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Diario YA


 

Sus dos grandes retos: la paz y la democracia; siempre que Hizbulá y Siria lo permitan

Elecciones parciales en Líbano: ¿todo sigue igual?

Fernando José Vaquero Oroquieta.   El domingo 15 de julio tuvieron lugar en el distrito de Koura (Gobernación de Líbano Norte), elecciones parciales, convocadas para la sustitución del veterano parlamentario de Fuerzas Libanesas, Farid Habib, fallecido recientemente; escaño correspondiente a la minoría greco-ortodoxa.

Los electores de Koura debían elegir entre media docena de candidatos, si bien únicamente Fady Karam y Walid Azar, cabezas, respectivamente, de las dos grandes coaliciones rivales a nivel nacional, tenían opciones reales.

En ambos casos, dada las peculiaridades constitucionales del pequeño país, se trataba de políticos greco-ortodoxos presentados por partidos significativamente cristianos.
 
Fady Karam era el candidato de Fuerzas Libanesas: el partido mayoritariamente cristiano más relevante en el amplio arco parlamentario de la anti-siria Alianza 14 de Marzo, encabezada por el musulmán suní Movimiento Futuro de Saad Hariri. En esta lid le apoyaban sin fisuras el Kataeb de Amín Gemayel y el Partido Nacional Liberal del clan Chamoun; relevantes particularmente en la comunidad maronita católica.
 
Por su parte, Walid Azar era el candidato afín al actual gobierno de la pro-siria coalición 8 de Marzo, liderada por el potente Hizbulá. Le respaldaba su propia formación, particularmente relevante en la historia de las ideas políticas de Oriente Próximo, aunque de escasa representación hoy: el Partido Sirio Social Nacionalista. También le apoyaban, no podía ser de otra manera, el Movimiento Patriótico Libre de Michel Aun y el partido Marada del clan Franjieh; ambos también 
 
Un total de 60.000 electores fueron convocados: greco-ortodoxos en su mayoría, con la presencia de 16.000 maronitas, 6.000 sunís y un millar de chiís.
 
Con una participación electoral de poco más del 47 %, ha sido la campaña más politizada de la reciente historia política del país. Así, el líder de Fuerzas Libanesas, el poliédrico Samir Geagea, llegó a plantear el escrutinio como un enfrentamiento entre la Siria totalitaria de Bashar al-Assad, y el legado humanista-democrático del filósofo Charles Malek: ex ministro libanés, coautor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y cofundador de la Organización de Naciones Unidas; entre otros indudables méritos. Casi nada.
 
Con todo, las elecciones se desarrollaron de forma pacífica y ejemplar. Poco más de 1.200 votos separaron finalmente a ambos candidatos, reproduciéndose los resultados de 2009: Fady Karam ganó, de nuevo, su escaño para Fuerzas Libanesas; por lo menos hasta 2013 en que tendrán lugar elecciones legislativas generales. Y todos los participantes se han felicitado por los resultados, la ejemplaridad democrática y la madurez alcanzada: todo un éxito en el convulso y escasamente democrático Oriente Próximo.
 
Así, ¿todo sigue igual en Líbano? Pudiera ser.
De entrada, la vida continúa para la gente de la calle; para los ciudadanos normales preocupados por los constantes cortes de electricidad, la contaminación, el altísimo coste de la vida, el hundimiento del turismo, la carencia de un gobierno fuerte, las manifestaciones callejeras de los extremistas, el miedo a la extensión del conflicto sirio...
 
En todo caso, los libaneses, pueblo comerciante por naturaleza y acostumbrado a salir adelante al margen de un gobierno propio jamás fuerte, seguirá acreditando una de sus grandes cualidades: la de la supervivencia.
 
