
En esta nueva semana de desgobierno, a falta de ideas, nos vienen lanzando globos sonda que suenan a cantos de sirena neomarxista. Sí, con todo aquel rollo del comunismo, vamos a quitárselo a los ricos para dárselo a los pobres. Esa historia que como todos sabemos, y podemos comprobar aún en Cuba, acabó en famélica legión dirigida por espabilados en el trinque al pueblo entrero.
En España, todavía no se ha puesto en marcha ninguna medida seria de reactivación económica. Se está buscando dar dinero sin más, triste limosna que arrebata al hombre la dignidad que proporciona el trabajo y que le convierte en esclavo encadenado por el subsidio. Y se está pensando de dónde sacarlo.
Si hay un aumento en el Impuesto de Sociedades el riesgo de fuga de capital que puede haber en España es tremendo, amén del parón en nuestra ya tristona actividad empresarial y el consiguiente engrosamiento del INEM. Aumentar el IVA hace que descienda el consumo. Si se aumenta el IRPF se carga contra las rentas del trabajo y en términos de número de votantes cabreados las cuentas no parecen salir. Si se hace lo propio con las rentas del capital, tampoco salen las cuentas. Jopeta, si llevamos años fomentando la vida a crédito y considerando el ahorro como cosa de pobres. No hay más sitios por donde recaudar.
Pues bien, aunque estamos convencidos de que hasta que no se agarren por los cuernos asuntos como la dependencia energética y su elevado y arbitrario coste, el dispendio que el despiporre autonómico supone, las políticas de verdad, la agraria, la ganadera, la industrial, vamos directos al caos, sí hay un lugar de donde rascar.
Y es que, aunque no se tenga ni pajolera idea de economía, cualquiera adivina que esas cantidades ingentes de dinero que se movían en los tiempos en los que España decía ir bien, no pueden haberse esfumado de la noche a la mañana. ¿Quieren que les diga dónde están? Hagan memoria. Recuerden el momento en el que compraron su vivienda. Casi seguro que en la transacción toparon con un propietario cortés y respetable que les planteó que una buena parte del pago fuera en "dinero del otro".
Hubo un tiempo en que en España era casi imposible realizar una actividad económica sin toparse con dinero negro en algún momento de la peripecia. Con la presión fiscal convertida en expolio sistemático del ciudadano, muchos decidieron hacer de su capa un sayo. Y el dinero negro se movía con una naturalidad impúdica, desde el chapuzas que preguntaba si lo querías con o sin factura, hasta el que te vendía el coche o la casa, ocho de cada diez fulanos hacían una referencia a formas de pago alternativas.
Ahí ha de buscarse el dinero para reactivar la economía. No en los bolsillos de los infelices que viven de un sueldo controlado por el fisco, que van por la vida crucificados por Hacienda con una perra nómina.
Animamos al Gobierno a que tenga agallas para hacer aflorar esa pasta gansa. Hasta le podemos permitir que sea generoso e incentive su puesta en circulación. Al fin y al cabo, muchas de las prácticas que ennegrecieron el parné, fueron la respuesta lógica de una ciudadanía que ya estaba hasta los mismísimos de pagar impuestos para seguir veraneando en el pajar de sus abuelos mientras otros reformaban La Mareta. Hemos dicho.