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Diario YA


 

¿por qué los hijos de la gran familia han ido acumulando fracaso matrimoniales?

¿Dónde está Chencho?

Milagrosa Romero Samper. Viernes 22 de enero de 2010. El diario La Razón titula en su portada, a cinco columnas: “La venta de la píldora del día después crece un 300 por ciento”. En su interior, las páginas 14 y 15 desarrollan ampliamente el tema y se hacen eco del debate social. También en su interior, el diario incluye como regalo una película clásica del cine español: La gran familia  (Fernando Palacios, 1962). ¿Ironías del destino?

Motivo de reflexión, en cualquier caso.

Cuarenta y ocho años después, nos podemos preguntar: ¿por qué los hijos de la gran familia han ido acumulando fracaso matrimoniales? ¿Por qué las hijas adolescentes de Chencho o de cualquiera de sus hermanos toman la píldora del día después, o abortan con o sin conocimiento de los padres? ¿Por qué sus hijos agreden a sus compañeros en el colegio o matan a palos a un mendigo y lo cuelgan en youtube? ¿Por qué maltratan y chantajean a sus padres y profesores? ¿Por qué maltratan su propio cuerpo con desórdenes alimentarios, con drogas, con autolesiones? ¿Por qué, incluso, renuncian a una vida que todavía no han vivido, perdidos en una plaza Mayor en la que no alcanzan a ver la mano tendida del abuelo?

No es tan fácil achacar todos los males a la sociedad actual. La “sociedad actual” la componen varias generaciones; el abuelo ya ha desaparecido, los padres ya son abuelos y los hijos de entonces son los padres de hoy. No es tampoco fácil achacar toda la culpa a los padres: los hijos de la gran familia nacieron y se educaron  (nacimos y nos educamos) en unos valores. En teoría. ¿o tal vez no? ¿Dónde está el punto de ruptura? ¿En qué momento Chencho se suelta de la mano del abuelo en plena Plaza Mayor y se pierde, para no encontrarse jamás? ¿En el 68? Esos eran los hermanos mayores de Chencho, los que habían crecido con radio y no con televisión, los del Cola-Cao en lugar del Nesquick. ¿O antes, cuando el sufrido padre de familia, de cualquier familia, trabajaba horas extra para que sus hijos tuvieran lo que él no tuvo: el último coche, el último televisor, el veraneo fuera, los estudios universitarios?

En la gran familia convivían tres generaciones, entre ellas había la lógica tensión, pero también comunicación. Hoy, Chencho ya no se conoce a sí mismo. Y sus hijos no le conocen a él. En la inmensa plaza Mayor de España, del mundo, miles de manos se tienden en el vacío mientras los muros devuelven el eco de miles de nombres. Volvamos a buscar a Chencho.