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Diario YA


 

todo se había supeditado a criterios puramente materiales

Cuando una monarquía muere ayuna de principios éticos

Javier Paredes. El protagonista del día es el último de los reyes godos, Don Rodrigo, que fue coronado el 1 de marzo del año 710. Muy poco duró su reinado, pues murió en el mes de julio del año 711 en la batalla de Guadalete, y con él desapareció también la España visigoda. Su viuda Egilona o Egilo, fue hecha prisionera en Mérida por Abd al-Aziz ibn Musa, el hijo de Muza, vencedor de Guadalete, que la tomó como esposa.

Don Rodrigo en Guadalete perdió muchas cosas, tantas que facilitó la invasión y la conquista musulmana de España, cuya dominación duró ocho siglos. Según una leyenda, la causa de esa derrota se atribuye a la traición de Don Julián, conde de Ceuta. Cuenta dicha leyenda que Don Julián había enviado a su hija Florinda a la corte de Toledo, con el doble fin de ser educada y de paso encontrar un marido entre los nobles. Y resultó que entre varias educandas, Florinda fue la elegida para limpiar la sarna de Don Rodrigo, operación que realizaba con un alfiler de oro. Y como lo de jugar a médicos siempre acaba en lo mismo, la chica tuvo que comunicar a su padre lo sucedido, y lo hizo lógicamente en versión Florinda. Para no levantar sospechas del chivatazo, envió a su papá una serie de regalos entre los que incluyó un huevo podrido, claro indicio para el conde Don Julián de que su hija había sido violada. Y como a la vista del huevo podrido, el padre interpretó que su niña no había puesto nada de su parte, al punto se presentó en Toledo, regresó a Ceuta con la niña y se alió con Muza, a quien abrió las puertas de España para vengarse del ultraje de Don Rodrigo. 

Naturalmente que cuando la leyenda suena, algo de verdad lleva. Y la venganza de Don Rodrigo habla a las claras de las habituales y sangrientas luchas entre los clanes visigodos, que se producían cada vez que había un relevo en el trono, ya que la monarquía visigoda era electiva.

 Pero también circuló otra leyenda para explicar lo sucedido, que refleja mucho mejor la realidad de los hechos. Cuentan las crónicas moras que por la noche, después de la gran batalla, se vio al caballo blanco de Don Rodrigo galopando solo por el campo y dando tristes relinchos. Corría sin su jinete, dejando a la vista de los pobres, austeros y desarrapados moros la espectacular riqueza de la montura, hecha de seda y oro, y adornada con rubíes y esmeraldas.

En efecto, moría la monarquía visigoda ahogada por el lujo, la riqueza, la molicie, el vicio, la corrupción y el escándalo. Ayuna de principios éticos, todo se había supeditado a criterios puramente materiales, sin percatarse de que el oro, la seda, los rubíes y las esmeraldas, por carecer de raíces, no pueden sujetar con un mínimo de firmeza a una sociedad, que reduce sus metas al bienestar material. Y es bien sabido, que todos los sistemas políticos, desde el de los visigodos al de los comunistas, cuando todo lo confían a la economía,  aunque al principio emitan fulgores anclados en la firmeza de los faros de mar, con el tiempo toda su estructura se desvanece como un castillo de naipes. Y sin duda, esta leyenda mora explica mejor que muchos libros de Historia la razón por la que a los musulmanes les bastó con un par de años para conquistar España, la misma tarea en la que los romanos tuvieron que emplear un par de siglos.