Home

Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

de la conferencia que pronunció en 1988 el profesor José Luis Pinillos

La deshumanización de la pedagogía

Manuel Parra Celaya. Ha llegado a mis manos, con mucho retraso, un texto interesante: se trata de la conferencia que pronunció en 1988 el profesor José Luis Pinillos, fallecido hace pocos meses, con ocasión de su nombramiento como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Valencia. Me han llevado a la reflexión estas palabras: “A medida que la Psicología se ha ido haciendo más científica, se ha ido alejando también de aquellos aspectos de la vida que se escurren por entre las mallas de su método. Ciertamente, la experiencia que maneja la psicología científica se parece cada vez menos a la que vivimos a diario. Y no solo no se parece -que no tendría por qué- sino que en sí misma alberga un germen deshumanizador que no augura nada bueno para el porvenir del hombre”.
 No soy psicólogo, aunque en el curso de mi labor de educador haya aprendido de esta ciencia (y arte) mucho más Letras, donde compartíamos algunas asignaturas, a partir de Tercero, los futuros psicólogos y los ilusos aspirantes a ser pedagogos, entre quienes me encontraba. Tampoco sé qué tanto por ciento de estos conocimientos psicológicos prácticos atribuir a mi profesión de profesor o a mi experiencia de mando y dirigente en campamentos y actividades juveniles de tiempo libre.
 Aplico, pues, las palabras del malogrado doctor Pinillos a la Pedagogía, que, en mi opinión, se ha ido distanciando paulatinamente de esa realidad, permanente y cambiante a la vez, que es el niño y el adolescente, y no la niñez y la adolescencia, en genérico, que nunca han existido para quien ha ido trabajando, año tras año, con verdaderos seres humanos, personales e intransferibles, a Dios gracias.
 Observo que, cada vez más, se pretende elaborar una supuesta Pedagogía científica o, mejor dicho, de laboratorio, en la que los alevines de hombres y mujeres han sido sustituidos, ya no por ratoncillos o cobayas, sino por entelequias. El pedagogo de despacho escasamente ha visto a un alumno de carne y hueso en su vida, pero, eso sí, se ha impregnado en profundidad de todas aquellas teorías que reputa como avanzadas, mucho de las cuales no sobrepasan las utopías -y soy generoso- de Rousseau o de Ferrer y Guardia. A partir de ellas, el pedagogo científico, cualidad que suele ir aneja a un puesto de confianza en alguna administración educativa, diseña sucesivas panaceas para resolver el agobiante problema de la Enseñanza y de la Educación españolas. Los resultados -hasta la fecha- pueden observarse en los Informes PISA, verdaderas evaluaciones externas, hasta que la Ley Wert haga efectivas las suyas, si las urnas lo permiten.
 Estas panaceas suelen partir, no de unas realidades -de las que el pedagogo de despacho está alejado- sino de un desiderátum del modelo de alumno que su teoría imagina; es significativo añadir que este modelo suele obedecer a unas improntas ideológicas extrapedagógicas, de carácter político, que, en el caso español actual, responden a los estereotipos de la izquierda neoprogresista.
 Por estos cánones prefabricados se ha producido un alejamiento progresivo de lo humano, de lo real y de lo verdaderamente necesario. A ello ha contribuido no poco la utilización de una especial jerga, con ínfulas de lenguaje científico, que suele provocar la desesperación de los verdaderos pedagogos, los profesores de aula y pizarra, sea electrónica o de tiza y encerado… hasta que los más conscientes prescinden de directrices oficiales y hacen lo de siempre, más o menos inspirados: enseñar su materia y educar al niño o a la niña reales, en la medida en que la sociedad encanallada lo permita.
 Todos coincidimos en que las nuevas tecnologías, conocidas ahora con las horrorosas siglas de T.I.C. (Tecnologías de la Comunicación y la Información) y T.A.C. (Tecnologías del Aprendizaje y el Conocimiento), pueden ser excelentes herramientas auxiliares del proceso educativo, del mismo modo que lo fueron en su día la imprenta o las ya obsoletas diapositivas; lo malo es que el pedagogo de despacho las ha elevado al nivel de receta infalible, imprescindible para obtener los resultados soñados. Nuevo error. El papel del educador y enseñante, en interacción directa y humana con el educando nunca podrá ser reemplazado por el efecto benefactor de la máquina.
 Urge humanizar la pedagogía, y, para ello, lo primero es hacer una verdadera objeción de conciencia ante teorías, textos y mensajes, virtuales o en papel, de esas que llueven a diario sobre el sufrido docente, que tiene ante sí unos seres humanos cada vez más alienados por una sociedad absurda, la misma que ha permitido colocar en los puestos de las administraciones educativas a los pedagogos de despacho.

                                                           MANUEL PARRA CELAYA