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Diario YA


 

un periódico de Oviedo entrevistaba a un nieto del escritor

Lo que declaró un nieto de Pérez de Ayala

José Mª García de Tuñón Aza. Está muy de moda, que además lleva muchos años, mentir sobre cosas que ocurrieron en España a lo largo de muchos años del pasado siglo. Hace poco, un periódico de Oviedo entrevistaba a un nieto del escritor Ramón Pérez de Ayala y manifestaba que su infancia junto a su abuelo «coincide con el momento de su regreso a España, en pleno franquismo, en el que tiene que estar prácticamente encerrado en casa, casi en arresto domiciliario».

Cualquiera que haya leído las anteriores palabras saben lo que significan y el sentido que tienen, aunque el nieto posiblemente venga después diciendo que fue mal interpretad o cosas por el estilo. Para mí esas palabras no tienen otra interpretación distinta a la que son, por eso vamos a tratar de refrescar la memoria a quien las pronunció que no ha sido otro que Juan Pérez de Ayala.

En primer lugar, en el prologo del libro de Ayala «Tributo a Inglaterra», escrito por José García Mercadal, que amparó al bando nacional una vez desengañado de la II República a la que había apoyado firmando el célebre «Manifiesto» encabezado por Ortega y Gasset,  cuenta aquél que el escritor le relató con todo detalle, en qué forma salió de la España roja. Y más adelante dice que cuando el autor de «Tigre Juan» regresó a su Patria «ya no vivía más que para la amistad de unos pocos, cada vez menos, para el hogar…». Es decir, estas palabras en nada se parecen a las pronunciadas por el nieto que tienen una interpretación totalmente distinta.

Por otra parte, por si alguna duda tiene el nieto de la relación de su abuelo con el franquismo, el periodista, y estudioso de Ayala, Manuel Avello, publicó una carta en el diario «La Nueva España», que el escritor dirigió a su hermana Asunción desde París el 12 de noviembre de 1937, donde le relataba su estancia en Londres: «Aprovechando mis amistades de allí he trabajado cuanto he podido por la causa nacionalista y me hago la ilusión de que mis afanes y colaboración espontánea hayan podido ser provechosos». Escribe también que su hijo Juan está en el frente. «Es artillero». Y que su otro hijo, Eduardo, «irá muy pronto». Incluso estima que «parece que el  panorama de futuro próximo no puede ser más favorable y que no se hará esperar mucho el triunfo decisivo de la justicia, el honor, la verdad, la nobleza y en suma el sentimiento de dignidad humana». 

Sobre Franco, según algunas cartas que se cruza con Marañón, publicadas por Marino Gómez-Santos en su libro «Españoles sin fronteras», dice el autor asturiano el 17 de marzo del 39: «Cuanto se diga de los desalmados mentecatos que engendraron y luego nutrieron a los pechos de nuestra gran tragedia, todo me parece poco. Inspecciono mi ficha histórica y, en puridad, no hallo ocasión para el remordimiento de haber creído jamás en ellos. Siempre los tuve por tontos de babero y brutos estructurales. Por ejemplo, nunca admití que Prieto tuviese inteligencia; sí, sólo pillería cazurra, que es su mimetismo. Prieto es brutísimo…». Marañón deja una puerta abierta a la esperanza y le dice el día 29 siguiente: «Yo creo que en el espíritu nacionalista, que ha nacido, hay muchas cosas buenas, algunas admirables. Por lo pronto, allí está España. Franco se ha conducido con serenidad, con nobleza. Con pulcritud, con espíritu español». Y Ayala le contesta el 1 de junio: «De Franco siempre he tenido la mejor opinión, lo cual vale bien poco, pues la opinión es sobremanera falible, singularmente la mía. Pero he tenido fe en él; y esto vale mucho más. Opinión o no opinión, fe o no fe, parece archievidente que España ―Franco y España― esto es, libre son una misma cosa».

Es cierto que Pérez de Ayala tuvo problemas con la censura en España como otros la tuvieron, incluso él mismo, durante la II República; pero no es menos cierto que por el ministro José Ibáñez Martín fue nombrado, cuando se encontraba en Buenos Aires,  jefe de Administración por lo que pasó a prestar sus servicios, con el carácter de agregación, en la Embajada de España en aquel país. Cuando años más tarde fue nombrado nuevo embajador en Argentina, José Mª de Areilza, Ayala se ofreció en todo lo que pudiera ser útil, como Agregado de Cultura, al nuevo inquilino de la Embajada española.

Esto es, en el poco espacio disponible, la relación habida de Ayala con el franquismo, y no sólo lo que ha dicho, en frase para un nuevo tipo penal, «casi en arresto domiciliario», su nieto Juan Pérez de Ayala.