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Diario YA


 

protección a ultranza del indio, defendida sobre el terreno

España y los indios

M. Landaluce. Con frecuencia tenemos en España una idea deformada, en negativo, de como actuamos en nuestro pasado en el mundo, y sobre todo en cuestiones delicadas como la conquista de América y las relaciones con los indígenas de este continente cuando arribamos a él.
 Adelantemos que para tratar de comprender la Historia y sobre todo la actuación de los hombres que la hicieron, se debe tomar cierta perspectiva. No es sensato juzgar acciones humanas de las que nos separan siglos con los conceptos actuales. Decía el gran filósofo español Ortega aquello de “yo soy yo... y mi circunstancia”, evidentemente los conceptos, las circunstancias, la mentalidad y hasta el clima, la alimentación y los poderes terrenales son distintos; todo lo cual influye en el ser humano. Conviene ser benévolos y comprensivos con situaciones del pasado que hoy juzgaríamos  crueles o inhumanas puesto que, para empezar, el valor de la vida humana no era el mismo que hoy y sobre todo ¿como nos juzgarán a nosotros mismos dentro de 500 años?. Miedo da pensarlo.
 El gran almirante Cristóbal Colón, de nacimiento genovés, pero seguramente aragonés de ilustre origen, fue un gran marino, un regular negociante y un pésimo gobernante. Cuando además de pelearse con la mitad de los españoles en su primitivo proyecto de colonización a la portuguesa, en los primeros tiempos del Descubrimiento, se dio cuenta que no se haría rico rápidamente por ese camino, recurrió a la captura y esclavización de unas decenas de indios para luego venderlos en España.
 En descarga del almirante hay que decir que al toparse con los primeros indios pobladores de las islas del Caribe, encontraron unos seres muy primitivos, antropófagos, desnudos, en un estado cultural correspondiente al hombre del neolítico, que por tanto desconocían los metales, la agricultura y casi la ganadería. Vivían de la pesca y la recolección y que los hombres, rudos sí, pero del renacimiento europeo que desembarcaron allí, al principio dudaron de su condición humana y de si eran poseedores de un alma.
 Sin embargo la reina Isabel al enterarse de la venta de indios por parte de Colón se enfureció, mandó que le preguntasen al almirante que quién era él para capturar a sus súbditos y  mandó ponerlos en libertad y reembarcarlos para su lugar de origen. Efectivamente, en las famosas Capitulaciones de Santa Fe, los reyes cedieron a las pretensiones de Colón con la premisa de divulgar la palabra de Dios y extender la fe católica en las tierras del Gran Khan, en la creencia que los habitantes de esas tierras serían paganos y por tanto objeto de evangelización.
 Conviene recordar que a finales del S.XV y principios del XVI, la máxima autoridad moral y política era el Papa como depositario del poder terrenal y espiritual; así los Reyes Católicos, en base a la Bula papal, que les autorizaba el Derecho de Conquista, a cambio de evangelización, emprenden la tarea. Fallecida ya la reina Isabel, se publican las “Leyes de Burgos”, en 1512, documento fundamental para la protección de los indios, que consta de 35 artículos en los que se regulan sus derechos, condiciones de vida y trabajo, los límites de su utilización como mano de obra y en el que se le reconoce su condición como hombre libre y poseedor de derechos humanos básicos como la libertad y la propiedad privada.
 Documento básico e insólito para la época, que luego derivó en la llamada Compilación de las Leyes de Indias, que posteriormente influyó en todos los ordenamientos jurídicos hispanoamericanos. Más de trescientos años más tarde, en los que supuestamente la civilización occidental debería haber progresado hacia el respeto y la valoración del ser humano como tal, los anglosajones abanderados de las libertades y las fraternidades, masacraban a los indios norteamericanos arrasando a cañonazos poblados ocupados solo por mujeres y niños, entre otras lindezas. Apenas quedan trazas de estos indios hoy día constreñidos a míseras reservas.
 Sin embargo, por lo que respecta a España y para que no hubiese dudas de que la protección del indio iba en serio, en base a los abusos de Colón se ordena su detención y cargado de cadenas lo traen a la península para juzgarlo. Así mismo para evitar otros abusos, al margen de la ley, se crea la figura fundamental de la Encomienda, que no era otra cosa que el sistema por el cual la autoridad real encomendaba un grupo de indios a un español, no podía ser extranjero, y por lo cual este se obligaba a darles alimentación, protección armada y evangelización, a cambio de un tributo o de trabajo físico. Por su parte la Corona recibía un impuesto por cada indio asignado. Era este un derecho exclusivo de la Corona de Castilla y solo el rey podía concederlo. La evangelización no implicaba conversión forzosa, si no simple prédica y el encomendero debía habitar en el territorio por obligación.
 Esta protección a ultranza del indio, defendida sobre el terreno por los frailes dominicos y franciscanos y en la metrópoli por teólogos y juristas ilustres, desencadenó andando el tiempo y por increíble que pudiera parecer los primeros brotes del independentismo hispanoamericano del Siglo XIX. Este, impulsado por criollos bien establecidos y de fortunas considerables, se rebeló contra la administración española, que protegiendo al indio impedía a estos ricos criollos explotarlos salvajemente en sus haciendas, comercios e industrias florecientes, como mano de obra cuasi esclava y que desde España, como hemos visto, nunca se toleró legalmente. De hecho las tropas rebeldes se nutrieron de mercenarios extranjeros y de aventureros y clientes de los ricos criollos, los indios nunca participaron masivamente en los ejércitos revolucionarios e independentistas, de Bolívar, San Martín, Sucre, etc todos ellos masones.