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José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

Este jueves 25 de julio se celebró la solemnidad de Santiago el Mayor, Apóstol y Mártir

SANTIAGO APÓSTOL, PATRÓN DE ESPAÑA

Pedro Sáez Martínez de Ubago. Este jueves 25 de julio se celebró la solemnidad de Santiago el Mayor, Apóstol y Mártir y, aunque algunos quieran ignorarlo, patrón de España. Y puede afirmarse que el que Santiago, hijo de Zebedeo y Salomé, llamado junto con su hermano San Juan, los hijos del Trueno, sea uno de los apóstoles con mayor vinculación a la mariología más tiene de intervención de la divina Providencia que de casualidad.
Santiago es patrón de España y la Virgen, en su advocación de Inmaculada Concepción es nuestra patrona. España es la tierra de María Santísima, y en el corazón de la península que toma su nombre del río Ebro y, junto a las aguas de éste, en la actual Zaragoza, cuenta la tradición -y la arqueología no desmiente el hecho- que el dos de enero del año 44, la Virgen María, que estaba al cuidado de Juan -Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Jn. 19. 25-27)- se apareció a Santiago en carne mortal, en el emplazamiento en que hoy se yergue y venera el Pilar de jaspe, no sólo reliquia de la Virgen sino también símbolo y garantía de la firmeza de la fe en las naciones que hoy habitan, lo que hace dos siglos la Constitución de Cádiz llamó, en su artículo 1º, “españoles de ambos hemisferios”.
Profundizando en el sentido mariológico del apóstol patrón de España, a decir de San Jerónimo, dos son las misiones principales que cumplió Santiago. La primera llevar hasta las Hispanias (Tarraconense, Bética y Lusitana) la prédica del Evangelio y, como anota el mismo santo obispo y Padre de la Iglesia, ya en el siglo IV, en España tendría también su sepulcro.
La segunda de las misiones ya se había anunciado en vida de Jesús, según el evangelio de San Mateo (20, 22) cuando a la pregunta “¿Estáis dispuestos a beber el cáliz  que yo voy a beber?” ambos hermanos responden “Possumus”, y no era otra que ser el primero de los apóstoles que derramara su sangre por Cristo. Como enseña San Juan Crisóstomo, comentando el citado pasaje evangélico, “¿podéis beber el cáliz...? El Señor sabía que podrían imitar su pasión, y sin embargo les pregunta, para que todos oigamos que nadie puede reinar con Cristo si no ha imitado antes su pasión; porque las cosas de mucho valor no se consiguen más que a un precio muy alto”.
El mismo precio de sangre que uniría en ambos hemisferios a las víctimas del odio marxista, tanto de la mejicana Guerra Cristera como de la II República Española, cuyos testimonios no cesan de engrosar el martirologio católico, de una Iglesia que, como Madre, los pone como ejemplo y, como Maestra reprendió, por voz del papa Pío XI a aquellos regímenes bajo los que éstos perecieron al grito de “¡Viva Cristo Rey!” Iniquis Afflictisque (noviembre de 1926) o  Acerba Animi (Noviembre de 1932) y , referida a España, Dilectissima Nobis (Junio de 1933). Un martirologio que, en pocos meses, se verá incrementado por la beatificación de 500 mártires de la Guerra Civil española que murieron por odio a la fe, en una ceremonia que tendrá lugar en Tarragona el próximo 13 de octubre. Algo que, en el Año de la Fe, bien puede interpretarse como un signo que da relevancia a esa parte de la historia de España que se nos quiere robar.
Siguiendo con la historia, unos 15 km. al Sur de Logroño se alza el castillo de Clavijo, vigilando los campos donde, según la tradición, el 22 de marzo del año 844, tuvo lugar la batalla en la que apareció el apóstol Santiago, sobre un caballo blanco, en apoyo de las huestes cristianas, a las que condujo a una gran victoria en el paraje hoy conocido como Campo de la Matanza.
En esta gesta de nuestra historia nacional tienen su origen la advocación que damos a nuestro Patrón como Santiago Matamoros; el grito bélico de “¡[Ie]Sus y a ellos! ¡Santiago y cierra España!”; o  el Voto de Santiago, por el cual se recaudaba entre los fieles de Castilla y León un tributo que se entregaba anualmente a los Canónigos de Compostela. Este voto se mantuvo ininterrumpido hasta su supresión en 1812 por las  cortes de Cádiz.
Santiago y Juan gozaron, junto con Pedro, de un trato preferente por parte de Jesús, quien tuvo sólo a estos tres apóstoles como testigos de dos hechos de suma relevancia como la resurrección de la hija de Jairo y Su Transfiguración en el monte Tabor. Por eso, uniendo a Santiago con Pedro, en estos momentos críticos para para la fe católica, que el Papa Francisco está predicando ahora en Brasil, y que sigue sufriendo en América, España, en Europa y en el mundo entero, sea considerado o no “mundo libre”, toda clase de persecuciones, puede resultar de utilidad recordar estas palabras, que en su visita pastoral a Compostela de 1982, pronunciara el beato Juan Pablo II: “Por eso, yo, Juan Pablo II, hijo de la nación Polaca, que se ha considerado siempre europea, por sus orígenes, tradiciones, cultura y relaciones vitales; eslava entre los latinos y latina entre los eslavos; yo, Sucesor de Pedro en la Sede de Roma, una sede que Cristo quiso colocar en Europa y que ama por su esfuerzo en la difusión del Cristianismo en todo el mundo. Yo, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal, desde Santiago, te lanzo vieja Europa, un grito lleno de amor: vuelve a encontrarte. Sé tu misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. Reconstruye tu unidad espiritual en un clima de pleno respeto a las otras religiones y a las genuinas libertades. Da al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. No te enorgullezcas por tus conquistas hasta olvidar sus posibles consecuencias negativas. No te deprimas por la pérdida cuantitativa de tu grandeza en el mundo o por las crisis sociales y culturales que te afectan ahora. Tú puedes ser todavía faro de civilización y estímulo de progreso para el mundo. Los demás continentes te miran y esperan también de ti la misma respuesta que Santiago dio a Cristo: <Yo puedo>”