
Javier Paredes. El protagonista del día es Manuel Azaña porque el 23 de enero de 1932, como jefe del gobierno, firmó el decreto de disolución de la Compañía de Jesús, que fue publicado al día siguiente en La Gaceta. Quienes aprobaron esta decisión, entendieron que era un desarrollo exigido por la Constitución recientemente aprobada el 9 de diciembre del año pasado. Entre los que lo aprobaron, las discrepancias se limitaron al momento de hacerlo, como el propio Azaña confiesa en sus memorias:
“Aunque el presidente de la República (Niceto Alcalá Zamora) cree que no es ahora oportuno publicar el decreto, yo opino lo contrario. Doy una impresión de desembarazo y seguridad, precisamente estos días en que he de ser riguroso con la extrema izquierda [por los sucesos de Castilblanco], me conviene serlo también con los del bando opuesto”.
Y el juicio de todos estos acontecimiento en palabras del historiador y académico Carlos Seco Serrano es el siguiente:
“Aunque el propio Jiménez Asúa pretendiese que se trataba de una Constitución de izquierda, pero no socialista, el proyecto estaba sin duda alguna empapado de inspiraciones marxistas. Desde luego, más que una fórmula de liberal convivencia, significaba un instrumento de discordia; abría definitivamente una zanja insalvable entre los españoles, situándolos en campos radicalmente opuestos, como un preludio de guerra civil”,