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Diario YA


 

El ocaso de la reflexión

Luis Joaquín Gómez Jaubert. 27 de marzo.

No están a la orden del día los razonamientos elaborados. Las premisas y las conclusiones de una buena lógica han desaparecido del horizonte de los creadores de opinión que han acostumbrado a nuestro sufrido pueblo a sólo saber recibir eslóganes o frases fáciles. La descalificación irracional ha entrado por las rendijas abiertas por un sistema educativo y por el correspondiente de valores. Tratar temas trascendentales con la simpleza de cualquier asunto banal es la gran acometida de unos gobernantes que han reducido la capacidad de pensar con la misma destreza que un jíbaro reduce las cabezas, desechando el cerebro, para destinarlas a constituirse en talismanes o trofeos.  Cada persona que deje de pensar, es un éxito para los poderosos de nuestro Occidente, un trofeo a añadir a sus ya repletas vitrinas.
Las reacciones a cada una de las propuestas, que responden a pensamientos muy meditados, del magisterio de la Iglesia son tan rápidas e irreflexivas como histriónicas. Se pretende, con estas manifestaciones, que sólo quede en la conciencia colectiva la fácil descalificación que impida que alguien se le ocurra reflexionar en las aportaciones que no se someten a la dictadura totalitaria de lo políticamente correcto y que, además, presentan, a la consideración de todos, evidencias irrefutables.

Nos recuerda este tipo de comportamiento al que tuvieron muchos ante la evidencia de las obras buenas de Nuestro Señor. Sirva de muestra el siguiente pasaje evangélico: En aquel tiempo, Jesús estaba expulsando un demonio que era mudo; sucedió que, cuando salió el demonio, rompió a hablar el mudo, y las gentes se admiraron. Pero algunos de ellos dijeron: Por Belcebú, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios (Lucas 11, 14-23). La respuesta de Jesús fue clara haciendo referencia a que un reino dividido no puede subsistir. Un pensamiento que cualquiera de los que reaccionaron negativamente podían haber tenido sino fuera porque, en su intención, sólo encontraban hueco frases destinadas a desautorizar a Aquél que se presentaba como Hijo de Dios. En esta línea de actuación, se deben enmarcar reflexiones tan “elaboradas” como las usadas contra las personas que deseaban objetar a la asignatura “educación para la ciudadanía”: rebelión frente a la enseñanza de valores democráticos o que no desean que haya buenos ciudadanos. Las últimas perlas de la irreflexión contemporánea, han visto la luz estos días. Veamos algunos ejemplos:

La campaña iniciada por la Conferencia Episcopal Española contra el aborto, después de infinidad de serios documentos de nuestros obispos con este fin, queda definida así por el portavoz socialista: es demagógica - la Iglesia quiere meter en la cárcel a las mujeres que abortan. No importa el trabajo de la Iglesia en favor de tantas madres que estaban en peligro de abortar, no tiene valor la labor impagable de un gran número de vidas salvadas ni la atención compasiva a tantas mujeres que, inducidas por los poderes públicos, abortaron y hoy sufren su pasada acción. ¡Y los expertos en ella usan un derivado de la palabra demagogia para calificar a los que no les dan la razón!

Frente a un razonado repaso del magisterio eclesial expuesto por el papa sobre cómo mejor evitar el SIDA, la respuesta mediática y de los gobierno de Francia, Alemania, España, etc., además de virulenta e injustificada se expresa como si los que “detentan” el poder hubiesen recibido un tremendo aldabonazo a sus conciencias. Me llamó la atención la de un representante de la derecha, Alain Juppé, en consonancia con los contravalores que comparten derechas e izquierdas en Europa: Este papa comienza a representar un verdadero problema, desde el momento que vive en una situación de total autismo. Se ha llegado a afirmar que la Iglesia desea la extensión de esta cruel enfermedad. No importa que las naciones africanas que han seguido las enseñanzas del magisterio católico sean las que han combatido eficazmente su propagación, reduciendo el número de contagios y que, en otros lugares “condonados”, siga aumentando; no importa que las comunidades eclesiales se hagan cargo de tantos enfermos que creyeron en la seguridad del preservativo.

Nos acercamos a la Semana de Pasión, dentro de un contexto histórico de auténticas pasiones irreflexivas.
 

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