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Diario YA


 

España necesita recuperar una derecha sana y vigorosa

Miguel Massanet Bosch. Los tiempos de lo contemplativo, lo cómodo, lo cobarde o lo permisivo en España es evidente que han pasado, ante la sólida evidencia del resurgimiento, en nuestra patria, de las fuerzas del caos y el desorden como aquellas que provocaron la cruenta Guerra Civil de Julio de 1936. El permanecer inactivo, el dejar que los acontecimientos, cada vez más preocupantes, atrevidos, impúdicos y libertinos de quienes han irrumpido en España con el evidente propósito de dividirla; las hordas encargadas de destruir nuestras tradiciones, nuestro modus vivendi, nuestra convivencia y nuestra paz; los herederos de aquella generación de rebeldes que atentaron sin miramientos contra la legalidad de la II República en octubre de 1934, encubiertos por declaraciones de falsos valores democráticos, pero dispuestos a olvidarse de ellos a la menor ocasión que se les conceda para establecer sus verdaderos métodos autoritarios, dictatoriales y opresores.

Hemos visto con claridad, en todo este largo periodo transcurrido entre las elecciones del 20D, sus polivalentes resultados (que cada partido ha intentado interpretar de la forma que más favorecía a sus propios intereses) y los métodos antidemocráticos con los que las izquierdas ( desde el PSOE hasta los más radicales, incluidos Podemos) han excluido a una parte importante de nuestro electorado, que afectaba a más de siete millones trescientos mil españoles integrados en el PP, de las conversaciones que, sin embargo, si han mantenido con otros partidos, incluido Ciudadanos que, después de mostrarse partidario de una coalición de PP y PSOE, ha acabado por llegar a unos acuerdos poco entendibles con el PSOE que, a su vez, ha practicado el juego sucio de buscar acuerdos con Podemos a sabiendas de que traicionaba lo acordado con sus socios, los de Ciudadanos.

Las dudas que pudieran existir en los votantes sobre lo que iban a ser los comportamientos postelectorales de cada partido, sus métodos para alcanzar el poder, sus martingalas para, a toda costa, aún utilizando la humillación más abyecta como comodín, conseguir alcanzar el gobierno de la nación(como ha demostrado el candidato del PSOE, señor Sánchez) cediendo hasta lo más bajo a las presiones de Podemos sin que, la ambición totalitaria de esta formación, se haya avenido a pactar, sabiendo que tenía la posibilidad de aliarse con IU y darle lo que ahora se conoce como “sorpaso”, pasando por delante al PSOE, que se debería conformar con ser la tercera fuerza del panorama electoral español.

Mucho nos tememos que el volver a unas nuevas elecciones, que en un principio, pudieran considerarse un fracaso de nuestra política para llegar a acuerdos, no es más que una bendición de Dios si, con ello, se consigue que los ciudadanos españoles reflexiones sobre lo ocurrido, contemplen las argucias que las izquierdas han utilizado para apartar al PP y sus seguidores de la posibilidad de gobernar, aún cuando este partido fue el claro vencedor de los comicios, muy por encima del segundo, el PSOE, muy castigado por sus votantes habituales, y a gran distancia de Podemos y Ciudadanos que con un tercer y cuarto puesto cerraron el grupo de los que tenían algo que decir en la lucha por alcanzar el poder.

Una vez más ha quedado en evidencia que, cuando la derecha intenta ponerse a la altura de las izquierdas, cuando se busca siempre el apoyo del adversario político o en el momento que se dejan de cumplir las promesas electorales, para que el resto de formaciones políticas no se solivianten; como ha sucedido con las leyes sobre los abortos o el tratamiento al grupo de lesbianas y homosexuales o cuando se ha mantenido una ley tan absurda, izquierdista y revanchista como es la de la Memoria Histórica, cuyo único fin, como se viene demostrando, es acabar con una parte de nuestra historia, que mal que les pese a los perdedores de la contienda civil, duró más de 40 años en los que, como ocurre en todos los gobiernos, hubo cosas buenas y malas pero con un saldo ( salvo para aquellos que prefieren refugiarse en la mentira y la ceguedad política) económico y social positivo , en el que los derechos de los trabajadores, por mucho que se intente ocultarlo, estuvieron mucho más garantizados de lo que lo están en la actualidad.

