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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

la lectura completa del artículo tenía cierta morbosidad por provenir del informe elaborado por la “Fundació Ferrer i Guàrdia”

DEL ENEMIGO EL CONSEJO: “la cifra de personas no creyentes cae en España tras siete años de aumento”

Manuel Parra Celaya. Este humilde articulista, que es creyente y practicante, leyó con cierta sorpresa un titular de La Vanguardia de Barcelona que afirmaba, de entrada, que “la cifra de personas no creyentes cae en España tras siete años de aumento”. Luego, la lectura completa del artículo tenía cierta morbosidad por provenir del informe elaborado por la “Fundació Ferrer i Guàrdia”, si recordamos que este fue Gran Maestre de la Masonería o, por lo menos, un alto grado de la misma; la noticia está basada, según se dice, en datos estadísticos del CIS, del INE y “elaboraciones propias”, como aseguraba el texto de la periodista Silvia Oller.
    El mencionado artículo seguía diciendo que “todavía es pronto para extraer conclusiones”, pero una posible causa de ese decrecimiento podría estar -¡cómo no!- “en los relatos de la extrema derecha”; de todas formas, se recuerda firmemente que “hoy más de una cuarta parte de la población es agnóstica y atea”.
    Omito mencionar otros datos contenidos en el informe -titulado, por cierto, “laicidad en cifras-” que no hacen más que señalar “el leve repunte” de creyentes, pero se insiste a continuación en que “ha disminuido la práctica religiosa” y el “descenso de los ritos de paso”, expresión algo enigmática para los lectores y que se refiere a lo que los católicos denominamos Sacramento del Matrimonio; así, los matrimonios civiles han aumentado “en Baleares, País Vasco y Cataluña”, y, del mismo modo, se deja constancia de que lo han hecho “los nacimientos fuera del matrimonio”; comentemos por nuestra parte y de pasada que es evidente que ni por esas se logrará superar el desastre demográfico que sufrimos…
    En síntesis, se recuerda, con cierto triunfalismo, que “en el 2024, un 39% de la población era atea, agnóstica o indiferente a la religión”. Ello prueba para un servidor el éxito de la estrategia de la secularización, emprendida hace muchos años, y de las sucesivas campañas, institucionales o no, para erradicar el sentimiento religioso, especialmente entre la juventud, que se siguen llevando a cabo.
    Desde aquel España ha dejado de ser católica, de D. Manuel Azaña, tenemos la constatación de que la táctica de persecución y de quema de conventos e iglesias ha sido sustituida con éxito por la propaganda masiva y la adopción de los planteamientos gramscianos, tendentes a minar la superestructura en lugar de empeñarse en combatir la estructura mediante la lucha de clases. De todas formas, ese “leve repunte” de religiosidad parece preocupar a la Fundación Ferrer y Guardia, y no le queda más remedio que achacarlo a la omnipresente “extrema derecha”.
    Sabemos de sobra que el Sistema capitalista imperante es profundamente materialista: por supuesto, en lo económico, y allí coincide con las tesis de Marx, de Engels y de Feuerbach; y, en lo político, el Neoliberalismo, haciendo honor a sus orígenes y génesis roussonianos, es totalmente relativista; con estos ingredientes, no es extraño que España y toda Europa hayan sido consideradas como tierra de misión, pues la religión ha sido combatida a diestra y siniestra. No hace falta repetir que el resultado es que, tras la declaración de la muerte de Dios, haya devenido la muerte del hombre…
    Pero no olvidemos otras responsabilidades; me refiero a ciertos sectores de la jerarquía eclesiástica (no vale decir “la Iglesia”, pues la Iglesia somos “todo el pueblo creyente”, según feliz definición del Vaticano II) que fue, primero, coqueteando con sus adversarios y, luego, postergando su misión, muchas veces empujada por factores que no se correspondían precisamente con su ministerio; y no quiero insistir en ejemplos sangrantes en España, como la asepsia de algunos colegios titulados como religiosos o como el tema actual del Valle de los Caídos, sobre el que no me extiendo para no dar lanzada a moro muerto.
    Lo evidente es que, en la actualidad, precisamos lo que podríamos llamar una importación de curas, en términos populares, provenientes de áreas florecientes con vocaciones y firmeza (Hispanoamérica, África, Indonesia..); es lo que tantas veces he denominado en mis artículos la segunda evangelización, de allá hacia acá, ante ese tirar la toalla de amplios sectores del alto y del bajo clero autóctono.
    Tampoco es extraño que la irreligiosidad impere en las Comunidades Autónomas tocadas por el nacionalismo separatista, toda vez que muchos prelados y sacerdotes han sido incapaces de poner a Dios y a la Iglesia Católica (que significa Universal) por encima de sus mitologías supremacistas.
    Por supuesto, el principio de libertad religiosa -que ha defendido en sus primeras palabras León XIV- es fundamental, cosa que no tienen tan claro las tendencias laicistas predominantes; pero tampoco quiero soslayar que el Cristianismo forma parte de las raíces culturales de Europa y que, en España concretamente, el Catolicismo es la clave de los mejores arcos de nuestra historia.
 

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