causa, pues he sido profesor asociado a tiempo completo durante casi una década en una universidad pública, y actualmente soy docente en universidades privadas…
          Como decía una vieja compañera, sólo respetan la universidad las personas que la desconocen, pues quienes trabajamos en ella sabemos perfectamente las múltiples carencias y problemas que la Institución padece, cada día más.
          Esas universidades públicas, fabricas de parados, se han convertido en el caldo de cultivo de los nuevos virus filocomunistas, de los que Podemos es un claro y fiel exponente.
          ¿Tiene futuro Podemos? En un país normal, no, pero en España dónde si los tontos volaran no veríamos el sol, creo que sí.      
          ¿A quién le amarga un dulce? Si los emigrantes van a recibir una paga mensual, simplemente por venir a España, el salario mínimo se va a incrementar notablemente, como en Grecia, no hará falta cotizar para poder cobrar una pensión, y los que impaguen sus hipotecas no serán desahuciados, el número de personas que les van a votar, será muy elevado, seguramente de varios millones de personas.
          Pero por desgracia, no es lo mismo predicar que dar trigo. Y si estos indocumentados llegan algún día al poder –Dios no lo quiera-, veremos rápidamente como nos vamos transformando en Venezuela o Argentina, dónde “suicidan” a los fiscales incómodos con el poder. Claro que aquí en fiscal jefe de Lugo también se “suicidó” recientemente en circunstancias misteriosas…
          En fin, no creo que esta casta universitaria pueda sacarnos de la situación en la que estamos. Nunca he oído ni leído ninguna crítica al sistema universitaria, y no me extraña: ¿quién critica la casta de la que forma parte?
          Como dice don Plinio Apuleyo Mendoza en su libro “Fabricantes de miseria” (Ed. Plaza Janés, Barcelona, 1999, pág. 313): “Nuestras universidades, en el siglo que se avecina, también deben afinar sus objetivos, sus métodos y su filosofía de trabajo, hasta que cumplan la función para la cual fueron creadas. Las universidades no deben seguir siendo cámaras mortuorias en las que se mantienen artificialmente vivas ciertas momias ideológicas, como el marxismo, pulverizadas por la realidad…
          Es estremecedor saber que contamos desde hace siglos con universidades que n investigan, que no piensan con originalidad, que apenas tienen conexión con el entorno social en el que existen, y que ni siquiera alcanzan una calidad media aceptable. Es tremendo que, como regla general, además de prestar tan pocos y tan malos servicios, exijan autonomía para no rendir cuentas a quienes sufragan sus gastos y cultiven una especie de aislamiento corporativo que las separa aún más de la sociedad”.
          

 

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