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Diario YA


 

Número 9596 – ¡Buen trabajo!

Agente secreto de la Polonia comunista infiltrado en los jesuitas

Higinio Paterna. La realidad nos ofrece mejores historias que las de cualquier película. La vida de Tomasz Turowski podría, sin duda, optar a un oscar al mejor guión.
Hasta ayer embajador de Polonia en Rusia, antes lo fue en Cuba, comenzó su carrera diplomática en 1993. Antes, de 1975 a 1984, había sido jesuita en Roma. Turowski dejó la orden antes de ser ordenado sacerdote, y le siguió la comprensión de sus compañeros, con quienes siguió guardando buenas relaciones en adelante. Poco sospechaban que acababa de abandonarles el agente 9596 de la Sección XIV, Departamento I del Servicio de Seguridad de la Polonia comunista -una formación de élite tan secreta que sus miembros no eran conocidos ni siquiera por parte de los jefes de los servicios de espionaje polacos sus respectivos países de destino: sólo tenían acceso a sus datos los jefes de la sección y departamento… y la KGB.
A este cuerpo había ingresado años antes, en sus tiempos de estudiante de filología rusa en Cracovia. Ya en Roma, en el periodo de noviciado, su habilidad para los idiomas le permitió tener acceso como traductor a documentos secretos relativos a la política oriental del Vaticano. Difícilmente se cumplirán los pronósticos que lo ponían como futuro embajador en Roma. El rastro de sus documentos ha sido descubierto por el Instituto de Memoria Nacional, que ha informado debidamente al juzgado.
Esta información suena peor aún en un momento en el que el primer ministro Donald Tusk acaba de reconocer que el Comité Interestatal de Aviación -organización controlada por Rusia que se encuentra a cargo de la investigación de la catástrofe de Smolensk- ha preparado un informe inaceptable. Ha declarado esto tras meses en los que cada observación crítica de la oposición o de familiares de las víctimas ha sido tratado como si fuera una afrenta y después de dejar innecesariamente toda la investigación en manos rusas por una “cortesía” excesiva.
La situación de Polonia no es seguramente tan dramática como la de Bulgaria, donde el primer ministro Boyko Borysov declaró hace unos días que el 45% de los embajadores actuales fueron en el pasado agentes de los servicios secretos, pero quizá el premier Tusk esté pensando cómo averiguar si realmente todos sus funcionarios al más alto nivel trabajan para el bien de su país. Al fin y al cabo, la lustración y la descomunización fueron hasta hace no muchos años unos de los slogans de su partido, hasta que dejó de serle rentable y se convirtió en una buena manera de demonizar a los gemelos Kaczynski.