
Fue la revista Diplomacia quien ya en marzo adelantaba los tres ejes de la política del “futuro Felipe VI”. En portada publicaban ya el nombre del futuro rey, y dejaban claro lo siguiente: La abdicación se iba a producir. Era necesaria, al ser España juancarlista pero no monárquica, para que Juan Carlos acompañe al Príncipe durante su inició de reinado. Además, tras la abdicación de otros reyes europeos, no sería tan llamativo, y se presentaría como una nueva moda de las monarquías europeas.
Sin embargo se consideraba que Casa Real prefería, sin lugar a dudas, esperar a que pasara todo el escándalo relacionado con la infanta Cristina y su marido Iñaqui Urdangarín, para que el nuevo rey no tuviera un inicio de reinado salpicado por un escándalo familiar.
Y es este último punto lo que desconcierta. ¿Por qué tanta prisa de repente, si el problema judicial de la infanta está aún latente?
El embajador Velo de Antelo ya advirtió en su libro sobre la Constitución Española del peligro que una abdicación se produjera dependiendo de una posterior ley orgánica redactada por el gobierno de turno. Podría ser que ante la posibilidad de un gobierno radical de izquierdas el año que viene, se hayan precipitado los acontecimientos para que dicha ley orgánica sea redactada y aprobada bajo una mayoría de derechas. Pero hay más teorías.
El profesor Paredes considera muy extraño la precipitación en los acontecimientos, cuando recién en su discurso de navidad daba la impresión que quería morir en el trono. El profesor se llega a preguntar si la precipitación puede ser debida a un empeoramiento radical de una enfermedad. No le parecen creíbles que en estos momentos de crisis política y económica “se haya elegido este momento para hacer una crisis de Estado. Es más, la razón de que todo se debe a que hay que dar paso a nuevas generaciones no responde tampoco a la verdadera causa. Para una situación grave como esta se habría tenido que preparar a la sociedad. Solo causas de fuerza mayor como el repentino descubrimiento de una enfermedad grave podrían dar sentido a la decisión tomada por el rey. Las explicaciones oficiales no me convencen”.
El caso es que las manifestaciones por la República han sido penosas. Poca gente en las plazas, ni siquiera hubo lleno en la Puerta del Sol, y además plagadas de banderas republicanas, comunistas, anarquistas e independentistas. Ni una bandera de España.
Si los anti monárquicos son estos, flaco favor le hacen a sus aspiraciones, ya que estas imágenes no hacen más que ratificar la línea de que España y monarquía van de la mano y cada vez serán más los que, afortunadamente, vean imprescindible para nuestra nación que la jefatura de Estado recaiga sobre la Corona. Los experimentos, con gaseosa.