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José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

70º años de la victoria de Krasny-Bor

¿Para cuándo la concesión de una condecoración militar colectiva para la División Azul?

Pablo Sagarra Renedo. La historia de España está cuajada de acontecimientos trascendentales dignos de reconocimiento. Los hay también poco edificantes. Ni unos ni otros deben ser olvidados. Hoy vamos a rememorar uno de los primeros: la batalla de Krasny-Bor. El 10 de febrero de 2013 se cumple su setenta aniversario.
¿Por qué recordar una batalla? Porque cuando uno echa la vista hacia nuestra historia comprueba cómo España, guste o no, se ha forjado, en gran parte, a través de guerras, campañas militares, invasiones y conquistas, batallas y combates. Estos acontecimientos guerreros, victoriosos o no, fueron protagonizados por nuestros ejércitos en suelo patrio o en el extranjero y algunos alcanzaron repercusión universal como las Navas de Tolosa, Lepanto, Rocroi, la conquista de Orán, Bailén…
En el convulso Siglo XIX, a partir de la guerra de la Independencia contra el invasor francés y de la pérdida de nuestros territorios de Ultramar, y dejando al margen las guerras de emancipación de Cuba, Puerto Rico y Filipinas y la Guerra de Marruecos, nuestras armas no combatieron en el extranjero salvo por medio de ciertas expediciones militares, caso de la célebre del Marqués de la Romana en Dinamarca en compañía de las tropas napoleónicas o las expediciones más olvidadas de Gutiérrez de la Concha en Portugal, Fernández de Córdoba en Italia, la expedición de la Cochinchina, la de Prim en México, la campaña del Pacífico (los combates del Callao) y alguna otra de carácter más científico y explorador como fue la ocupación de Río de Oro en el Sahara Occidental. Lo mismo ocurrió durante el siglo XX, en el que, fuera de las irregulares campañas en nuestro Protectorado marroquí, nuestros ejércitos no han combatido allende nuestras fronteras, gracias a Dios, por otra parte, porque eso significa que España se ha librado de las dos grandes guerras que asolaron Europa y el resto del Planeta. Y así fue hasta 1991, cuando unidades militares españolas comenzaron a participar en Misiones Internacionales de Paz en Bosnia-Herzegovina. A partir de aquel momento y hasta la actualidad, en pleno siglo XXI, ha habido presencia de las Fuerzas Armadas de nuestro país en múltiples lugares desde los Balcanes hasta Afganistán pasando por Irak o el Líbano.
En estos 200 años, la mayoría, pues, de las batallas y guerras se han librado, por desgracia, en nuestro territorio y entre españoles. En algunas de ellas nos hemos regodeado, acaso demasiado. Sin embargo, en suelo extranjero y por lo que al siglo XX se refiere descuella en solitario, en la década de 1940 y en el marco de la anteriormente señalada Segunda Guerra Mundial, la campaña de la División Española de Voluntarios, comúnmente conocida como la División Azul. Desde el punto de vista militar conviene recordar que la División Azul supuso la renovación de la presencia militar de España en Europa por primera vez desde hacía casi 100 años cuando el general Fernando Fernández de Córdova comandó en 1849 la expedición enviada a Italia en ayuda del Papa Pío IX, reivindicada expresamente por los voluntarios de la División Azul en su periódico de la Hoja de Campaña (vid. Editorial nº 12, de 18 de enero de 1942).
Por encima de todos los hechos de armas protagonizados por la famosa División Azul, sobresalen los combates de Krasny-Bor. Conviene recordarlos y conviene seguir investigando y publicando sobre ellos para conocerlos mejor y valorarlos más. No hay espacio aquí y ahora para extenderse en los prolegómenos ni en el marco de la batalla. Debemos ir al grano, al corazón del sector guarnecido por el reforzado Regimiento 262º que desplegaba en el poblado de Krasny-Bor y sus aledaños, en el extremo oriental del dispositivo de la División Azul obturando las líneas de comunicación, férrea y de carretera, que unían las dos grandes capitales soviéticas, Moscú y Leningrado. Aquel miércoles 10 de febrero de 1943, tras una preparación artillera descomunal, inimaginable hasta para los veteranos de la Guerra Civil española, fue atacado aquel sector por una masa de maniobra y de reserva equivalente a cinco Divisiones rusas de Infantería apoyadas por aviación y unos 80 carros de combate. El rodillo soviético consiguió hasta cierto punto la sorpresa y avanzó con brutalidad rompiendo la línea española por algunos puntos. Pero fue tal la resistencia ofrecida por el conjunto de fuerzas empeñadas en la batalla, que la penetración enemiga, al final del día, acabó siendo contenida sufriendo entre sus filas más de 11.000 bajas. El precio fue alto ya que sucumbieron unos 1.100 españoles, 200 fueron hechos prisioneros y hubo más de 1.500 heridos, alguno de los cuales fallecería días después. No cabe ocultar que el despliegue de la División Azul era desfavorable por lo extenso y por su escasa profundidad pero, a pesar de ello, la defensa numantina de los divisionarios, fiel reflejo de su espíritu de combate, su elevada moral y su eficiencia bélica, pudo frenar el ataque ruso.
En el cosmos del frente del Este, ciertamente, Krasny-Bor, es una batalla menor. Pero para España no lo es, tal y como las investigaciones realizadas por diversos historiadores como Carlos Caballero y Salvador Fontela, han puesto de manifiesto. Tras conocer el marco estratégico y el desarrollo táctico de esta batalla cabe ratificarse en su gran importancia para la historia de España. Fue una auténtica victoria, la única de esta naturaleza que han obtenido fuerzas españolas durante el siglo XX contra un ejército regular extranjero. No es atrevido pues el calificativo de victorioso aplicado a Krasny-Bor. Dados el objetivo estratégico buscado por los soviéticos –que pretendían romper el frente alemán aniquilando al 18º Ejército-, el desarrollo táctico de los combates, y los resultados obtenidos al final de la batalla, pírricos en avance territorial y cuantiosos en bajas humanas y materiales, no cabe otro calificativo para esta batalla que el de la victoria, a pesar del enorme quebranto sufrido por la División Azul –más de 1/5 parte del total de bajas de la campaña-. Aunque sea una victoria de las que no brillan en los libros de historia, porque no fue ofensiva y porque además, al final de la Segunda Guerra Mundial, la Wehrmacht en la que se encuadraba la División Azul, fue vencida y el régimen nazi destruido sufriendo todos sus componentes el estigma de la derrota.
Al margen de tópicos y de anacrónicos politiqueos de baja estofa, es hora de hacer valer en esta España nuestra tan necesitada de buenos ejemplos, la victoria defensiva que consiguieron nuestras armas en Krasny-Bor. Los voluntarios de la División Azul que participaron en esta batalla, sin ánimo hagiográfico, escribieron con letras de oro y de sangre, y sin saberlo probablemente en aquellos momentos, una gesta de perfiles heroicos en el libro de la historia de España. Todavía se puede reconocer ese heroísmo. Si tras 91 años se ha otorgado al Regimiento de Caballería “Alcántara” la Cruz Laureada de San Fernando que se ganó por su actuación en el Desastre de Annual en 1921, ¿por qué no promover la concesión, para la División Azul, del merecido homenaje que se merece por esta gran victoria defensiva contra un enemigo muy superior en número y en medios? Con la concesión, si no de la Cruz Laureada Colectiva de San Fernando, si al menos de la Medalla Militar Colectiva se haría justicia a nuestros compatriotas que lucharon y murieron en las trincheras de Krasny-Bor y en el helado cauce del río Ishora.