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José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

de Wernicke

¡Ay, amor! abre la temporada de la Zarzuela

Luis de Haro Serrano

El Teatro de la Zarzuela, tras el fallido intento de comenzar la nueva temporada con la versión de concierto de “La Tempranica” dirigida por Frubeck de Burgos, por una inoportuna indisposición física suya, ha tenido que recurrir al, ya programado espectáculo ¡Ay, amor!, preparado hace diez años por el fallecido director de escena alemán Herbert Wernicke (1946-2002), realizado en esta ocasión por su ayudante el belga Wendeling Lang, basado en las conocidas obras de Manuel de Falla “El amor brujo” y “La vida breve”, que se completa con tres conciertos, Miguel Poveda, Tomatito y Mariola Cantarero,que girarán en torno al fondo de su contenido general.

Wernicke lo concibió sobre la base de estas dos obras, completadas con una serie de poemas de carácter popular, recitados o cantados, que le ayudan a profundizar en esos conceptos tan inseparables que conforman el amor y el dolor. La primera de ellas se ofrece en su primera versión. La que con el título “Gitanería” se estrenó en 1915 en el Teatro Lara de Madrid, con libreto firmado por el empresario y director del mismo, Gregorio Martínez Sierra, a pesar de que, como es de sobra conocido, la autora fuera en realidad su mujer, Mª de la O Lejarraga. Pastora Imperio completó el cuadro de intérpretes. El propio Falla, dadas los escasas dimensiones del foso del teatro se vio obligado a reducir el número de miembros de la Orquesta, limitándolo a solo catorce instrumentistas, dejando prácticamente sola a Pastora Imperio en el escenario. Poco después el compositor revisó de nuevo la parte orquestal y movió el orden inicial de los números para la versión, no definitiva todavía, de 1925 en la que intervino el ballet de “La Argentina”. En 1987 volvió a ser revisada de nuevo para su presentación en el Festival Falla del Teatro La Fenice de Venecia. Wernicke la ha concebido con una visión en la que la gitana hace un pequeño doblete con su personalidad, convirtiéndose en dos personajes, uno que actúa bailando y otro que lo hace cantando.

Una idea bastante discutible, como la concepción de un escenario inclinado sobre el que aparecen los tópicos de la guitarra y el torero, los niños que juegan al arte del toreo, el reloj que marca las sombrías horas de la soledad o los penitentes que intentan reflejar la tragedia por la muerte del torero o la alegría del sonido de las campanas al amanecer, todo enmarcado con el fondo del telón negro y un escenario demasiado desnudo que no hace nada más que aportar frialdad y asepsia a la acción , cuando lo que la obra necesita es todo lo contario A todo ello se une el frío trabajo del director musical, Juanjo Mena, al frente de la ORCAM, demasiado impreciso en el exquisito pasaje romántico situado al final del 2º cuadro “Las campanas el amanecer”. “Ya está clareando el día”.

El matiz cambió, afortunadamente para bien, en “La vida breve”. La ópera en un acto que obtuvo el primer premio del Concurso convocado en 1904 por la Academia de Bellas Artes –dotado con 2.500 pesetas de premio, 70% para el compositor y el 30 para el libretista- que ambos decidieron centrar su acción en Granada para sacar a la luz la magia del Sacromonte, así como la poderosa fuerza y expresividad de los cantos gitanos, evocando sentimientos de temor, alegría, esperanza, tortura, vida o muerte.

En esta segunda parte destacaron las intervenciones de Lola Casariego (Salud), Milagros Martín (la abuela), José Ferrero (Paco), Enrique Baquerizo (tío Sarvaor) y, sobre todo el director musical Juanjo Mena, que, gracias a su entrega, fuerza y entusiasmo consiguió que la orquesta realizara una extraordinaria versión de esta “Vida breve”, muy apoyado por la fuerza del coro dirigido por Antonio Fauró, guitarristas y cantaores, que no precisaban para nada del auxilio de la megafonía para dar a conocer la belleza de sus extraordinarias voces. La actuación del cuerpo de baile podría haber resultado más lucida si Natalia Ferrándiz hubiera elegido para sus movimientos una coreografía más creativa.

Como enlace o complemento de este ¡Ay, amor! se han organizado dos interesantes exposiciones; en el propio Teatro de la Zarzuela y en la cercana Academia de Bellas Artes de San Fernando.