Principal

Diario YA


 

El Gobierno desbordado

Rafael González Rojas. 26 de abril.

Todavía hay quienes creen que Zapatero, desde que llegó al poder de la manera que llegó, ha hecho algunas cosas bien y otras mal. Incluso afirman convencidos que durante su primera legislatura hizo más cosas buenas que malas, y de ahí que lo reeligieran. Pues que Santa Lucia les conserve la vista a esos tales, porque yo no veo ninguna buena -o tal vez sea mi vista la necesitada de los auxilios de la Santa de Siracusa-; es más, algunas de las medidas de Gobierno que los partidarios de Zapatero señalan como positivas, para mí que son precisamente las más desastrosas de cuantas ha adoptado. Claro, que éstas, las que a ti te gustan pero que yo deploro, entran dentro de las encuadrables en un proyecto de gobierno, fruto de un ideario político; pero hay otras, en las que la ideología poco cuenta, cuyo desastroso resultado hace ensordecedor el clamor del fracaso de la gestión de Zapatero. Ése es el caso del paro obrero, que ha alcanzado en el primer trimestre de este año los 4.010.700 desempleados, la cifra más alta desde que en 1976 comenzó a medirse ese dato en España, por lo que no puede considerarse ni exagerado ni catastrofista afirmar que el Gobierno de Rodríguez Zapatero ha entrado ya, inexorablemente, en una etapa de desbordamiento total.

En los últimos doce meses 1.836.000 ciudadanos han perdido su empleo. La magnitud del problema es tal que un millón de familias españolas –o residentes en España- tienen en paro a todos sus miembros en condiciones de trabajar. Estos datos y otros sobre el particular se daban a conocer el viernes, 24. Pues bien, el miércoles, dos días antes, el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, en la sesión de control del Congreso de los Diputados, respondía así a un diputado del PP: "Aquí los únicos que crean alarmismo, los únicos que crean incertidumbre y los únicos que no se ajustan a la realidad son ustedes. En estos momentos acaba de dar por amortizado 4.000.000 de parados. Todavía no hemos llegado, señor diputado. Parece que tiene usted una especie de inquietud y prisa por que se llegue". Venía sostienen Corbacho esa creencia desde que el 8 de enero declarara a RNE: "No llegaremos a los cuatro millones de ninguna de las maneras; nos quedaremos muy por debajo". Pues ya ven, obstinado en el negacionismo hasta el final. Pero no va a dimitir.

Claro que quien tendría que dimitir es ese optimista antropológico o congénito de presidente que sufrimos, porque contra quienes creen, y lo dicen, que todavía está a tiempo de recuperar la iniciativa con un amplio plan económico, que incluya nuevos planes de inversión pública adecuadamente gestionados, avales que permitan a los entes públicos pagar a los proveedores, y otras medidas del mismo tenor, hay que decirles que eso estaría bien si supieran hacerlo, que es lo que supo hacer Aznar y Rato la otra vez, cuando, como ahora, los socialistas dejaron la economía española en banca rota; pero estos no saben hacerlo ni aquí ni en parte alguna: desarrollo económico y socialismo son cosas incompatibles. Lo ha sido siempre, en todo tiempo y lugar.

Por eso hay que pedirles que no se molesten y que se apeen del burro; que admitan, por favor, que las medidas aplicadas hasta ahora no han dado resultado. Que dejen de engañarse y engañarnos creyendo que las cifras experimentaran una mejoría en breve. ¿No les convence lo que ha ocurrido con las cifras del paro, que no aceptaban hace dos días? Pues todavía pueden llegar a los cinco millones, créanlo. Lo mismo que ocurrió con la aceptación de la crisis. La negaban hasta que se rompieron las narices con ella. Y esa fue, el negacionismo pertinaz, una de las causas de que ahora estemos como estamos.

Así que al Gobierno no le queda más que dos opciones. Una, que dimita en pleno; y como eso no va a hacerlo, la otra: proponer un acuerdo de Estado con el ardor patriótico de quien desea, sobre todo, salvar a la Nación; es decir, un pacto fuerte, generoso, sin partidismo, en el que participen todas las fuerzas parlamentarias, instituciones y personalidades que puedan aportar algo para atajar esta grave situación que han creado. 

Eso es lo que se requiere hoy y no disputas, acusaciones mutuas y disquisiciones viciadas. No más posicionamientos extremistas, que no hacen sino generar más incertidumbre y desconfianza entre los ciudadanos, desconcertados y sin saber qué es lo que les espera. Pero yo no sé, lo dudo, si Rodríguez Zapatero va a tener la humildad de despojarse de esa prepotencia, con la que oculta su incapacidad. Si fuera ese su talante, ¿recuerdan?, ya lo habría hecho. Así que, vuelta a la primera opción: pedir a grito pelado que dimita el Gobierno en pleno y que se convoquen nuevas elecciones generales. Es lo democráticamente correcto.
 

Etiquetas:rafael gonzález