
Manuel Parra Celaya. La vida de San Miguel de los Santos transcurrió dedicada a la devoción a la Eucaristía y a la caridad; nació a finales del siglo XVI en la localidad de Vic (Barcelona) y falleció en Valladolid a los 33 años; fue canonizado en 1862 y su fiesta se celebra (o celebraba) el 8 de junio.
Un amigo de la Orden trinitaria, a la que perteneció el Santo en cuestión, me había ponderado el fervor popular que suscitaba su figura en su ciudad natal, hasta el punto de que me había propuesto una nueva visita a la capital de la comarca de la Ausona (u Osona) para coincidir con la fiesta dedicada a San Miguel; pero he aquí que -parafraseando un viejo refrán sin el menor asomo de irreverencia- “el hombre propone…pero el separatismo dispone”.
La noticia ya es de dominio público en la prensa que se atrevió a difundirla: iba a presidir la solemne ceremonia el presidente de la Conferencia Arzobispal Española, D. Luis Argüello, pero esta comparecencia no fue considerada grata por los CDR (¿recuerdan: Comités de Defensa de la República?), por las colles preparadas para la fiesta, por ERC, por Comunes y por todo el conglomerado nacionalista (posiblemente, las mismas cabezas con diferentes sombreros), y lanzaron un manifiesto en oposición a la presencia de Monseñor Argüello, con propuesta de una sonora pitada “para que no se escucharan sus palabras en la Catedral”, manifestaciones de protesta y un sinfín de algaradas callejeras, es decir, un escrache en toda regla.
¿El motivo? Se acusaba a Argüello de “ser contrario al derecho de autodeterminación” y, especialmente, de haber sugerido que, ante la grave situación por la que pasa España, era el momento de que el pueblo hablara en unas elecciones; traducido: el Presidente de la Conferencia no era fiel del nacionalismo separatista ni, al parecer, del tinglado que sostiene a Pedro Sánchez en el poder, del que forman parte, como se sabe, los partidos separatistas.
El obispo de Vic -que no parece ser émulo del martirologio cristiano en esta comarca catalana, tanto bajo el Imperio Romano como bajo el Frente Popular de la 2ª República- decidió suspender las ceremonias religiosas en la Catedral y en la casa natal de San Miguel en honor del Santo, y publicó un comunicado que no tiene desperdicio y que someto a la opinión imparcial de los lectores: “Habiendo tenido conocimiento de la convocatoria y preparación de varias acciones contrarias y limitativas de la libertad religiosa en el marco de la celebración del Oficio de San Miguel de los Santos, y atendiendo a que estas actuaciones podrían poner en peligro la seguridad de las personas y del patrimonio cultural…”; y venía la supresión de la solemne Eucaristía y demás actos religiosos del día.
A fuer de veterano, uno echa mano del recuerdo y evoca cuando, en los años 60 del siglo pasado (en pleno franquismo), D. Marcelo tomó posesión como Obispo de Barcelona, también se convocó un escrache (aunque entonces no se llamaba así), preparando una solemne pitada en Catedral; a tal efecto, algunos sectores de clérigos, que ya apuntaban maneras, repartieron silbatos a los seminaristas, pero, tanto por la intervención de la Fuerza Pública como por la actuación de los fieles, aquellos supuestos alevines de curas se tragaron los pitos o los escondieron…
Mucho más recientemente (no hace falta mucha memoria): ningún obispo catalán que yo sepa- levantó su voz ni llevó a cabo ninguna actuación cuando, en la mascarada del 2017, algunos párrocos guardaron las urnas del butiferréndum y las sacaron aquel 1 de octubre junto al altar, para que se pudiera votar al tiempo que se asistía a la Misa dominical; entonces, ninguna jerarquía eclesiástica previó “la seguridad de las personas” ni “del patrimonio cultural”. Y no sigo escribiendo sobre el tema para no echar mano de la indigna actitud de obispos y sacerdotes en el País Vasco cuando ETA campaba por sus anchas y, entonces sí, estaban en grave peligro de muerte las personas no afines a la banda…
Volviendo a la actualidad, es evidente que el cisma es un hecho; y no por cuestiones derivadas del matrimonio de los sacerdotes o por el de las parejas homosexuales; ahora, el motivo cismático puro y duro es la preponderancia del separatismo en la llamada Cataluña profunda, posiblemente con el visto bueno de algunas autoridades eclesiásticas.
Suponemos que la convocatoria de los separatistas ante la presencia de Monseñor Argüello en Vic habría tenido el mismo eco (y el ridículo consiguiente) que cuando recientemente convocaron un escrache a los Reyes de España en su visita a la Moreneta en Montserrat; el llamamiento acabó en perfecto ridículo -apenas 200 personas-, pero también se dieron actitudes timoratas, e indignas, como hacer entrar a los Reyes por la puerta trasera de la Basílica. El señor Obispo de Vic, en el día de San Miguel de los Santos, ha querido también ser muy prudente, y, así, se ha sometido con armas y bagajes al chantaje separatista…
¿Habrá, a partir de ahora, que pedir permiso al conglomerado nacionalista para cualquier celebración religiosa en Cataluña? Suponemos que los señores Obispos lo habrán previsto a la hora de las celebraciones.
Que San Miguel de los Santos, que se considera abogado ante cánceres y tumores, interceda desde el Cielo para que este extendido tumor de la inquina separatista sea borrado de nuestra antiguamente cristiana Cataluña.