
Javier Paredes. Hoy celebramos la fiesta de uno de los santos más populares de la iglesia y muy venerado por las gentes sencillas, como es San Diego de Alcalá que se fue al Cielo el 13 de noviembre de 1463. Yo hice mi Primera Comunión bajo la mirada protectora de una gran imagen de este santo, que presidía el altar mayor de mi parroquia, que se llamaba y se llama parroquia de San Diego, y que está situada precisamente en una las calles principales del madrileño barrio de Vallecas, en la que yo vivía, que es la Avenida de San Diego. Así es que en servidor, lo de la devoción por San Diego arraigó desde chiquitín. Y desde hace treinta años, profesor de Alcalá… Como para olvidarme en esta sección del Ya de uno de mis santos favoritos.
San Diego nació en un pueblo de Sevilla e ingresó en la Orden de Frailes Menores como lego; es decir, como religioso que no recibe el orden sacerdotal. Y este hecho me hace volver a mis recuerdos de infancia, porque en mi parroquia de San Diego, había un fraile lego, fray Damián, que era toda una personalidad en Vallecas, por la cantidad de niños y jóvenes que arrastraba. Yo fui uno de ellos. Y le debo y le agradezco toda la formación cristiana que me dio, y lo que me enseñó a querer al Señor en la Eucaristía y a la Virgen. ¡Pero que mentira es esa de que los de Vallecas éramos todos del partido comunista… ¡ Pobres sí; pero decentes y honrados, también.
San Diego era muy amigo de los pobres, repartió entre ellos tanta comida que sus hermanos de religión en alguna ocasión se lo reprocharon y hasta tuvo que hacer el milagro de las rosas, cuando le llamaron la atención por llevarse comida del convento para ellos y le obligaron a que les enseñara lo que tenía escondido ene el hábito. Les dijo que lo que llevaba no era comida, sino rosas, y cuando le obligaron a enseñársela, apareció un gran ramo de rosas. Y así estaba representado en mi parroquia.
Hoy en la catedral de Alcalá de Henares se expone su cuerpo incorrupto, pues allí se conserva en una urna de plata y cada año el día su fiesta, pasan a venerarle miles de devotos, entre los que me encuentro. Pido para que mi querido San Diego hoy también transforme en rosas tanta miseria material y moral como hay en España.