
Ignacio Torres-Brizuela. Como en todos lados, las opiniones son diversas y variadas. Las definiciones de “derechas” e “izquierdas” no son suficientes para abarcar la pluralidad de opiniones que se encuentran. Aunque eso no evita que las opiniones se polaricen, pues se dan casos extremos de opiniones políticas.
Pero hay un algo en los que todos los jóvenes concuerdan: ninguno está dispuesto a tolerar más los escándalos de la política.
Desde la corrupción hasta el discurso de Ana Botella, muchos jóvenes sienten vergüenza ajena al decir que viven en un país donde los cargos más importantes los ocupa la vecina de la hija de la tía de la cuñada de algún gerifalte importante. Donde, incluso cobrando más que la mayoría de la población, se dedican a robar a esta, sacando “de tapadillo” dinero de las arcas. Donde, cuando hay dinero son los primeros en gastar (y de forma poco productiva, dicho séase de paso) y cuando hay déficit, son los últimos en la cola para los recortes.
Si bien es cierto que no es aplicable a todos los políticos, ésta es la opinión que muchos tienen de ellos. Saben que no todos son, como dirían algunos “unos chorizos”, pero la imagen general y la confianza en los políticos, y por tanto, en la política, se ha resentido enormemente dado los últimos escándalos. Por estas razones, no resulta extraño el hecho de que cada vez menos jóvenes, aun interesados en la política como el que menos, ya ni acudan a votar. Muchos opinan que daría lo mismo. Aunque por otra parte, estos numerosos escándalos también han servido de halito, o inspiración, para muchos jóvenes que ahora encabezan las manifestaciones y los movimientos de protesta
A esta pérdida de confianza por la corrupción, hay que añadirle el hecho de que muchos siguen sin terminar de creerse como alguien que no tiene ni idea de inglés es capaz de llegar hasta alcalde de Madrid. Es decir, muchos jóvenes son estudiantes o graduados que trabajan muy duro para conseguir un empleo y un sueldo digno, intentando de todo con tal de ello, desde aprenderse cinco lenguas hasta tener un doble (o triple, suponiendo que exista esa opción) máster. Luego ven el discurso de Ana Botella, y no saben si reírse o deprimirse. Estos jóvenes se matan de conocimiento y preparación para cobrar seiscientos euros al mes, mientras que gente que no tiene ni idea cobra decenas de miles. Esta imagen no es rara entre los más pesimistas y escépticos…
Y luego nos llaman “rebeldes” o “Generación Ni-Ni”. Sinceramente, ante este panorama ¿Qué se esperaban?