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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

sugiero otro referéndum simultáneo, éste convocado por el presidente del Gobierno

Doble referéndum el 9 del 11 de 2014: El de Mas y el que debe convocar Rajoy para todos los españoles

Pablo Sagarra Renedo. 

 “El amor a la patria es ciego como cualquier otro amor; y si el entendimiento no le dirige, puede muy bien aplaudir lo malo, desechar lo bueno, venerar lo ridículo y despreciar lo respetable”
(Cadalso. Cartas Marruecas)

En esto de la Patria los sentimientos a veces pueden ofuscar la razón, y como todo en la vida, hay que procurar que la cabeza rija nuestros actos. No hay nada más inteligente que saber lo que eres y lo que quieres ser en cuanto a miembro de una comunidad política, en este caso de una Nación. Dejemos pues que la gente piense un poquito sobre su condición de español y sobre si quiere mantenerla.
Partimos de algo irrefutable: que España no es ni indisoluble ni indivisible. Ya que lo indisoluble es aquello que por voluntad humana no puede disolverse o separarse. Y España, por mucho que la Constitución lo diga en su artículo 2, no es una unidad indisoluble ni tampoco indivisible como también recoge ese mismo precepto. Esto no es más que una declaración programática. La realidad ontológica de España es disoluble y divisible porque es evidente que hubo un tiempo no muy remoto que España no existía, y es evidente también que al igual que se ha constituido a través de un proceso histórico, puede deshacerse en el futuro.
También es irrefutable, sin embargo, que el que España no sea indisoluble ni indivisible, no significa que no sea un ente profundamente unido y que esta unidad no sea algo intensamente positivo. España es una Patria…, una Nación en términos modernos, que, entre otros rasgos, se caracteriza por sus genuinas diferencias sociales, territoriales, idiomáticas, en definitiva culturales, ahormadas todas ellas en una berroqueña unidad de destino histórico. España, es pues, un patrimonio multisecular de generaciones de seres humanos que han vivido, con mayor o menor consciencia, bajo el paraguas de lo que Julián Marías, con enorme agudeza intelectual y patriótica, llamaba el “ser español”.
España, en sí misma, con sus luces y sombras, pasadas y presentes, es un logro histórico definido, repujado, que, entre otras cosas y como ha sido expuesto por la Conferencia Episcopal Española, constituye un bien moral. Es muy serio pues, por las consecuencias que acarrea en todos los órdenes, el cuestionarse y hacer peligrar su unidad, ya sea en alguna ocasión o ya sea de manera permanente como hacen los separatistas vascos o catalanes, españoles como los demás, compatriotas nuestros hasta la fecha aunque ellos piensen que no lo son. Ninguna familia, valga el símil, en su sano juicio está constantemente tensionando su propia ruptura con lo que ello supone. En el caso de una Patria, que además se ha constituido a través de un proceso de siglos, lo suyo es cuestionarse estas cosas en momentos críticos y muy puntuales, una vez cada 100 o 200 años. Estados Unidos, por ejemplo, desde su independencia, y han pasado más de dos siglos, lo ha hecho una vez y por las armas.
Estoy de acuerdo en considerar, el actual, un momento crítico para España. A comienzos del Siglo XXI y en pleno avance de la globalización, es cierto que nos hallamos en una encrucijada histórica, no de mayor envergadura que otras anteriores ya superadas. Pienso, como los separatistas catalanes, que es hora de que se consulte al pueblo español –a todo- sobre su futuro. Si España podría no seguir siendo España al desgajarse una parte, Cataluña, y es necesario que todos opinemos.
