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Diario YA


 

Descargo de conciencia

Ángel David Martín. 3 de Septiembre.

He dudado mucho si escribir o no esta columna de opinión. Pocas veces como ahora soy consciente de que puedo equivocarme y no sea exacto todo lo que digo. Sería más cómodo hablar esta semana de otra cosa menos comprometida pero, si lo hiciera, no estaría contento conmigo mismo y, sobre todo, tendría que darle cuentas a Dios que es el que pone a mi disposición la posibilidad de tener voz en medios de comunicación como éste. Mantengo pues la legitimidad del análisis con independencia de que, por falta de información de la que son responsables los protagonistas del suceso, pueda errar en algún pormenor.
Me estoy refiriendo a la noticia que saltaba a la luz cuando la Santa Sede decidió intervenir a Lumen Dei, una Asociación privada de fieles constituida por tres sectores (sacerdotal, femenino y matrimonial) que cuenta con la aprobación eclesiástica de 66 diócesis en distintos países del mundo. Se le impuso al Arzobispo Emérito de Pamplona Monseñor Fernando Sebastián en calidad de Comisario Pontificio y se destituyó a su cúpula directiva sin esperar a que la situación se aclarase tras la correspondiente investigación. Ante este decreto, la Unión Lumen Dei, basándose en el Código de Derecho Canónico y en sus Estatutos, ha interpuesto un Recurso al Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica considerando que se trataba de un decreto nulo e insanable porque no se sujeta a las normas establecidas en el Código de Derecho Canónico. Lo mismo ocurriría con la destitución del Presidente General Provisional en situación de Sede Vacante dentro de la propia institución. Estas decisiones ―sin duda dolorosas para quienes las han asumido― han sido justificadas por éstos para evitar que, como consecuencia de una serie de medidas arbitrarias, las delegaciones de Lumen Dei, centros asistenciales, Casa de Formación Femenina y Seminario carecieran de la necesaria atención a sus necesidades básicas.
Ya sé que en determinados medios no están bien vistas actuaciones de este género. Se ha llegado a decir que cuando el superior jerárquico toma una decisión, hay que acatarla sin resistencia posible. Pero cuando esto ocurre, no se actúa tanto por virtud como por una idea nominalista y por lo tanto equivocada de la obediencia que queda convertida en un puro voluntarismo racionalista. Como recordaba el padre Castellani, «la definición de obediencia de Santo Tomás es “oblación razonable firmada por voto de sujetar la propia voluntad a otro por sujetarla a Dios y en orden a la perfección”. Esta definición contiene claramente los límites de la obediencia porque no hay que creer que la obediencia es ilimitada. Todo lo ilimitado es imperfecto. La obediencia religiosa es ciega, pero no es idiota. Es ciega y es iluminada a la vez, como la fe, que es su raíz y fuente. Sus dos límites son la recta razón y la Ley Moral»
Por eso, cuando personas que yo siempre hubiera pensado que compartían aquella idea un tanto automática de la obediencia se deciden a tomar una actitud de resistencia, algo me lleva a pensar que pueden tener razón. Efectivamente, lo más cómodo hubiera sido callarse, esperar a que pasara el temporal y después seguir como se estaba antes. Ahora saben que, no solamente han sido objeto de una descalificación sin apelación posible, sino que los católicos bien pensantes, de Misa dominical y fidelísimos a su respectivo Prelado, los motejarán con el estigma más terrible que puede recibir un católico conservador: “desobedientes”. Y más aún, cuando no parece previsible que en Roma desautoricen las iniciativas tomadas.
 ¿Son héroes o villanos? ¿Es tanta su corrupción que se atreven a resistir a los mandatos imperativos de la Santa Sede? ¿O están defendiendo, con lo poco que ya les queda, su propia dignidad como creyentes y la fidelidad al legado del fundador?
Automáticamente se ha desatado una campaña sistemática contra Lumen Dei. Además de lo que se ha dicho en la prensa escrita, alguien escribía en un conocido Blog cuyo nombre prefiero citar porque me consta que su director, culto, piadoso e inteligente no puede compartir semejante manera de ver las cosas aunque tenga que darles cabida por ser la manera en que funcionan estos medios sometidos a la teórica libertad de expresión: «Hay familias de “hermanitas” y seminaristas que se plantean denunciar secuestro bajo coacción psicológica». Alguno pontificaba «¿Tú ves normal que se prohíban tomar café, azúcar, que se tienda a comer una sola vez al día, que hagan 2 ó 3 ó más ayunos semanales, que hagan velas nocturnas varios días a la semana, que se sometan a una rígida disciplina del “bloque”, que las correcciones fraternas sean despellejaderos fraternos, que tengan prohibición estricta de leer periódicos, prensa en general; la radio, ¡ni en los coches! capítulo de faltas en el rezo de completas con penitencias públicas impuesta por el superior de turno, y así un larguísimo etc.». Para otros, Lumen Dei, no es más que una secta.
Yo respeto a cualquier persona que diga haber sufrido como consecuencia de su contacto con Lumen Dei pero, si fuera verdad que se secuestra a sus miembros, no bastaría con una intervención de Mons.Sebastián. Habría que denunciarlo al Juzgado de Guardia para que se castigue a los responsables individuales de cada hecho concreto pero también para que, si se demuestra lo contrario, sean los falsos acusadores quienes paguen su delito. Todo lo demás no tiene sentido: esas prácticas de renuncia, sacrificio y mortificación se han seguido universalmente en la Iglesia durante siglos, su único fundamento es el amor a Dios y el deseo de perfección y todas se asumen voluntariamente cuando se entra libremente a pertenecer a una institución en la que nadie obliga a estar. En cuanto a lo de secta, recordemos cuántas veces se ha dicho lo mismo de otras organizaciones eclesiales que hoy cuentan con todas las bendiciones papales y episcopales. Ahora bien, nadie se sorprenda de estas y otras intervenciones que me niego a reproducir: estas calumnias son la consecuencia lógica de poner en la picota y de lanzar al despellejadero de los medios de comunicación a toda una institución. Y eso es lo que se ha hecho con Lumen Dei.
No pertenezco a esta Asociación, y hace meses que no hablo con ninguno de sus miembros por lo que no he recibido de ellos ninguna información referente a estos hechos y me limito a hacer un ejercicio de crítica racional, iluminada por la fe, a la luz de las informaciones publicadas. En todo caso, por los contactos que he tenido con ellos y por las veces que me he beneficiado de los Ejercicios Espirituales dirigidos por sus sacerdotes (entre ellas, en dos ocasiones con el propio fundador, un jesuita de santa memoria llamado Rodrigo Molina) he comprobado que los miembros de Lumen Dei actúan con verdadero heroísmo en las prácticas de piedad, en el ejercicio de las obras de misericordia corporales y espirituales y en su forma de vida dan un testimonio de pobreza y austeridad que me parece especialmente necesario en una sociedad y una Iglesia como la que vivimos. Si existieran abusos por parte de alguna o de varias personas concretas, que se tomen las medidas oportunas sin faltar a la Caridad y al Derecho. Pero ¡por favor! que alguien con autoridad para hacerlo acabe con lo que está ocurriendo y que tanto perjuicio hace a la Iglesia y a las almas. Si esto no es así, habrá que convencerse de que la demolición de la Iglesia viene del interior y de muy arriba.

 

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