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Diario YA


 

Alfredo dirigiendo la política nacional

¡El Gobierno debe acabar, de una vez, con el caos!

Miguel Massanet Bosch
 
A las personas que tienen la “facultad” de ser de condición torticera, retorcidas, enrevesadas o maquiavélicas, para poder adivinar lo que piensan, cuales son sus intenciones y aquello que se proponen hacer en una determinada situación; no hay otro medio que intentar pensar como ellos, tener la posibilidad de situarse detrás de su especial manera de discurrir y procurar imaginar lo peor que se les pueda ocurrir, para así deducir aquello que, en realidad, intentan conseguir. Y nadie podrá poner en duda  que, detrás de esta apariencia de persona pacífica; de químico de pro; de duendecillo de película de Walt Disney o de viejo Gepeto, el entrañable artesano padre de Pinocho; el señor vicepresidente del Gobierno y ministro de Interior, don Alfredo Pérez Rubalcaba, constituye la más próxima reproducción de aquella intrigante y oscura figura de quien fuera el gran consejero de la zarina Alejandra, el místico y sanador ruso Grigori Yefimovich Rasputin. Y hago, una vez más, alusión a este mediático personaje, por la estrecha relación que parece tener, con el señor ministro. La trascendencia que las decisiones de Rubalcaba puedan acarrear y los resultados que de ellas se puedan derivar para España y los españoles, en cuanto a su relación con este fenómeno que, apenas hace un mes, se ha manifestado en algunas ciudades de España, protagonizado por un nuevo grupo aparecido en la escena política, bajo la apariencia de una convocatoria espontánea y pacífica; al que se le ha dado por denominar los “Indignados” del 15-M, para seguir con esta costumbre, que parece que se ha implantado entre la ciudadanía, de calificar  los tristes acontecimientos que tienen lugar en nuestra nación, mediante la inicial del mes seguida de la fecha, tal y como sucedió con el 11-M o 23-FN; no nos pueden dejar indiferentes ni cruzados de brazos.
 
Ya, desde el inicio de este fenómeno mediático, de indudable interés; la postura del señor ministro de Interior se ha caracterizado por su  indefinición, su falta de concreción y por las varios sentidos que se les puede dar a sus declaraciones, siempre en el terreno de los difuso, resbaladizo y equívoco, de modo que nadie pueda sacar en limpio lo que, en realidad, se esconde detrás de ellas. Su primera reacción fue de perplejidad o de “aparente” perplejidad para, enseguida, empezar a hablar de la “prudencia” con la que se debía contemplar aquella concentración y descartar, prácticamente, cualquier actuación policial para dispersarla. Y ello, teniendo en cuenta que, aquellos “Indignados”, lo primero que hicieron fue contravenir la prohibición de algaradas y manifestaciones políticas en el día de la víspera de los comicios. ¿Debe un ministro de Interior permitir que se viole la ley para evitar una posible reacción de los infractores? Parece que, tratándose de Rubalcaba, si. ¿Existía el peligro de que, si no se actuaba en los primeros momentos, el movimiento antidemocrático y antisistema, se enquistase y se expandiese? Evidentemente si, y esta ha sido la consecuencia de su inhibición.
 
¿No será que, detrás de todo este aparente exceso de prudencia y pusilanimidad, hay alguna de las tretas del señor ministro? Pues, es posible que sí. Si uno fuera un retorcido pensaría que, todo este movimiento que se está desarrollando, en el que se han infiltrado grupos de antisistema, okupas, extremistas etc., esta favoreciendo el interés de los socialistas, por lo que pueda referirse a un hipotético adelanto de comicios; porque están pretendiendo explotar el descontento que, efectivamente, existe en la ciudadanía contra los gobernantes y el PSOE, de manera que se extienda, como vienen haciendo los del 15-M, a toda la clase política, de modo que, los españoles, acaben por culpar tanto a la izquierda como a la derecha de la evidente situación de penuria a la que ZP y los suyos han conducido a la nación. Rubalcaba sabe que, si consigue extender el desprestigio que su partido se ha ganado a pulso, durante sus casi dos legislaturas en el poder, a sus adversarios políticos del PP; esta circunstancia pudiera nivelar sus posibilidades, si no de obtener la victoria en los comicios de marzo del 2012,  al menos conseguir que la victoria de los populares no fuere tan espectacular como la ha sido la del pasado 22 de Mayo. Si lo consiguiera, sus posibilidades de alianzas con los nacionalistas y los sempiternos partidos veleta, como CC y los del PNV, siempre los iban a apoyar –porque saben que de un gobierno parecido al del señor ZP siempre podrían conseguir más ventajas que de uno de centro-derecha, como el PP – para volver a establecer un nuevo gobierno del PSOE, para cuatro años más.
 