Los españoles le otorgaron en los comicios de noviembre del 2011 la plena confianza al PP para que, con su mayoría absoluta en ambas cámaras, tuviera la posibilidad de establecer todas aquellas políticas que una España en decadencia precisaba para recuperarse de la crisis económica, recobrase la confianza de Europa y se luchase por el relanzamiento de nuestras industrias y de la creación de empleo, que tanto habían sido afectados por los duros embates de la crisis de las sub prime. Sin embargo, pese a que en lo económico lograron éxitos y la confianza de los inversores foráneos se reactivó, en bien del coste de nuestra deuda pública y del déficit financiero; en el resto de aspectos, especialmente ante el desafío catalán y el aborto, no se actuó con la premura, la energía y la contundencia que la mayoría de españoles les había pedido.

Disponiendo de la gran mayoría no se atrevieron a poner coto a las amenazas secesionistas que venían de Cataluña, ni se puso tope a las autonomías que no fueron capaces o no quisieron adaptarse a los límites de déficit que se les habían impuesto como desde la CE se le habían fijado al Gobierno español. Exceso de condescendencia, erróneas políticas de dar tiempo al tiempo y vergonzosas claudicaciones ante los sucesivos desafíos de los separatistas catalanes que, en ningún caso, han sentido que el mandato constitucional, pese a ser claro y concluyente, amenazara a sus políticos que, sin ocultarlo o disimularlo, se habían enfrentado a cuerpo descubierto con las leyes españolas y la Constitución de 1978.

A J.A. Primo de Rivera, su defensa de la clase trabajadora, su intento de crear un sindicato único que abarcara a toda aquella dispersión de esfuerzos inútiles y métodos mafiosos de aquellos sindicatos de clase, empeñados en destruir el tejido industrial y en acabar físicamente con los empresarios, mediante caravanas de la muerte o excursiones de patrullas del amanecer, en busca de botines y venganza; le costó el convertirse en chivo expiatorio de la sublevación del 18 de Julio, siendo fusilado en la cárcel de Alicante aquel mismo 1936. La falange, que nada tenía que ver con la nazi de Hitler o la de Benito Musolini, se convirtió en el centro de la propaganda comunista y, hasta hoy en día, se ha utilizado el término fascista o “facha” como un insulto contra la derecha aunque, como es evidente, nada tenga que ver con aquellos cuerpos militarizados que lucharon en el frente, por cierto con mucho valor, en contra del ejército republicano, las brigadas internacionales y los milicianos de Lister, El Campesino y otros generales que se les enfrentaron

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie sentimos, como nostálgicos de la verdadera derecha, no la de los especuladores, los grandes multimillonarios que no pagan impuestos o la de los que se forran engañando al fisco que, evidentemente, no es el tipo de derecha que defendemos los de la clase media, integrada por todos aquellos que con su esfuerzo, su empuje, sus capacidad, sus estudios y su inteligencia, son capaces de poner en marcha empresas que, a su vez engendran puestos de trabajo y ayudan a quienes que, sin gozar de dichas cualidades, tienen derecho, como seres humanos, a una vida digna, decente y en paz. El tiempo apremia y no caben más cesiones.

“España puede dejar de existir. Sencillamente: si por una adhesión a lo formulario del deber permanecéis neutrales en el pugilato de estas horas, podréis encontraros de la noche a la mañana con que lo sustantivo, lo permanente de España que servíais, ha desaparecido. [...] Cuando lo permanente mismo peligra, ya no tenéis derecho a ser neutrales. Entonces ha sonado la hora en que vuestras armas tienen que entrar en juego para poner a salvo los valores fundamentales, sin los que es vano simulacro la disciplina. Y siempre ha sido así: la última partida es siempre la partida de las armas. A última hora —ha dicho Spengler—, siempre ha sido un pelotón de soldados el que ha salvado la civilización.” (Carta a los militares de España 4 Mayo 1936) J.A. Primo de Rivera.

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