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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

¿FUE UNA DESPEDIDA?

El año de Franco aguado

Manuel Parra Celaya. Hace once meses que el Presidente del Gobierno español inauguró un llamado “año de Franco”, pero los fastos previstos para esta insólita conmemoración, auspiciada por un odio irracional y por un estúpido revanchismo, se han visto aguados por otros temas más urgentes que han ido llegando a su ya repleta cartera de eventos desagradables para él y sus colaboradores. 
A finales del siglo pasado, el escritor D. Antonio Castro Villacañas dejó escrita una frase que cobra hoy actualidad: “Ser hoy franquista es un anacronismo, pero ser antifranquista es una tontería”. Efectivamente: mientras perdure una absurda dialéctica franquismo-antifranquismo -seguía este autor- “España seguirá viviendo una etapa de transitoriedad insegura”. Bien, pues, transcurrido un cuarto de siglo e inmersos en problemas acuciantes de orden interno e internacional, seguimos en la inseguridad, sin que sepamos cuándo saldremos de ese tránsito aberrante.

AULAS PELIGROSAS

Manuel Parra Celaya. No es ético, de manera alguna, frivolizar sobre el tema del bulling en nuestras aulas, toda vez que, además de su dimensión ética y educativa, ha ido llevando a algunos niños y adolescentes al suicidio. Aunque no se llegue a este extremo, no se puede desconocer la angustia de quienes son objeto de burlas, de intimidación o de saña sin paliativos, aunque no suelan aparecer en las televisiones o en la prensa; hacerlo supondría conceder una patente de corso a quienes se consideran por encima de los demás y cuyo menosprecio al débil atenta contra la dignidad humana. 
    Si hacemos un poco de historia -incluso personal- reconoceremos que el bulling ha existido siempre, especialmente contra aquellos alumnos que presentan algún rasgo que los hace diferentes al conjunto de la clase; es ya clásica la tirria al empollón, al que hace puntualmente sus deberes, al que lleva gafas, al que tiene alguna anomalía física, al débil, al que no da pie con bola en los partidos de fútbol… Mil y una causa, que nunca razones, que ocasionan que los machotes (o machorras, que en este punto no hay distinción de sexos) se ceben en otros compañeros. No hay ni que recordar que los móviles y las redes sociales, en la actualidad, han proporcionado armas a esos indeseables.

al compás de la tradicional Castañada y con total desdén del Halloween

LECTURA TRASCENDENTE DEL TENORIO

Manuel Parra Celya. Cuando se acercaban estas fechas, estuviera o no en el programa oficial, solía un servidor hablar a sus alumnos de Don Juan Tenorio, comparando el sentido de las versiones de Tirso de Molina y de José Zorrilla, perspectivas barroca y romántica respectivamente. Si se trataba de una asignatura de Literatura española específica de Bachillerato, y con cierto interés probado por parte de la clase, profundizaba incluso en los antecedentes del mito y finalizaba con unas reflexiones extraliterarias. Desde mi jubilación, solo me queda el consuelo de releer algunas estrofas o recuperar en la pantalla de mi televisor los CD de las grabaciones en que intervenían los magistrales Concha Bautista y Paco Rabal, en el caso del Tenorio de Zorrilla, o revivir, en el Burlador de Tirso a una Ana de Ulloa con la gentil y malograda actriz Inma de Santis. Todo ello, claro, al compás de la tradicional Castañada y con total desdén del Halloween

 

en vísperas de la Fiesta Nacional de España, que equivale en profundo al Día de la Hispanidad, recurro al Maestro Xenius

GLOSAS (ACTUALIZADAS) DE LA HISPANIDAD

Manuel Parra Celaya. A fuer de catalán, me declaro fielmente orsiano, pues tengo para mí que D. Eugenio d´Ors representó en el siglo XX el culmen de la filosofía en mi tierra, en paralelo al cenit madrileño en Ortega y Gasset, ambos tan diferentes y, no obstante, tan coincidentes en muchas cosas. Y he aquí que, en vísperas de la Fiesta Nacional de España, que equivale en profundo al Día de la Hispanidad, recurro al Maestro Xenius, para confirmar las ideas esenciales, por una parte, y, por la otra, para desplegar en el tiempo sus aciertos, esta vez entresacados de su Nuevo Glosario. Dice don Eugenio que la idea de la Hispanidad puede ser un numen “a condición de que se descubra en ella aquella vocación universal por cuya virtud la esencia alquitarada de lo que pudo tomarse por estrechamente nacional se vierte en la amplitud de lo ecuménico y católico”. 

¿Cuál es el verdadero interés de España a todo esto?

¿INTERÉS NACIONAL?

Manuel Parra Celaya. Una ola de antijudaísmo recorre Europa. No digo de antisemitismo, porque entiendo que los dos bandos en guerra abierta en Oriente Próximo se reconocen en el mismo origen étnico. Ahora, en nuestros lares, el debate parece centrarse en un simple tema lingüístico: “genocidio” sí o no, aunque nuestro Gobierno se ha decantado de entrada por la primera opción; dicen que hay palabras en propiedad, como esa misma y la acuñada tras la 2ª GM de “holocausto”, pero prefiero atarme al significado que da la RAE de “matanza de seres humanos”, sin precisar víctimas y victimarios. 