Y creo que a estas alturas de nuestra historia y con la experiencia que tenemos, podemos resolver la cuestión de nuestra pervivencia como nación de manera responsable, serena, sin necesidad de enzarzarnos en lucha alguna. Basta que nos dejen hablar a los españoles, pero a todos y de una vez por muchas. Ha llegado la hora de que, de por primera vez en la historia, el poder político nos consulte a los españoles de a pie sobre la supervivencia de nuestro país. Estamos cansados del juego constante de los llamados pactos y negociaciones que suelen reclamar por activa y por pasiva los profesionales de la política. Habla pueblo habla…; a través de un referéndum nacional. Es la hora del pueblo y la de los políticos. Primero, pues, preguntemos a los implicados, esto es a todos los españoles, y según la respuesta que ofrezcamos será el momento de que los políticos actúen. 
Ya que Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y Miquel Roca, ponentes de la Constitución, consideran constitucional el referéndum propuesto por Artur, sugiero otro referéndum simultáneo, éste convocado por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y para la misma fecha, el 9 de noviembre de 2014. Insisto, la ocasión es histórica, el tema es capital -se trata de la supervivencia de España- y hay que estar a la altura de las circunstancias.
No voy a entrar en la pirueta jurídica de Miñón y Roca para justificar la constitucionalidad del referéndum auspiciado por la Generalidad catalana, que a mi juicio vulnera flagrantemente el artículo 92 de la Constitución. Pero no tengo miedo alguno a que se celebre dicha consulta siempre que se haga como Dios manda, es decir, siempre y cuando se convoque simultáneo otro referéndum para toda España, incluida Cataluña, claro está. Al margen de la constitucionalidad de la iniciativa de Artur Mas, no tiene sentido que se pregunte a una parte de los españoles sobre el futuro de nuestra Patria y no se pregunte al resto. Votemos todos, catalanes y el resto de los españoles.
Si hay voluntad por parte del gobierno español –hasta el momento no ha pasado de decir que la consulta autonómica no se va a celebrar porque es inconstitucional-, se puede convocar el referéndum nacional que yo propongo para el mismo 9 de noviembre de 2014. Sería el único verdaderamente válido a efectos sociopolíticos y jurídicoconstitucionales ya que somos todos los españoles los depositarios de la soberanía nacional. No puede una parte de España decidir sobre el conjunto de España. Es de cajón.
Con esa misma voluntad gubernamental se pueden conjugar las diferentes posibilidades que ofrece el Derecho constitucional para resolver la cuestión procedimental de la convocatoria simultánea de ambos referéndum, el nacional y el circunscrito a Cataluña. Pienso que el referéndum convocado por Artur Mas bastaría con llamarlo consulta autonómica de opinión, por ejemplo, y el nacional sería el auténtico referéndum sobre el futuro de España. La formalización jurídica de ambas convocatorias sería diferente y la validez jurídicopolítica también, como acabo de exponer.
Hay que tener presente que el referéndum es un método expeditivo pero seguro. En una consulta de este calibre no caben los matices a los que son tan proclives muchos seudoseparatistas. Qué se le va a hacer…; los referéndum son así, para lo bueno y para lo malo. Es hora de preguntar de manera clara y con rotundidad y de obtener respuestas acordes con la situación tan seria en la que nos encontramos.
Hay que poner, no obstante, una condición primigenia. Como quiera que España no es patrimonio exclusivo de las personas que fueran a votar el 9 de noviembre próximo, ya que pertenece hasta cierto punto a nuestros antepasados españoles y también a los que nos sucedan, en su caso; y como quiera que España es una nación reconocida internacionalmente y también pertenecemos a la comunidad de todas las naciones y nuestros países vecinos hasta cierto punto también tienen derecho a que permanezcamos unidos, es necesario que el resultado del referéndum nacional, a efectos de desmembrar España, obtenga un porcentaje notable y razonablemente alto. No vale la pura mayoría absoluta, la mitad más uno de los votantes españoles, para decidir destruir España. Lo suyo sería un porcentaje del 75% del total del censo sin territorializar, claro está. Tanto derecho tiene un canario a decidir sobre España como un catalán o un vasco o un andaluz. Es algo obvio.
