
José luis Orella. El 7 de octubre de 1573, mes del Santo Rosario, Juan de Austria al mando de la flota cristiana, conseguía virar los destinos de Europa con la derrota del turco en las aguas de Lepanto. Este acontecimiento fue uno de los más importantes de la nuestra historia y que marcaron los destinos de un continente. Después de la caída de Constantinopla, la segunda Roma, los turcos extendieron el Islam hasta los arrabales de Viena, siendo la ciudad imperial sitiada cuatro veces. La victoria naval cristiana fue realizada gracias al compromiso que tuvo España como espada de la Cristiandad, sabiendo reunir lo más granado de la Europa occidental bajo los estandartes de Juan de Austria.
Resulta curioso en nuestros días, cuando se han olvidado las verdaderas raíces cristianas de Europa, se piensa en la integración en Europa de Turquía, heredera de una gran historia, a la cual vimos como una amenaza en el pasado. La inclusión de Turquía proporciona la seguridad estratégica de vigilar el Cáucaso y el próximo Oriente, regiones de interés para nuestra economía por su riqueza energética. Un país joven, con una fuerte tasa natalicia, que situará al país otomano con la máxima representación en las instituciones europeas dentro de un par de décadas. Su firme atlantismo es la razón del apoyo que recibe de la primera potencia mundial, que ve en Turquía el seguro fiel a una Europa aliada a los intereses de EEUU. Sin embargo, la nueva Turquía, con su nueva identidad islámica se ha convertido en el verdadero modelo a imitar en los países árabes donde han triunfado las revoluciones “primaverales”. El nuevo neoislámico, apoyado económicamente por Arabia Saudí, muestra sus dientes en Siria, provocando una cruenta guerra civil.
Occidente en su despiste habitual, apoya la deposición de los antiguos tiranos, creyendo en la instauración de regímenes democráticos de tipo liberal. Sin embargo, la democracia en los países islámicos, si es verdaderamente representativa, no será similar a la europea, si no que tendrá su propia personalidad, y en muchos casos, como se va viendo con fuertes discriminaciones hacia las minoritarias comunidades cristianas que habitan en ellos.