Una algarada en la Puerta del Sol o en la Plaza de Catalunya, dispersada a manguerazos y mediante una dotación policial lo suficientemente potente para amedrentar a los levantiscos, pudiera generar, quizá, un primer movimiento de simpatía hacia estos contestatarios que “sólo estaban pidiendo trabajo” pero que, a las 24 horas, la situación se habría normalizado y, al mes, ya nadie le daría importancia alguna. Por el contrario, así como se ha venido actuando, así como el señor Rubalcaba ha enfocado esta cuestión, a base de paños calientes, mano blanda y mucha, seguramente excesiva “prudencia”; lo que está logrando es que, esta protesta que, en un principio, parecía pacífica, inocente y meramente una denuncia contra la política laboral del Gobierno; acabe por sentar raíces, se extienda a toda España y se convierta en un movimiento de tipo anarquista, que se dedique a minar cualquier intento de democracia con su oposición frontal al sistema establecido y a todas las normas de las que nos hemos dotado en nuestra Constitución. Un movimiento de claras tendencias ácratas, basado en los más rancios proyectos de izquierdas, fracasados en aquellas naciones que los implantaron; no se nos puede ofrecer a los españoles como la gran panacea para salvar nuestra economía, levantar nuestras empresas y potenciar el empleo. Sólo un sistema fuerte, una democracia apoyada en la fuerza de las urnas, el respeto por las leyes y un Ejecutivo nuevo, podría conseguir el milagro de sacar, a nuestra nación, de la actual.depresión económica.
 
Cuando elementos como Cayo Lara, del PC o el propio juez Garzón que, por si no tuviera bastantes problemas con la justicia, ahora se ha quitado, definitivamente, la careta y nos ha mostrado cuales fueron sus objetivos, cuando pretendió juzgar a Franco, una vez fallecido, no estando legitimado para ello, influido por su sectarismo de izquierdas al que, por lo visto, parece ser que ha supeditado su función como juez, prescindiendo de los deberes de imparcialidad, legalidad y cumplimiento de las normas que le obligaban, por respeto a su profesión. Porque, señores, todos estos salvadores de la patria que ahora se inclinan, claramente, por apoyar a estos señores que, sin emplear los cauces marcados por las leyes, sin constituirse en un partido político y apelando a la ocupación ilegal de las calles, para amedrentar a los ciudadanos, presionar al Gobierno y  lograr por la fuerza, el chantaje y el engaño; lo que, por lo visto, no se ven con fuerzas de conseguir, por las vías legítimas; si son apoyados desde un Gobierno que no ha sido capaz de dar una sola idea, no ha contribuido con ninguna de sus propuestas ni han conseguido con sus normas, a lo largo de sus años de gobierno, salvar ni un solo puesto de trabajo, mantener en marcha ni una sola empresa de los cientos de miles que han cerrado sus puertas ni ha acertado una sola vez en sus pronósticos, siempre equivocados y cargados de mentiras emponzoñadas; lo único que va a suceder es que, cualquier esperanza de salir con bien de esta situación se desvanezca y España caiga, definitivamente, en manos de aquellos cuyo único objetivo es acabar de destruirla.  Esto es, señores, lo que yo opino al respecto.