
José Luis Orella. Director DiarioYA
ETA da por terminada “la lucha armada” a un mes de las elecciones generales. Los medios de prensa repiten hasta la saciedad, “la derrota de ETA”, pero el análisis es erróneo. La decisión de ETA no ha sido tomada porque se avergüence del asesinato de un millar de personas, por haber herido a varias decenas de miles de personas, o por haber retraído el desarrollo económico de las provincias vascas. La nueva toma de acción corresponde un cambio de estrategia. La violencia no tiene el contexto romántico de apoyo que tuvo en su momento, cuando presidentes escandinavos como Olof Palme recaudaban dinero para los valientes etarras vascos. Los gobiernos democráticos, después de la caída de la URSS, que apoyaba logísticamente a muchos de aquellos grupos, han barrido la presencia grupos terroristas. ETA no puede mantener un apoyo internacional respetable a sus reivindicaciones sin renunciar a la violencia. El apoyo de los narcoguerrilleros americanos o de grupos islamistas no es presentable. ETA quiere recuperar el apoyo de la izquierda democrática, como ha demostrado en Ayete. Pero ese apoyo tiene un precio, el abandono de las armas
El nuevo “campo de batalla” va a ser “la lucha electoral”. El proceso de acumulación de fuerzas, sin violencia, ha conseguido hacer crecer de tamaño a la izquierda abertzale, deglutiendo a Aralar, Alternatiba y Eusko Alkartasuna por el camino. El resultado ha sido poder quitarle a EAJ-PNV la hegemonía del campo nacionalista, reduciendo su influencia a un partido más. Los jeltzales tienen que dilucidar si se suman a un frente proindependecia como elemento de acompañamiento u optan por hacer frente común con el resto de las fuerzas democráticas. Al final los únicos perdedores serán las víctimas, ya que los partidos democráticos se conforman con que ETA no mate, y ETA con que los presos puedan ser recibidos en sus lugares de origen como “luchadores victoriosos, cuyo sacrificio ha permitido el cambio de situación”.
En conclusión, esto no es el final, sino el principio de un nuevo juego, donde ETA ha conseguido posicionarse de manera privilegiada gracias a Bildu, y donde Navarra tomará protagonismo en el 2012.