Hizbulá, el más potente e inquietante actor de la vida nacional libanesa, persigue la conquista de todo el poder; poco a poco, sin concesiones, implacablemente. Por ello defiende, ahora mismo, un cambio constitucional que, dada su presión demográfica, consolidaría, sin posible marcha atrás, su progresiva implantación en buena parte del país y en más y más resortes estatales. La reforma constitucional, con la implantación del criterio electoral proporcional, es su actual caballo de batalla. A su vez, cristianos de todas las confesiones y musulmanes sunitas temen que semejante cambio fuera el principio del fin de la peculiar democracia libanesa y del pluralismo real que garantiza su atípico -desde las estrechas miras europeas- reparto institucional entre las 18 comunidades religiosas presentes.
 
Por otra parte, Hizbulá sufre una creciente tensión, sin llegar a cuestionar al menos de momento la coalición, con su principal socio: el “cristiano” Movimiento Patriótico Libre de Michel Aun.
 
Si algo caracteriza a Hizbulá es su decidido y frío tacticismo. Así, este partido/milicia/estado/grupo terrorista, se ha servido, según la conveniencia del momento, de cualquier medio en orden a sus intereses a corto, medio y largo plazo. Por ello, tendrá que acreditar que es una fuerza que respeta el juego democrático. Un reto difícil, como tan inescrutable es su verdadera naturaleza. Terrorista sin escrúpulos durante décadas. Celoso controlador, todavía hoy, de unos potentes arsenales militares con los que derrotó a Israel: ¡es la única milicia libanesa que no se ha desarmado! Triunfador, en varias crisis, frente al mismísimo ejército regular libanés. Movilizador implacable y apabullante de sus masas en las calles de Beirut y buena parte del país. Conquistador de mayorías parlamentarias y del mismísimo gobierno…
 
Tal es la realidad: Hizbulá tiene la clave del futuro del país. Ya controla una mitad. Y ya lo hacía antes de entrar en el gobierno. Si en el futuro su representatividad llega a ser proporcional, no tendrá rival alguno en su voluntad de control de la totalidad de la vida pública de la nación. ¿Qué futuro esperaría, en tal caso, a las minorías religiosas? ¿Qué sería de la democracia? ¿La lenta e irremediable extinción de todas ellas?
La coalición 14 de Marzo espera con temor la cita de 2013; pero también con la esperanza de tratar de recuperar, para la “Revolución de los Cedros”, un gobierno hoy en manos pro-sirias; más cuando -al menos políticamente- el régimen sirio está condenado.
El mayor reto del país, y en buena medida asociado a la pervivencia de las actuales prácticas democráticas, es la salvaguarda de la paz. Una cruel guerra civil de 15 años de duración. La subsiguiente ocupación siria del país durante otros 20. La permanente belicosidad de su temible vecino israelí… Un reto gigantesco para la paz que tanto anhelan –colmo disfrutan hoy- sus habitantes.
 
En este contexto, si algo comparten todos los partidos libaneses, es su rechazo a una temida extensión del conflicto civil sirio. Ninguno ganaría con ello. Hizbulá quedaría fatalmente unido en su suerte a la del régimen sirio. Los cristianos estarían abocados al exilio y la emigración. La milenaria brecha entre sunitas y chiís se ensancharía todavía más, condenados a un enfrentamiento a muerte.
 
Salvo algunos extremistas partidarios de la estrategia del “cuanto peor, mejor”, que podemos situar en la órbita del salafismo suní más extremo, la voluntad del pueblo libanés, y de sus políticos, es salir adelante, convivir en paz y servirse de la política como un instrumento al servicio de los intereses comunitarios.
Aparentemente nada ha pasado el pasado domingo: todas las incógnitas siguen abiertas.
Paz y democracia: los grandes retos del pueblo libanés. Y todo ello, en buena parte, dependiente de la agenda política “real” de Hizbulá y de la suerte de su estrecho aliado, el actual régimen sirio.
 
Líbano, campo de batalla del panislamismo, del nacionalismo árabe, de los amigos de la gran nación siria, del nacionalismo fenicio y cananeo, seguirá de actualidad. Con toda la pasión. Con toda su vitalidad. Con todo su drama.