Es decir, si 7 de cada 10 españoles expresan su voluntad de querer desmembrar España y crear dos o más nuevos entes políticos y sus correspondientes Estados, el 25% restante deberíamos aceptarlo y asumir las consecuencias. Hablo evidentemente del total del censo, no de los que emitieran el voto el día 9 de noviembre. Es necesario que el español que quiere destruir España y crear nuevos entes, lo manifieste de manera clara y rotunda. No bastaría quedarse en su casa el 9 de noviembre.
Yo, personalmente, si 7 de mis compatriotas rechazan el serlo y quieren destruir su propia Patria la verdad es que no derramaría ninguna lágrima por la antigua España. Haría los bártulos y marcharía a Francia, a Estados Unidos, a Polonia…, a cualquier otra nación sin complejos.
En cuanto al Referéndum en Cataluña.
Las confusas, pero a la vez muy claras preguntas propuestas por el Presidente de la Generalidad, dejémoslas como están. Son preguntas meridianas sin que haya margen a la ambigüedad o a la alternativa.
1ª.- "¿Quiere usted que Cataluña sea un Estado?".
Si la respuesta es afirmativa:
2ª.- “¿Quiere que Cataluña sea un Estado independiente?"
En cuanto al Referéndum Nacional: propongo las siguientes preguntas dirigidas a todos los españoles:
1ª.- “¿Quiere que Cataluña se mantenga integrada en España y por tanto España siga siendo España?” Sí o no.
Si contesta que sí.
2ª.- “¿Quiere que hasta que pase un siglo, hasta el año 2114, no se cuestione más por los políticos la unidad de España?” Sí o no.
Si contesta que sí.
3ª.- “¿Quiere que se reforme la Constitución Española en este sentido y se introduzca esta cláusula temporal para que no se vuelva a cuestionar la supervivencia de España hasta el año 2114?” Sí o no.
Para los que hayan contestado que no a la primera pregunta, es decir, para los que están a favor de la desintegración de España, conteste lo siguiente:
4º.- “¿Quiere que se convoquen elecciones a Cortes nacional-constituyentes para abrir una negociación que constituya nuevos entes políticos y nuevos estados sobre las partes en que se va a desmembrar lo que ahora es España?” Sí o no.
Espero que Rajoy convoque este Referéndum Nacional para el 9 de noviembre próximo cuanto antes. Cuando los millones de españoles con capacidad para votar expresemos lo que queremos, el problema no habrá sido quedado solventado del todo pero sí habremos dado un paso de gigante hacia su resolución.
Si hubiera un 75% de españoles que quieren dejar de serlo el 9 de noviembre, será el momento para que los políticos acaten la voz del pueblo y, tras las correspondientes elecciones-constituyentes, se sienten a negociar y a constituir varios entes y sus correspondientes estados, en su caso. Los resultados de la consulta parcial circunscrita a Cataluña, puede ayudar para crear un nuevo ente político llamado “Cataluña” separado del resto de lo que ahora es España surgiendo entonces otro u otros entes nuevos. En el caso de que sólo hubiera otro ente nuevo junto a la Cataluña independiente propongo varios nombres a ver cual gusta más: “NaciónToro”, “Iberianueva”, “Hispanisnuevo” acaso… La cosa sería difícil pero si la voluntad del pueblo es esa habría que acatarla. Puede ocurrir que en el proceso de negociación posterior a las elecciones surjan más entes y de diverso tipo.
Si como es de suponer –confío en la inteligencia de mis compatriotas- no va a haber ese 80% de españoles que quieren dejar de serlo el 9 de noviembre, será el momento para empezar a engrandecer España haciendo más real y factible la justicia y la libertad en todos sus rincones, también en la querida Cataluña. En el 2114 habrá una segunda oportunidad para autodestruir España; otra generación tendrá la suya y su responsabilidad, pero mientras tanto dediquemos  nuestras energías a otras cosas siendo implacables con todos los políticos y representantes públicos que cuestionen por cualquier medio la unidad de España.