
Javier Paredes. Hoy la protagonista del día es la madre Patrocinio porque, a favor de los vientos revolucionarios, el 11 de diciembre de 1868 el gobernador civil de Guadalajara expulsaba a sus monjas del convento que tenían en la ciudad.
Sor Patrocinio, aunque solo sea por los dieciocho conventos de clausura que fundó, es una las figuras más importantes de la iglesia española del siglo XIX. Además de sus fundaciones tuvo en Madrid un a aparición de la Virgen aprobada por el Papa Gregorio XVI y es una de las poquísimas personas en la historia de la Iglesia, que como el Padre Pío, recibió los estigmas de la Pasión, por lo que es conocida también como las monja de las llagas.
Desgraciadamente una vida tan extraordinaria ha sido tapada con silencios y calumnias, pero la realidad es mucho más interesante que la ficción.
Una monja que convivió con ella muchos años, Sor María Isabel de Jesús, escribió una biografía suya. Es uno de los libros más apasionantes que he leído y escrupulosamente documentado, aunque no lleva notas a pie de página. Llevo años estudiando la figura de Sor Patrocinio, rastreo sus pasos por la prensa del XIX y por numerosos archivos y todavía no he pillado en un renuncio a la madre María Isabel de Jesús. Es verdad todo lo que dice, y puedo afirmar que todavía se quedó corta en elogios de la madre Patrocinio. Este libro ya no se encuentra en las librerías, pero las madres concepcionistas de Guadalajara si se lo piden por teléfono (949 225 865) se lo pueden mandar por correo.
A continuación transcribo los párrafos de libro de sor María Isabel de Jesús, en los que se narra cómo afecto al convento de Guadalajara la Revolución de 1868:
“Respecto de este convento de Guadalajara, morada de la sierva de Dios, hasta el día 3 de octubre de 1868 en que pasó a Francia, no podemos decir lo que de los anteriores llevamos dicho, esto es que no hubo violencias de parte de la Junta revolucionaria; pues, además de los desmanes y escándalos que precedieron a la salida de nuestra santa madre, desde aquel entonces, no cesaron las molestias y apremios a la comunidad para que saliera y se disolviera cuanto antes... «He hecho también grandes esfuerzos por conservar el convento de Guadalajara», decía el Sr. cardenal en carta
de diciembre a la sierva de Dios; «se han empeñado también a favor de mis deseos varias personas de las que pertenecen a la situación, sin haber logrado otra cosa sino que no las atropellen, como sucedió a las pobrecillas de El Escorial ». Ciertamente, no solo el Excmo. prelado sino también
otras muchas personas de la ciudad, pudiéramos decir que la mayor parte de ella, interpusieron su influencia a favor de las religiosas; pero siempre con infeliz resultado, por el empeño satánico que había en echarlas de su convento y aún en hacerlas desaparecer para siempre de Guadalajara.
A cualquiera extrañará que, habiendo en Guadalajara cinco conventos de religiosas de clausura, además del nuestro, solo con nosotras se metieran los revolucionarios y con el de las religiosas Jerónimas, y, sobre todo, que, ni a nosotras ni a ellas, se permitiera vivir en alguno de los otros que no eran suprimidos. Lo cierto es que, «a consecuencia de querer defendernos, hasta fue tratado mal Su Eminencia», como afirmaba en una carta el Sr. Villanova.
Tan persuadida estaba la sierva de Dios de que no tenía remedio nuestra expulsión y salida forzosa, que apenas llegada a Francia, previene a la madre Jesús Nazareno, abadesa de nuestro convento, que «no salgan sino a viva fuerza e interponiendo enérgica protesta». Al mismo tiempo y al mismo tiempo previendo la salida, daba instrucciones detalladas a la referida madre sobre algunos asuntos particulares y muy interesantes
de la comunidad, y le ordenaba le fuera enviando las religiosas por tandas, para que, en el momento de la salida, hubiera en el convento las menos religiosas posibles. Fue tan grande la tribulación y el peligro que corriera la comunidad hasta su definitiva expulsión, que, estando yo en Francia ya, por la Pascua de Navidad, tuvo la sierva de Dios un éxtasis maravilloso y en él oímos decir las religiosas que lo presenciamos, entre otras exclamaciones a Dios, por lo que estaba ocurriendo en España a nuestras comunidades, esta referente a la de Guadalajara: Jesús que te pierdes; significando sin duda la difícil situación de la Rda. madre Jesús Nazareno y el peligro que corrían sus religiosas.
Por fin, y después de fracasar todas las gestiones que se hicieran por unos y otros, con fecha 11 de diciembre de 1868, expidió el Sr. gobernador de esta ciudad el decreto de supresión de la comunidad, dándole de término para desalojar el convento hasta el 31 del mismo mes. Decreto que fue protestado convenientemente y de modo oficial por las religiosas; y cuando llegó el día, lo pusieron en práctica, abandonando el convento a presencia de la comisión revolucionaria, la que sellaba las celdas y demás dependencias, después de salir de ellas las religiosas. Estas eran ya pocas, como dejamos dicho, y, excepto algunas que se quedaron viviendo en el convento de Descalzas Reales de Madrid, con sus hermanas de otros conventos suprimidos, las demás pasaron a Francia, al convento de Bayona, al lado de la sierva de Dios. Por lástima que se cerrara al culto la iglesia de nuestro convento, cuya restauración tanto trabajo costara a la sierva de Dios, al salir la comunidad del convento, encargose de ella D. Eulogio Horcajo, capellán de las religiosas hasta aquel día, quien la conservó en perfecto estado hasta nuestra vuelta de Francia, después de nueve años de destierro”.