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José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

Existe una izquierda violenta que no sólo se reduce a los grupos de izquierda radical.

La izquierda violenta

Francisco Torres García. Lo acontecido en Murcia, con una salvaje agresión al Consejero de Cultura de la Comunidad, debería invitar a realizar una reflexión seria sobre algo que todos prefieren ocultar: la justificación que, en muchos ambientes de los denominados progresistas, tiene la violencia practicada por la izquierda.

Existe una izquierda violenta que no sólo se reduce a los grupos de izquierda radical. Violencia ésta que se trata de enmascarar utilizando el calificativo de “ultra”, término que en el consensuado discurso político-mediático está vinculado a la denominada “extrema derecha”. La izquierda violenta tiene su principal exponente en las actuaciones de los sindicatos y en determinados actos públicos. Manifestaciones de esa izquierda violenta son los denominados piquetes informativos cuya actividad, y tenemos ejemplos recientes de ello, es amedrentar y recortar la libertad de las personas, destrozar alguna que otra luna, romper algún que otro vehículo, poner silicona… o que, simplemente, lanza huevos y pintura. Violencia que es vista con simpatía, aplaudida y exculpada. Violencia que nunca tiene un coste penal y económico.

Existe, vinculada al discurso de la izquierda, alentada por el discurso radical y guerracivilista de Rodríguez Zapatero, pero también de toda la izquierda, que tiene como objetivo demonizar al contrario, otra violencia más extrema que tiene sus manifestaciones públicas tras cada manifestación o acción convocada por la izquierda. Son los que queman contenedores, destrozan el mobiliario público o asaltan tiendas. Violencia que, al final, también es perdonada. Unos practican el discurso y otros se convierten en la expresión violenta del mismo.

Existe una violencia genérica, practicada de forma continuada por la izquierda, aplaudida o vista de forma simpática por los partidos y los medios de comunicación de izquierda, aplaudida por la mentalidad progresista, que está vinculada a la llamada lucha contra la globalización. Es de libro ver cómo se le cae la baba a cualquier progresista cuando las mesnadas antiglobalización y antisistema campan por sus respetos. Nunca existe condena y sí justificación por las maldades del capitalismo. En el fondo es lo que a ellos les gustaría hacer. Son los nuevos revolucionarios. Y existen amplias capas de propagandistas de esa forma proceder entre los jóvenes. Ni una sola condena se produce por parte de la progresía cuando las mesnadas antisistema se lanzan a la calle.

Esta prédica de la violencia, que nadie denuncia y que muchos practican, es el hálito que impulsa a estos nuevos radicales de izquierda a cometer sus tropelías. Algunos esperan ser sus usufructuarios políticos. Sin embargo, es preciso recordar que esto no es nada nuevo. Históricamente, para la izquierda, su violencia siempre está justificada y los violentos acaban siendo siempre exaltados como héroes revolucionarios.