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Oración para todos los Hispanohablantes

Manuel Morillo. 15 de junio. Quiero recoger la propuesta de D Felipe Abad que proponía hace unas décadas de que todos los hipanohablantes tuvieran como oración de cabacera el primer escrito en español.

Las primeras palabras escritas en español son las siguientes:

            "Con la ayuda de Nuestro Dueño
            Dueño Cristo, Dueño Salvador
            el cual Dueño está en la gloria
            y Dueño que tiene el mando
            con el Padre, con el Espiritu Santo
            en los siglos de los siglos.
            Háganos Dios omnipotente hacer
            tal servicio que delante de su faz
            gozosos seamos. Amén "

Siempre ha sido sagrado el primer escrito conservado y conocido en cada uno de los idiomas. El primer escrito en francés es del año 842 y se trata de un documento político, las capitulaciones llamadas de Estrasburgo: una alianza ofensiva y defensiva entre Carlos el Calvo y Luis el Germánico, nietos ambos de Carlomagno.

El primer escrito en italiano es del año 960 y se trata de un documento jurídico, firmado en Capua, para reivindicar unas tierras a favor del monasterio de Montecasino.

El primer escrito en español es aproximadamente del año 975, final del siglo X, y se trata de una afirmación de fe en el misterio de la Santísima Trinidad y de una oración dirigida a Dios.

Insistamos un momento en el dato, acudiendo a la socorrida comparación de los tres países, francés, italiano y español, plenamente justificados en este caso. El documento francés es politico, el italiano administrativo, el español religioso.

Dámaso Alonso, en su momento Presidente de la Real Academia de la lengua, comentó así el dato: "No puede ser azar, no. O, si acaso lo es, dejadme esta emoción que me llena al pensar que las primeras palabras enhebradas en sentido, que puedo leer en mi lengua española, sean una oración temblorosa y humilde. El César bien dijo que el español era lengua para hablar con Dios. El primer vagido del español es extraordinario entre sus lenguas hermanas.

No se dirige a la tierra: con Dios habla, y no con los hombres".

De las cuarenta y tres palabras del primer texto escrito en castellano es preciso destacar las catorce últimas.

Las ventinueve anteriores, es decir, la profesión de fe en el misterio de la Santísima Trinidad, son una tradución del texto latino de al lado, aunque se trate de una tradución libre y ampliada. Las catorce siguientes son una oración totalmente original. Podemos decir que el monje anónimo de San Millán es, en el primer caso glosador, y en el segundo verdadero y legítimo autor.

Autor original de catorce palabras, de apenas dos líneas. Pero a un autor no se le mide por la cantidad, sino por la calidad. Y la oración que plasmó el monje riojano creemos que es de una calidad y de una fuerza insuperable.
"Háganos Dios omnipotente hacer tal servicio que delante de su faz gozosos seamos. Amen"
¿No debíamos los de habla española aprender de memoria y repetir con frecuencia esta oración, que son a la vez las primeras palabras del idioma castellano?. También la Salve es de autor español, pero fue redactada originalmente en latín. La breve oración del anónimo monje riojano del siglo X es totalmente española y se ajusta, pensamos, como anillo al dedo, al estilo y al talante del espíritu religioso del idioma español.

Santa Teresa de Jesús y San Ignacio de Loyola concebían el cristianismo como "un servicio" casi castrense, como una lucha en campo de batalla. El fundador de la "Compañía", nombre tomado de la milicia terrena, velaba sus armas ante la Virgen de Monserrat antes de emprender su servicio y su aventura hacia Dios; y el Duque de Gandía, posteriormente San Francisco de Borja, juraba ante el cadaver de la emperatriz, empuñando la espada, "no más servir a señor que se me pueda morir".

El monje de San Millán junta la bravura española del "servicio" con la humildad cristiana de la "súplica" y con la aspiración esperanzada de la recompensa, que también es muy español y muy cristiano. Y todo en catorce palabras, en un suspiro. 

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