
Javier Paredes
No hay mayor corrupción que ocultarle al hombre su destino definitivo. No, la corrupción no es meter la mano en la caja, eso sólo es una consecuencia de creerse que toda nuestra vida se resuelve de tejas de para abajo, porque una vez que uno se enfanga en el neopaganismo actual, se mete la mano donde no se debe. Por esta razón es muy recomendable la lectura de estos dos libros, que nos describen y dicen las verdades definitivas de acuerdo a la doctrina de la Iglesia. No hay ninguna razón para tener miedo a los Novísimos, y sí que hay muchas para reflexionar sobre los acontecimientos, que serán el preludio del fin del mundo. Pues de esto tratan dos libros, que han aparecido recientemente, y que si hay alguna dificultad para encontrarlos en las librerías, se los pueden servir en casa en veinticuatro horas, si se conectan con la siguiente dirección: www.lalibreriacatolica.com.
El pirmer libro es de Charles Arminjon y se titula El fin del mundo y los misterios de la vida futura. Larraya (Navarra) 2010 y está editado por Gaudete. Es un libro, por cierto del que Santa Teresa del Niño Jesús dijo: “Su lectura fue una de las mayores gracias de mi vida”. Al leer este libro, resulta inevitable hacer asociaciones con la situación presente: allá cada uno… En cualquier caso, sin saber cuánto tiempo nos separa de la gran tribulación, Dios lo que nos ha querido revelar -y de eso trata el libro- es que el discurrir del tiempo acorta la distancia hacia esa gran tribulación. Debemos considerar con frecuencia que este mundo está llamado a concluir, para dar paso a la eternidad y que su mayor dignidad es la de ser escenario en el juicio final del destino eterno –de salvación o de condenación- de cada una de las almas. Ocultar esta realidad es la más diabólica de las manipulaciones, porque ese es el gran engaño del padre de la mentira: podar del árbol del mundo las ramas que hablan a las claras del sentido trascendente de nuestras vidas. Porque el fin de la historia no es otro que el hombre sea plenamente hombre, que vuelva a Dios, que sea santo. O dicho más claramente: nuestras vidas sólo tienen sentido si al final vamos al Cielo. La cátedra, el escaño, la empresa, la audiencia, el poder, la influencia, el prestigio… y todas esas cosas que tantas veces nos quitan el sueño, si no sirven para ir al Cielo, -como decía mi amigo el sevillano- “son leches migás”.
El segundo libro es de Leonardo Castellani y se titula. El Apokalypsis de San Juan. Lleva un prólogo de Juan Manuel de Prada y está editado en Homolegens. Pues de los acontecimientos que precederán al fin del mundo trata este libro, unos hechos descritos por San Juan en el Apocalipsis bajo los nombres de los Siete Sellos, las Siete Trompetas –tubas se dice en argentino- el Cordero, la Gran Ramera, las Bestias del Mar y de la Tierra… Y para que todas estas descripciones dejen de ser un cúmulo de enigmas y se conviertan en la palabra de Dios, que orienta nuestras vidas, Castellani recoge las interpretaciones que se han dado de este libro, todas aquellas interpretaciones que no contradicen la fe de la Iglesia, y además incorpora la suya, proclamando al principio que su versión la somete al juicio de la Iglesia. La lectura no puede ser más apasionante y fructífera porque al concluir, el último de los libros revelados cobra sentido para el lector que, como yo, no es especialista ni en Teología ni en Sagradas Escrituras.
Pero la descripción de todas estas realidades, lejos de hacernos embarrancar en un inmovilismo milenarista o infundir un miedo cerval a los llamados novísimos, dará sentido a nuestras vidas, pues como muy bien dice Juan Manuel de Prada, autor del brillante prólogo que precede a este libro, “para quienes aún exclaman con fervor en el sacrificio de la misa “¡Ven, Señor Jesús!”, el relato de las ultimidades es confortante y consolador, porque, además de dar sentido a las tribulaciones presentes, las ilumina con la visión gloriosa de la Jerusalén celeste, fin de nuestro peregrinaje” (pág. 19).