
Luis de Haro Serrano
Tras su presentación durante la Temporada de Opera de 1993, “El gato Montés”, de Manuel Penella, vuelve de nuevo a la Zarzuela, en esta ocasión bajo la dirección musical de Cristóbal Soler y José Carlos Plaza como responsable de la puesta en escena. Repiten escenario, con papeles diferentes, Enrique Baquerizo y Antonio Fauró (hoy director del coro).
Compuesta en tres actos y cinco cuadros, la obra se estrenó en Valencia el año 1916. A lo largo de se extenso recorrido por muchos teatros líricos ha sido encuadrada dentro de un variado número de géneros musicales; españolada, zarzuela y ópera popular. La polémica la zanjó el propio autor al decir que se trata de una verdadera ópera española. No por haberse escrito en España sino porque, musicalmente, está compuesta con elementos púramente españoles “No creo que en mi obra trate mal a nadie –Penella es también el autor del discutido libreto- , no he ridiculizado ni caricaturizado a ninguno de sus protagonistas, ni a los bandidos, ni a los gitanos y, mucho menos a los enamorados”. Todos son personajes respetables de mi tierra. He querido realizar mi obra para que le guste al público por su luz, el colorido de sus canciones o la alegre tristeza y dulce melancolía mora y gitana. Es un reflejo fiel de nuestro verismo, llevado a la escena con un ámbito lleno de luces y matices.”
Es una obra púramente andaluza, donde se recogen los principales cantos de una más que pintoresca región, formando los diferentes “leit motivs” de su contenido, en el que cabe destacar precisamente el famoso pasodoble que da título a la obra. La acción se plantea en torno a los amores del torero Rafael y el gitano “Macareno” con Soleá.
No le falta el clásico triángulo amoroso. Dos personajes aman a una mujer, Soleá, el “Gato”, que se sabe correspondido y “el Macareno”, quien, a pesar de las apariencias, no debería creérselo. En su argumento la palabra amor transcurre con un concepto muy abierto; pasión, delirio, renuncia, crimen y perdición. Clara alusión a la “Carmen” de G. Bizet, en la que también deambulan toreros, bandidos y gitanos. La mayor virtud de la partitura es su continua modulación. Los sencillos temas que se describen son auténticamente populares. En algunos momentos se deslizan con verdadero aire de zarzuela.
Gracias al especial empeño que en su difusión ha puesto Plácido Domingo y a la versión que de ella hizo en su día el sello discográfico Deutsch Gramophon, “El Gato Montés” ha podido conocerse y alcanzar un éxito extraordinario en casi todo el mundo –especialmente en Japón- El cine no ha permanecido ajeno a esta difusión, gracias a las versiones que de ella hicieron las productoras Paramount (1924) y Cifesa (1935)
Puesta en escena.-: En líneas generales se puede decir que la representación de este “Gato Monté” diseñado por José Carlos Plaza resultó bastante atractiva si dejamos a un lado detalles importantes, como insistir en el fondo negro durante un acto, en lugar de enmarcarlo en la alegría y vistosidad de los hermosos paisajes andaluces. Obsesión que ha llevado al figurinista Pedo Moreno a concebir un traje negro cargado de lentejuelas para el torero ¿Orginalidad o cerrazón de mente? Da igual, a nadie le pareció bien, ¿Por qué no recurrir al colorido con el tanto que se disfruta en nuestra fiesta. Extraños a su vez resultaron los elementos escenográficos móviles –espejo y muñeco lacrimoso-. Bien resuelto, con mucho ingenio, el desarrollo de la corrida, no así el momento clave de la fatal cogida del torero.
La orquesta y el coro, contaron con una más que notable dirección de Cristóbal Soler, espléndido en la manera de presentar el número cumbre de la obra, su famoso pasodoble.
La coreografía de Cristina Hoyos puso su granito de encanto a los bailables de conjunto. Angeles Blancas desarrolló su voz con un buen sonido, excesivamentedesarrollado en los agudos, careciendo por ello de elegancia y vistosidad. El veterano Juan José Baquerizo fue un padre Antón correcto.. El tenor Andeka Gorrotxategui, El Macareno, apuntó muy buenas formas, con la expresividad y el acento adecuado para sacar adelante los matices sicológicos que su personaje exigía, pero tiene que seguir trabajando mucho todavía para que pueda brillar como se merece la gran clase que se le adivina.
Angel Odena fue un Juanillo muy convincente, por sus modales escénicos y la fuerza y modulación de su voz. Fue el gran triunfador de la representación. El que mejor realizó su fraseo. En contraste con los demás intérpretes que carecieron completamente de ella. Tanto que Plaza debería haber tenido previsto la proyección de los subtítulos. Esperemos que para próximas representaciones este defecto sea corregido. Los futuros espectadores lo agradecerán