
El 20 de octubre de 1849 el conde Clonard da el relevo al general Narváez en la presidencia del gobierno. Clonard había tomado posesión del cargo sólo unas horas antes y por eso a su gabinete se le conoce con el nombre del ministerio relámpago, que es el más efímero de toda la historia de España. Todo un síntoma de la debilidad y de la corrupción del régimen liberal de esos años. Y en el colmo del disparate, los políticos en lugar de reconocer y enmendar sus errores, culparon injustamente de la situación a una monja de clausura, Sor Patrocinio, y la condenaron a destierro. Cuando la perseguían se limitaba a comentar a sus monjas: “Esto pasa y la eternidad sin fin se acerca”. Ya se ve que el recurso a atacar a la Iglesia para escamotear los fallos políticos no es nuevo. Sor Patrocinio murió con fama de santa y son muchos los fieles que al día hoy siguen acudiendo a rezar a su tumba, que se encuentra el convento de la Concepcionistas Franciscanas de Guadalajara, en cuya Iglesia se venera a María bajo la advocación de la Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias.