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Diario YA


 

cambio de gobierno acaecido en Líbano impulsado por Hizbulá.

Hizbulá y Líbano: la conquista del Estado

Fernando José Vaquero Oroquieta. La sucesión de revueltas populares iniciadas en Túnez, inmediatamente extendidas a Egipto y Yemen, entre otros países musulmanes, ha oscurecido un hecho de inquietantes consecuencias geopolíticas: el cambio de gobierno acaecido en Líbano impulsado por Hizbulá.
Recordemos que, ya en septiembre de 2004, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la Resolución 1559 por la que instaba al gobierno libanés a desarmar a todas las milicias; un acuerdo pensado fundamentalmente para Hizbulá, al tratarse entonces de la única operativa en Líbano, desde la aplicación de los acuerdos de Taif que pusieron fin a la guerra civil en 1989. Pero sus poderosos vecinos y aliados, Siria e Irán, por motivos muy distintos, han impedido que tal hecho, esencial para la estabilidad de la zona, se ejecutara apoyando incondicionalmente a su peón libanés.
Además, no olvidemos, Estados Unidos incluyó en su día a Hizbulá en su listado de organizaciones terroristas. El Parlamento Europeo, por su parte, aprobó el 10 de marzo de 2005 (por 473 votos a favor, 8 en contra y 33 abstenciones) una resolución, no vinculante, calificándole de organización terrorista. Y, pese a lo anterior, la Unión Europea no lo ha incorporado a su listado; aunque sí a uno de sus dirigentes, Imad Mugniyah. Tal es la realidad de Hizbulá: un partido-milicia de orígenes incuestionablemente terroristas cuya vocación es la conquista del poder.
Volvamos al día de hoy. Después de una sucesión dramática de acontecimientos: interminable guerra civil desde 1975 de “todos contra todos”, ocupación siria, revuelta antisiria a partir del 2000, asesinatos de opositores a la ocupación durante años, guerra de Hizbulá contra Israel de 2006; en las últimas elecciones legislativas de 2009, gracias en buena medida a los votos procedentes de la numerosa comunidad libanesa emigrada por todo el mundo, la antisiria Alianza 14 de marzo ganó las elecciones. Por el contrario, la encabezada por Hizbulá –la Coalición 8 de marzo- fue derrotada ampliamente.
Hizbullá, el partido-milicia más potente de Líbano, no por ello se dio por vencido. Continuó con su estrategia gradual: consolidación de sus espacios de poder e influencia, especialmente en el sur del país, el valle de la Bekaa, las llanuras de Baalbek-Hermel y sur de Beirut. Prestigiada por haber derrotado al ejército judío, únicamente tenía que esperar –o forzar- una situación propicia. Y ésta ha llegado con la excusa del próximo pronunciamiento del Tribunal Especial para el Líbano que trata de esclarecer los asesinatos políticos acaecidos hacia 2005 y 2006 en los que se adivinaba la actuación de los servicios secretos sirios y del denominado Servicio Especial de Hizbulá.
Gracias a un caprichoso viraje del druso Walid Jumblat, quien lo ha justificado en aras de evitar una nueva confrontación sectaria, la coalición antisiria encabezada por Saad Hariri ha perdido la jefatura del gobierno que ganó democráticamente en las elecciones del pasado 7 de junio de 2009; siendo otro sunita, el multimillonario Nayib Mikati, quien encabeza un nuevo gobierno con apoyos muy distintos a los anteriores. Aunque asegura que pretende representar a todos los libaneses, el apoyo incondicional y nada disimulado de Hizbulá ya no engaña a nadie. En definitiva se trata de un paso más en la conquista del Estado por este último.
Ahora Hizbullá tiene casi todo: una milicia más potente que el propio ejército regular libanés, unas zonas de influencia en las que ejerce un control absoluto, un imperio mediático de influencia transnacional, unos aliados interiores y exteriores fieles, el prestigio de haber derrotado en 2006 al Tsahal judío… y, ahora ¡el mismísimo gobierno!
Su líder, Hassan Nasralá, hábil político y táctico militar, no tiene prisa. Su estrategia es y será gradualista. Y no declarará la guerra a Israel, para no propiciar de nuevo una crisis internacional como la de la segunda quincena de julio y primera de agosto de 2006 en la que derrotó, contra todo pronóstico, a Israel. Es el momento de ganar la “respetabilidad” internacional.