Son más que tentativas, en realidad, las imposiciones del lenguaje inclusivo del wokismo

WOKISMO: ¿CÓMO DEBO EXPRESARME?

Manuel Parra Celaya. Hace unos días me pareció muy oportuna la bronca y legionaria respuesta de Arturo Pérez-Reverte a las insinuaciones -de momento, solo insinuaciones- sobre cómo se debe hablar y escribir, qué expresiones se decretan como non gratas y, en general, cuáles son las directrices que deben presidir la comunicación entre los españoles. Recuerdo que en el curso de una clase en la Facultad -hace, ¡ay!, bastantes años- un profesor de lingüística, sacerdote por más señas, afirmó en el aula que solo las dictaduras se atreven a dirigir el lenguaje de los pueblos; al decir esto, puso un ejemplo del italiano en la era de Mussolini, pero, significativamente, guiñó un ojo a la concurrencia, gesto que mereció algunas sonrisas en el auditorio por su “osadía” (estoy refiriéndome a los años 70 del siglo pasado); creo que el franquismo no había intervenido nunca en el lenguaje ciudadano, ni siquiera cuando se explicaban chistes sobre Franco en los bares en voz alta.

 

el azul celeste a los comunistas, el azul mahón a la Falange, el verde a los “escamots” separatistas, el negro a los fascistas italianos o el pardo a los nacional-socialistas alemanes

En los más turbulentos años del siglo pasado, los colores también identificaban a los partidos

Manuel Parra Celaya. Una de las aparentes paradojas de nuestra época es la eclosión del individualismo más atroz junto a la constante aspiración a formar parte de un rebaño más o menos organizado pero siempre canalizado y dirigido. Esto segundo lo sentimos en nuestras propias carnes y lo aceptamos servilmente cuando nos sitúan en esos endemoniados pasillos de pivotes y cintas en aeropuertos y estaciones de trenes, donde al cruzarte una y otra vez y en un sentido u otro con otros viajeros que forman las colas no podemos de dejar de sentirnos verdaderamente estúpidos. Lo primero, el individualismo como norma social, es producto del neoliberalismo que nos rige globalmente. 
No tenemos más remedio que repasar a Ortega cuando nos dice que “a las masas no les preocupa más que su bienestar y al mismo tiempo una insolidaridad de las causas de ese bienestar”, pues las suelen entender como “derechos nativos”, y esto es aplicable a los llamados derechos de segunda o tercera generación. 

LA PRINCESA DESTERRADA

Manuel Parra Celaya.  Recuerdo un cuento oriental que alguna vez leí y que, ahora, me ha venido a la memoria, cuando los medios de difusión se apresuran a hacer olvidar de un día para otro, no solo la historia de España, sino el penúltimo escándalo para que tenga algún espacio el siguiente; en este sentido, se puede decir que la realidad supera con mucho a la ficción. Pero vayamos al cuento, que seguro es conocido. 
Un sultán deseaba construir un gran palacio para albergar a una princesa, su favorita. Convocó a los mejores arquitectos de su reino e incluso se hizo traer a los mejores maestros de allende de sus fronteras; indagó qué ingenieros serían capaces de rodear la nueva residencia de hermosos jardines, con fuentes y arroyos artificiales de aguas cristalinas que convirtieran su periferia en fantásticos lugares de asueto; convino con los mejores escultores qué estatuas deberían ornar el interior del palacio y sus alrededores…

DE AYER A HOY, Y VICEVERSA

Eso de la Corona de Aragón es expresión tabú en los dominios separatistas

Manuel Parra Celaya. Qué les voy a decir: no soy asiduo en absoluto de TV3, ni a muchas otras cadenas, (por no decir a ninguna), pero, en el caso concreto de la televisión autonómica -por referirme a ella con este eufemismo legal- el motivo es que se trata de un instrumento propagandístico esencial del nacionalismo separatista en Cataluña, y un servidor, como catalán -y, por tanto, español- lo rechaza de forma instintiva, moral y nacional.
Hice una excepción a causa del anuncio de fuertes lluvias y tormentas “en el este peninsular” (la palabra España no se menciona nunca en esa cadena) y quise conocer de cerca si debía desenfundar el paraguas en Barcelona; la cadena superó con mucho mis expectativas, pues me informó, no solo de la posibilidad de lluvia en mi ciudad y en mi Comunidad, sino de la previsión del tiempo en todos los “Països Catalans”, así como lo oyen.

PROGRESO Y PROGRESISTAS

Manuel Parra Celaya. Muchos coincidimos en que la mostrenca y anticuada clasificación de derechas e izquierdas ya ha quedado arrumbada en el polvoriento desván de la historia. La prueba de ello me dan los propios representantes de los partidos, que han ido arrinconando estos términos en desuso, ocultándolos, silenciándolos o dejándolos caer solamente para sus hinchadas más fieles y retrógradas.
La tradicional derecha hace tiempo que apeó esta denominación, quizás por su empecinamiento vergonzante en romper todo vínculo y alusión con el proscrito franquismo, y acude a definiciones más actuales, algunos como “conservadora”, otros como “liberal”, o, en sus ensoñaciones más demagógicas, al insulso apelativo de “centrismo”.