Jesús Asensi Vendrell. A veces olvidamos que el trabajo no es un fin, sino un medio para desarrollar nuestras capacidades y virtudes, sacar adelante una familia, mejorar la sociedad, crecer en santidad y alcanzar una felicidad que aquí, en este mundo, es limitada.
Olvidamos que cuando una puerta se cierra otra se abrirá y que todo es para bien aunque no lo entendamos de primeras. En los momentos de dificultad pueden aflorar talentos que teníamos dormidos y comenzar una nueva labor mucho más fructífera y satisfactoria.
Muchas veces olvidamos, excepto en momentos puntuales, que esta vida no es eterna, que una enfermedad o un accidente pueden poner el punto y final de forma repentina a todas esas lícitas aspiraciones profesionales. Aquí estamos para algo más, para ser feliz y hacer felices a los demás; para ganarnos el Cielo, en definitiva.
Por eso uno entiende que los cientos de miles de titulados universitarios que están en el paro o trabajando en otras labores bien distintas que nada tienen que ver con su formación, no se echen a la calle, corten carreteras o agredan con todo tipo de objetos y artefactos a las fuerzas del orden. Para mucho, también para esto, ha servido la educación recibida en la universidad y en sus familias.
Por eso uno no entiende cómo es posible que los mineros españoles defiendan con violencia sus puestos de trabajo, como si llegara el fin del mundo si el carbón deja de salir a la superficie y se queda enterrado bajo tierra para siempre. El trabajo es un medio y no un fin, y el que utiliza la violencia para defender sus intereses pierde toda la razón que pudiera tener. ¿Dónde ha quedado la educación recibida por estas personas? ¿Cómo es posible que unos pocos acallen con sus gritos y actos violentos al resto que tiene distinto parecer y formación?
Está claro que existen las injusticias laborales, que personas muy válidas se ven despojadas de sus derechos y echadas a la calle sin más. Y por supuesto que habrá que luchar por defender esos derechos, ese puesto de trabajo, pero sin usar la violencia, sin desear causar un mayor mal que el recibido, con educación y sin perder las formas.
El trabajo es un medio y la vida nos seguirá sonriendo si nosotros ponemos de nuestra parte, si no perdemos el norte, si nos dejamos ayudar y seguimos pensando en los demás antes que en nosotros mismos. Ahí queda eso.