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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

Gran versión de Hartmut Haenchen y Eva-María Westbroek

Lady Macbetch, tormenta de sonido y belleza en el Teatro Real

Luis de Haro Serrano

En 1932 el propio Dimitri Shostakóvich comentaba algunos aspectos de su obra: “Para un compositor, Lady Macbetch es un verdadero tesoro. Los personajes son candentes, vivos; los conflictos, dramáticos. En este relato de Leskov todo me ha seducido (…) Aún cuando Katerina asesina a su marido y a su suegro, siento simpatía por ella. Preys y yo hemos intentado conferir a la obra un entorno sombrío y satírico.

Realizada en cuatro actos y nueve cuadros sobre libreto de Alexander Preys y el mismo Shostakóvich basado en el relato corto de Nikolái Leskov, la 1ª versión, con el título de “Lady Macbeth de Mtsensk” se estrenó el 22 de enero de 1934 en el Pequeño Teatro Académico de Leningrado. La 2ª, como “Katerina Ismailova” el 8 de enero de 1963 en el Teatro Musical Stanislavsky—Nemirovith-Dochenko. El primero supuso un éxito total. Dio comienzo a una larga cadena de estrenos en todo el mundo, hasta que en 1936 fue oficiosamente prohibida en toda la Unión Soviética motivada por el comentario que, según parece, realizó Stalin, “Caos, en lugar de música” fueron sus determinantes palabras que provocaron la aparición de un duro artículo de ataque a la obra en el periódico Pravda.

En Lady Macbeth se habla de cómo podría ser el amor si el mundo no estuviera tan repleto de “cosas raras”, Leskov y Shostakóvich pretenden desenmascarar la realidad social y despertar el odio hacia la atmósfera de tiranía y sumisión que se vive en la casa del comerciante ruso, escondida metáfora y sátira del reflejo de la opresión rural rusa del siglo XIX. El único personaje positivo es Katerina, la triple asesina, cuya permanente motivación, debido a la dura soledad en que transcurre su vida, es la búsqueda constante del amor y el sexo por el que, en un ambiente de incomprensión y odio, lucha, mata y muere. Un papel dotado de una refinada sicología con connotaciones similares al fatalismo que protagonizan otras mujeres como María (Wozzeck), Lulú o Salomé.

Con estos conceptos, no sorprende que, melódicamente, la obra siga el estilo de compositores como Mussorsky, Tchaikovsky o A.Berg, genuinos representantes del formalismo ruso. La música popular se hace presente para ridiculizar a ciertos personajes, como el pope, los invitados a la boda, los trabajadores y los presos. Su obligado paso por el mundo del cine se refleja en determinadas momentos con ciertas alusiones a la música de este género, como la presencia de los “galop” y los acentuados compases de la banda en escena, utilizados para dibujar los momentos de hostigamiento y sexo.

La nutrida orquesta juega un importante papel para describir el expresionismo de la acción, realizado a través de sonoras y violentas intervenciones, mezcladas con placenteros interludios y solos instrumentales, compuestos con un atractivo aire sinfónico que cautiva al espectador

“Lady Macbeth es una opera llena de dificultades: para la orquesta y, sobre todo, para la parte vocal –coro incluido-, así como por el amplio y variado plantel de intérpretes que precisa: tres sopranos, siete tenores, dos barítonos y seis bajos –18 en total-. Katerina requiere de una soprano con grandes cualidades escénicas y un registro sonoro muy amplio, capaz de soportar difíciles pruebas en ambos campos. Desde el principio tiene que pasar de un fortísimo arranque agudo a un descenso de casi una octava en los tres primeros compases. A pesar de las situaciones en que físicamente se encuentre situada en escena tiene siempre que poder proyectar fuertemente la voz, al uso de las óperas de Mussorsky.

El equipo artístico
En esta Lady Macbeth del Real hay que destacar varios aspecos agradables. Lo afortunado de la selección del título- ya presentado en su escenario el año 1999 dirigido por Rostropovitch-; duro y difícil, pero tan atractivo que a nadie deja indiferente – música y texto caminan en perfecta simbiosis-; la dirección de escena de Martin Kusej, rica, movida, vistosa, imaginativa y muy atenta a todos los detalles para expresar adecuadamente el amplio panorama de sentimientos y reacciones que la ópera desarrolla a lo largo de su recorrido – soledad, alucinaciones, deseo o venganza; la escenografía, procedente de la Nederlandse Opera de Ámsterdam-año 2005-, muy variada y descriptiva; el vestuario y la iluminación, muy oportuna en la utilización de la luz estereoscópica para enmascarar el escabroso verismo de la 1ª relación física de los protagonistas; el coro ha tenido una destacada intervención en el aspecto vocal y escénico. La orquesta –banda en escena incluida- ha hecho gala de un sonido brillante, en los momentos de plenitud sonora y en los más reposados como los interludios y solos instrumentales, siempre entregados y atentos sus componentes a las minuciosas matizaciones del maestro austríaco, Hartmut Haenchen. ¡Qué gran director!. De él puede decirse que ha realizado una excepcional versión de “.L.M.” protagonizada por la portentosa voz de Eva Mª Westbroek que, además de hacer gala de su gran amplitud de registro y especial delicadeza en los medios tonos, ha demostrado ser también una consumada actriz, trasladando al público con gran naturalidad el duro drama que vive su personaje (deliciosa en su pasaje final cuando anticipa el suicidio con este pensamiento “en el bosque hay un lago redondo y muy profundo”) estuvo muy bien acompañada por la doble expresividad de Michel König – Serguéi-, la calidad dramática de Vladimir Vaneev – Boris Ismailov- y el resto del elenco. Todos, cada uno en su medida, contribuyeron al triunfo de esta inesperada Lady Macbeth.