
Manuel Parra Celaya. ¿Recuerdan ustedes Brigadoon, un delicioso musical de Vincenti Minnelli, de 1954, en el que Gene Kelly y Van Johnson desgranaban pasos de baile y canciones para delicia del personal? El argumento se basaba en una leyenda: una aldea escocesa, sometida a un hechizo, aparece un día cada cien años, y allí caen, perdidos, dos cazadores americanos; la aldea conserva todo su tipismo anacrónico, sin mescolanza alguna de lo foráneo ni de la modernidad, y así tiene que suceder por los siglos de los siglos; la condición es que nadie escape al mundo exterior, porque entonces aquella vida privilegiada en un pasado permanente se borraría definitivamente.
El recuerdo de esta agradable película me lo ha traído la extraña peripecia en que pretende embarcarnos a los catalanes el Sr. Mas, con la pistola de ERC apoyada en sus forrados riñones. Para todos ellos, separatistas conservadores y separatistas progres, Cataluña es una aldea de cuento de hadas, sometida a la maldición -diríamos los no nacionalistas- de ver reaparecer, cada determinado tiempo, los tics secesionistas, coincidiendo con las épocas de crisis de España (ellos dicen el Estado español); así fue cuando la ocasión del 98, así con la II República y así ha sido con la II Restauración borbónica; si, de paso, coincide con momento de vacas flacas, más a su favor, porque el personal ya tiene motivos para el agravio y un culpable con nombre y apellidos.
Como en Brigadoon, todo son mitos, historias reinventadas, contadas por un bondadoso maestrillo de escuela que adoctrina a los miembros de las siguientes generaciones; el tipismo –lo genuino- queda presente en todas las manifestaciones de la aldea, como aquí, cuando la fecha clave es, nada menos, que 1714, cuando los barceloneses se pusieron en el bando perdedor de una guerra civil entre todos los españoles, mientras que otras poblaciones catalanas eligieron, con más vista, el bando vencedor como Cervera, Pinell de Brai, Berga o Manlleu. Fuera como fuere, tiene su guasa que las masas del Nou Camp, con miles de hijos de andaluces incluidos, pronuncien la fecha clave a ver si se produce el sortilegio.
En torno a los mitos han proliferado los objetos totémicos, indispensables para cualquier folclorista del segregacionismo. Camisetas, fundas de móvil, carteras, pañuelos, ¡ropa interior!... todo aparece ornado con la estrella solitaria y el triángulo masónico de marras; ha aparecido una cerveza con la simbología de moda, me imagino que heredera de la que, hace unos años, desapareció del mercado porque, según un iluso que la probó, sabía a orines de gato, y perdonen la alusión. Algunas tiendas presentan sus escaparates decorados con la estelada, me imagino que con finalidad exclusivamente comercial; he de decir que he adoptado la decisión personal e intransferible de no comprar en ellos, y, así, últimamente he cambiado de estanco, de copistería, y mi esposa de una mercería de barrio, pero cuyos dueños han mostrado que son de la çeba.
En la película, nadie puede escapar del pueblo y vivir en el mundo de la actualidad, a riesgo de romper el hechizo para todos. En la Cataluña de nuestros días, el carácter totalitario de la ideología nacionalista impregna instituciones públicas y privadas (Generalitat, Ayuntamientos, Omnium Cultural, Iglesia, Educación, entidades deportivas y culturales…) y obliga a la sociedad a definirse en esta única dirección, a riesgo de ser señalado con el dedo del ostracismo político y ser colocado en el cinturón sanitario que protege de las contaminaciones; nadie debe escapar del territorio auto convertido en Arcadia de leyenda.
Lástima que la película tiene un final feliz: Brigadoon reaparece a la realidad, fuera de los plazos del hechizo, para responder al amor que el apuesto cazador siente por la bella escocesa. Efectivamente, como en todos los cuentos, es el amor el que echa a perder los planes de la bruja de turno: despierta a una Bella Durmiente, vuelve a la realidad a la aldea… (no tenemos referencia exacta de que convierta definitivamente en príncipes a los sapos felices de vivir en su charca). En nuestro caso, es el amor a España –compatible del todo con el amor a Cataluña y con un enamorarse paulatinamente de una promesa llamada Europa- el que obrará el prodigio de arrumbar con los mitos y de volver a Cataluña al mundo real.