
Javier Paredes. Un helicóptero sobrevuela el cielo de Madrid porque se ha concentrado en el centro de la capital un enorme gentío, que no deja ver el asfalto desde la confluencia de la calles Joaquín Costa con Raimundo Fernández Villaverde hasta la plaza de San Juan de la Cruz. Se calcula que hay medio millón de personas, cien mil menos de las que se reunieron en Barcelona por el mismo motivo. La autoridades van apareciendo en la tribuna, empezando por las de menor rango: la primera autoridad civil de la ciudad de Madrid, el titular de la diócesis de Madrid con dos obispos auxiliares, seis ministros con sus respectivos cónyuges, el vicepresidente del gobierno ya que por razones obvias no puede asistir el presidente y por supuesto, Don Juan Carlos y Doña Sofía. Y por encima de todos los presentes, sobre un pedestal de una altura equivalente a un vivienda de siete pisos han colocado la imagen de la Virgen de la Almudena, porque todos los allí reunidos han acudido a aquella concentración para rezar el Santo Rosario.
Sí, ni es historia ficción, ni la concentración se produjo hace unos cuantos siglos. Los hechos son bien recientes, tanto que buena parte de los asistentes todavía viven. Y los que no lo pudieron ver, les basta con consultar el ABC del 2 de junio de 1964, que tiene en portada una gran foto de la concentración. El alcalde de Madrid que estuvo allí presente era José Finat, conde de Mayalde. Era arzobispo de Madrid don Casimiro Morcillo, que acudió acompañado de sus obispos auxiliares García Lahiguera y Ricote. De los diecinueve ministros del gobierno fueron seis con sus respectivas esposas a la concentración: Fraga Iribarne, Carrero Blanco, Nieto Antúnez, Alonso Vega, López Bravo y Solís Ruiz. El vicepresidente del gobierno era Agustín Muñoz Grandes. Y Franco, que era jefe de de gobierno, no fue para ceder protagonismo a sus altezas reales, los príncipes Don Juan Carlos y Doña Sofía.
Habían acudido a la Avenida del Generalísimo, hoy Paseo de la Castellana, convocados por el padre Peyton que promovió por el mundo una campaña para rezar el rosario en los hogares, bajo un lema que se hizo famoso: “la familia que reza unida, permanece unida”. Su predicación tuvo tal calado que hoy se considera al padre Peyton como la persona, que después de Juan Pablo II ha predicado a más gente en directo. Sólo en Brasil le escucharon dos millones de personas. Ese día cada uno de los misterios fue dirigido por una familia, padre, madre e hijos. El primer misterio por la familia de Muñoz Grandes, el segundo por la de López Ibor, el tercero por la de Antonio Bienvenida, el cuarto por un desconocido obrero industrial que se llamaba Gabriel Almagro y el quinto por Jacinto, Vega que era un campesino de Chinchón.
Pues bien esa España cristiana… Sí hombre sí, que hay que decirlo claro para hacer justicia y decir la verdad: que la España de la época de Franco se asentaba sobre una sociedad cristiana, con todos defectos que se quiera, pero cristiana. Una sociedad cristiana, que tantos manipuladores presentan desfigurada a las generaciones que no la vivieron para justificar el raquitismo moral que ha engendrado la moral farisaica del mal menor de tantos católicos, que llenan los ministerios, las autonomías, las alcaldías y todos los puestos públicos inventados para mantener sumisas a las clientelas de los partidos políticos. Pobres indigentes morales, que de tanto acumular poder y encubrir los remordimientos de su conciencia, perdida de hecho la fe, ya ni son capaces de razonar que si el Santo Rosario pudo acabar con aquella amenaza de Lepanto, es más fácil que por el rezo del Santo Rosario -a cuya devoción se dedica el mes de octubre- se vuelvan cristalinas las aguas de nuestra España, que desde del poder han corrompido, hasta volverlas nausebundas.
Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea
P.D.
La consulta de3 lo sucedido el 12 de junio de 1964 puede cocnsultarse en la siguiente dirección:
http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1964/06/02/051.html