En primer lugar, desactivará al Tribunal Especial para el Líbano (TEL), con sede en Holanda y apoyado por la ONU, que investiga el asesinato del ex primer ministro Rafic Hariri el 14 de febrero de 2005. Atará a sus aliados internos y consolidará su poder dentro del Estado. Su objetivo: fusión del Estado que ya es Hizbullá con el propio Estado residual libanés. Y, en las próximas elecciones, control y/o restricción del voto de los residentes libaneses en el extranjero, lo que merced a la emigración de numerosos libaneses, especialmente entre las comunidades cristianas, y la presión demográfica chií, le garantizará un éxito seguro cubierto de oropeles pseudodemocráticos que lo justificará ante la comunidad internacional.
De esta manera Irán se consolida en la zona transplantando definitivamente su modelo a Líbano, Siria refuerza su papel frente a Israel y, lo que es más importante, se propone a todo el mundo musulmán un nuevo modelo sociopolítico basado en la sharia chií, con expresiones moderadas y limitadas de pluralismo político y religioso, en unos tiempos de convulsiones y crisis de los demás modelos árabes.
Los cristianos libaneses quedan como convidados de piedra. Los maronitas de Michel Aun, los greco-ortodoxos del Partido Sirio Social Nacionalista, aunque aliados de Hizbulá, apenas tienen margen de maniobra frente al gigante chií. Permanecerán en sus cada vez más reducidos ghettos, resignados a la espera de un cambio constitucional que les prive, definitivamente, de los privilegios que todavía mantenían. Y su destino será la conversión o la emigración. En cualquier caso, la presencia cristiana en Líbano se reducirá drásticamente en las próximas décadas; perdiendo Oriente Medio una importante riqueza humana y cultural –bimilenaria- en aras de un proyecto islamista de pretensiones totalitarias que apenas admite una mínima supervivencia de antiquísimas comunidades humanas antaño mayoritarias en la zona.
No es una casualidad que el patriarca maronita, Nasrallah Boutros Sfeir, haya manifestado su deseo de renunciar al cargo. Y no sólo por su elevada edad, sino, ante todo, para despejar el camino de su propia comunidad. Promotor de la revuelta antisiria en 2000, que llevó a la retirada de las fuerzas de ocupación sirias en 2005 pocos meses después del asesinato del ex primer ministro Rafic Hariri, y de la formación de partidos cristianos; como sagaz personalidad preocupada por el futuro de su mermado pueblo, no ha descuidado sus contactos con Hizbullá: ante todo, realismo. A su sucesor se le presenta el reto de sobrevivir en un país islamizado, girado hacia el Oriente musulmán, y desprotegido por sus antiguos aliados: Francia y Estados Unidos. De hecho, aunque se sancione internacionalmente al nuevo gobierno libanés, ante la más que segura desactivación del TEL, la geografía sirio-libanesa y el apoyo económico, político y militar de Irán, compensarán las medidas que Occidente pueda decretar.
Mientras tanto, aquí, seguiremos debatiendo sobre el rumbo de las revueltas de Túnez, Egipto, Yemen…, cegados por la esperanza de que se orienten hacia un marco de libertad y democracia a la europea. Cada vez más obtusos e ingenuos. Recordemos que toda oportunidad de elecciones libres ha sido aprovechada por los movimientos islamistas –moderados o radicales- para tratar de conquistar el poder; no en vano, son las fuerzas mejor organizadas y más operativas mediante obras caritativas, religiosas y formativas entre los más desfavorecidos, es decir, las grandes masas árabes. Por el contrario, las fuerzas liberales a la europea, o laicas de otros signos, apenas tienen implantación más allá de unas pequeñas minorías intelectualizadas. Así, el desarrollo de las elecciones legislativas turcas, argelinas, marroquíes, jordanas, libanesas, etc., a lo largo de los últimos años, si algo nos enseña es que el principal sujeto sociopolítico del mundo musulmán es el islamismo; en sus diversas manifestaciones: radical o moderado. Y, en Occidente, seguimos soñando con una “revolución francesa” que alcance, siglos después, al mundo musulmán. Ni aprendemos ni queremos ver.